[Salman Rushdie, La
decadencia de Nerón Golden, Seix Barral, trad.: Javier Calvo, 2017, págs.
526]
Eso era lo
que la literatura sabía, lo que siempre había sabido. La literatura intentaba
abrir el universo, aumentar, aunque fuera solo un poco, la suma total de lo que
para los seres humanos era posible percibir, comprender y, por tanto, en último
extremo, ser. La gran literatura llegaba hasta los límites de lo conocido y
empujaba los límites del lenguaje, la forma y la posibilidad, para crear la
sensación de que el mundo era más grande, más amplio, que antes.
-Salman Rushdie, Joseph
Anton-
Bajo el signo de Rabelais y Cervantes, la novela posmoderna se erige en el discurso crítico por excelencia, aquel cuya principal función consiste en desnudar con ironía la cualidad ficcional de los demás discursos, ya sean teológicos, jurídicos, económicos o políticos, que sostienen el orden establecido, las ficciones del poder y los valores y prejuicios comunitarios.
Se ha dicho que esta novela supone, en cierto
modo, el retorno de Rushdie a los derroteros del realismo satírico. Y no lo
discuto, ya que en la parte final la novela se ocupa, con un lenguaje
metafórico extraído de los cómics y películas de superhéroes, del auge
diabólico del “Joker” Donald Trump (y su “Escuadrón suicida” de colaboradores y
cómplices) y de la América oscura que posibilitó su triunfo tras la liquidación
política de la era Obama. Lo que pasa es que Rushdie, haga lo que haga, es ese
novelista profuso, hiperbólico y neobarroco, como le reprocha la crítica más
constipada o neoclásica, que convierte a toda la novela anglosajona coetánea,
con la excepción de su maestro Thomas Pynchon y del influyente David Foster Wallace, a quien demuestra haber
leído con inteligencia, en realismo costumbrista o cromo minimalista.
El programa novelesco de Salman Rushdie ha sido
siempre el mismo aunque cambiaran los escenarios, las perspectivas, las
localizaciones o los focos de atracción de su literatura. Desde que se instaló
en Nueva York, su narrativa ha encontrado en esa metrópoli abigarrada y multiétnica
un centro asimétrico desde el que observar la alucinante globalización en curso
sin perder de vista las secuelas regionales del fenómeno. Eso le permite, en
esta fastuosa novela, reescribir el “Satiricón”, “El gran Gatsby” o “La hoguera
de las vanidades”, entre otros modelos reconocibles, sin despeinarse estéticamente
ni perder la brújula cultural (mediática y masiva) del presente.
Como demuestra esta novela de nuevo, con la truculenta
parábola sobre la familia millonaria Golden y su destrucción trágica, Rushdie
es uno de los más brillantes representantes actuales de la narrativa carnavalesca.
Un virtuoso practicante de la polifonía cervantina y la imaginación rabelesiana.
Como en toda novela carnavalesca que se precie, hay grandes momentos y escenas
circenses y hay momentos y escenas de belleza insuperable, gestos dramáticos en
que los personajes alcanzan el nivel sublime y situaciones grotescas que
explotan la fealdad y el ridículo inconmensurable de la existencia humana.
Entre la vida y el cine, el narrador cineasta de
Rushdie, René Unterlinden, se queda al final con la impureza de la vida, o
mejor dicho: con esa nueva vida en movimiento que es el cine visto a través de
las páginas de una novela. Esta es una novela de ideas y no solo de historias,
una ficción fabulosa donde el narrador reflexiona sobre las culturas del mundo y
las metamorfosis de la identidad individual con un conocimiento que solo un observador
agudo como Rushdie plantearía con tanto ingenio. Una novela total sobre la
complejidad de la vida en el siglo XXI y, por tanto, una novela comprometida
con la apertura y pluralidad de la vida y contra la estupidez de la corrección
política y el fascismo populista de sus enemigos.
Esta novela enciclopédica encierra, además, un
panfleto vehemente contra el horror de la América de Trump. Contra la realidad
envilecida por los poderes del supervillano, Rushdie alza el contrapoder de la
literatura: “Hacía más de un año que el Joker había conquistado América y aún
seguíamos en estado de shock y pasando por las distintas fases del luto, pero
ahora necesitábamos unirnos y oponer el amor, la belleza, la solidaridad y la
amistad a las fuerzas monstruosas que teníamos delante. La humanidad era la
única respuesta al dibujo animado”.
La ficción, el cine, la literatura, la
inteligencia, contra el horror del poder y los hombres y las ficciones del
poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario