[Henry Fielding, Apología
de la vida de la señora Shamela Andrews, UMA editorial, trad.: Rafael
Martínez Moreno, 2018, págs. 125]
Celebremos, para empezar, que por
fin se haya traducido una obra como “Shamela” (1741), que los buenos lectores
de novela inglesa llevábamos décadas esperando. Por algún prejuicio
inexplicable las editoriales encargadas de publicar este tipo de literatura
clásica y a un autor de la importancia y significación de Fielding se resistían
a traducir un texto que suscitaba polémica e incomodidad. ¿Por qué? Por su
escandalosa historia, su ironía malévola, su visión sarcástica de las
relaciones sexuales y el matrimonio y, sobre todo, por su condición literaria de
parodia licenciosa y feroz de una novela canónica como la “Pamela” de Samuel
Richardson.
Era lógico que un autor de enorme talento e
ideas genuinas, antes de crear su propia obra, se sintiera impulsado a
rivalizar con obras importantes de su época, como “Pamela”, que representaban
una ideología farisea
y más aún
si estas obras, como es el caso de “Pamela”, representaban una idea estrecha de
la vida y las relaciones entre sexos. Fielding no sabía, cuando emprendió la
parodia, quién era el autor de la novela original. Esa ignorancia vuelve aún
más significativo su gesto. Ese gesto creativo por el que un autor incipiente,
al enfrentarse a un texto anterior con el que mantiene una relación crítica,
experimenta por primera vez la fuerza de su estilo e imaginación novelesca. [En
el caso de Fielding esta pulsión de superación del modelo original es tan
evidente que ya la había intentado con la épica en su primera tentativa “Tom
Thumb”, una sátira cómica del género épico.]
Para Fielding el factor irritante de “Pamela” radicaba
en la mojigata actitud con que la criada homónima seducía a su próspero amo, el
señor B., desarrollando una estrategia de resistencia casta tan ridícula como inverosímil.
La celestinesca combinación de virtud moralizante y pícaro virtuosismo celebrada
en la novela epistolar de Richardson fue la clave del éxito popular en su
tiempo y es el primer aspecto que Fielding se propuso desmitificar junto con la
hipocresía social de las instituciones religiosas y políticas.
La “Shamela” de Fielding es una joven prostituta
de segunda generación que se introduce como criada en los escabrosos dominios
del señor Booby, un amo rico y fogoso, sin abandonar sus deslices lúbricos con el
clérigo Williams, que es su amante preferido hasta después de casada. Emulando
el formato epistolar de la edificante “Pamela” de Richardson, “Shamela”
evidencia en su inteligente construcción narrativa la impronta cervantina que
Fielding desarrollaría plenamente en sus dos novelas mayores: “Joseph Andrews”,
otra parodia de “Pamela” escrita con la convicción estética que la escritura de
“Shamela” le había otorgado, y “Tom Jones”, una de las grandes novelas de la
historia.
La obra se presenta en cuatro partes entrelazadas:
la maliciosa dedicatoria a la señorita Fanny, un ajuste de cuentas repleto de
insinuaciones sobre un famoso político homosexual detestado por Fielding; las
dos cartas elogiosas al editor, fomentando un juego metaficcional que ya
Cervantes consumó en “El Quijote” y que los novelistas cervantinos del siglo dieciocho
se apropiarían sin complejos; el intercambio epistolar entre dos clérigos, el
padre Tickletext y el padre Oliver, que explica la génesis documental de la
historia y le confiere al conjunto un sesgo irreverente aún más corrosivo; y
las instructivas cartas entre Shamela y su madre. En una carta el padre
Tickeletext recomienda a su colega la lectura provechosa de la “Pamela” de
Richardson y el otro le replica que conoce la verdadera historia de la tal
Pamela y que esta no es tan virtuosa como parece sino una viciosa aprovechada.
Para probar su difamación, el padre Oliver remite a su amigo un juego de cartas
de la Pamela real (rebautizada con su nombre auténtico, Shamela) en las que la
joven cuenta a su madre, con pelos y señales, los lances de seducción y los
episodios equívocos vividos con el señor Booby hasta que se casa con él,
dispone sin control de su fortuna y mantiene como amante al clérigo Williams.
El mecanismo novelesco es eficaz y demoledor. El
éxito artístico de la impostura es tal que ya no es necesario para apreciarlo
conocer la obra parodiada. Fielding logró transformar la pulsión de superación
del modelo en acto creativo y “Shamela” usurpa así el lugar literario de
“Pamela” con la misma insolencia y descaro con que la pícara heroína ocupa el
lecho conyugal de su impetuoso marido.
Con razón el gran teórico Gérard Genette
consideraba en su magnífico libro "Palimpsestes" a la libertina y descocada “Shamela” como un brillante ejemplo de
esa literatura hipertextual que no duda en canibalizar textos modélicos y
producir palimpsestos de incitante complejidad narrativa. Ahora bien, la gracia
y malicia cómicas de Fielding trascienden todas las teorías y convierten su
literatura en paradigma supremo, con Sterne, de la moderna novela carnavalesca.
NOTA BENE: Shamela
es una palabra maleta que incorpora, entre otras combinaciones, “sham” (impostor) y “shame” (vergüenza),
así como un anagrama final de “male” (hombre); lo que da una idea de los múltiples
equívocos y perversa malicia de la parodia de Fielding…
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