[Mark Z. Danielewski, La
espada de los cincuenta años, Alpha Decay & Pálido Fuego, trad.: Javier
Calvo, 2014, págs. 288]
“Una bobada descomunal”, así califica Belinda Kite,
presunta malvada del cuento, a la espada que el siniestro cuentacuentos esgrime
ante los cinco niños huérfanos y la costurera Chintana para recordarles con
metáforas oscuras la herida invisible del tiempo. Una “bobada descomunal”, así
podría entenderse también este cuento de terror fantástico concebido para ser
contado durante la mascarada infantil de la noche de Halloween. En medio de esa
orgía de disfraces triviales, calaveras plastificadas y calabazas bobaliconas su
lectura atenta tendría mucho más sentido que en cualquier otro contexto.
El escenario del cuento: un rancho texano. El
narrador polifónico: cinco voces apenas distinguibles pero identificadas por un
juego de comillas cromáticas. La situación: una fiesta nocturna donde se celebra
el cincuenta cumpleaños de Belinda. Los personajes centrales: el fantasmagórico
cuentacuentos, los cinco niños doctrinos (Tarff, Ezade, Iniedia, Sithis y
Micit) y la costurera hispana (Chintana). La historia encastrada: el viaje
místico del cuentacuentos a través del Valle de la Sal y el Bosque de los sonidos
que caen hasta escalar la Montaña de múltiples senderos, donde encuentra al lynchiano
Hombre sin Brazos, misterioso artífice de espadas maravillosas.
El narrador espectral cuenta al quinteto de huérfanos
que la espada singular que trajo consigo tras la aventura y guarda en una
extraña caja posee un mango precioso y una hoja invisible. Al acabar el cuento
extracorto, los cinco niños son invitados a abrir cada uno de los cinco pestillos
de la caja para descubrir la espada de marras. Una vez levantada la tapa, el
cuentacuentos amenaza la vida de los niños fascinados con la espada de filo
imperceptible. Belinda acude entonces al rescate de la patrulla párvula y conjura
el peligro proclamando que las historias del cuentacuentos son solo “chorradas”
y “memeces” y la espada un infundio neblinoso.
Sin embargo, para probar sus arriesgadas tesis comete
el error de emplear la espada contra su cuerpo, infligiéndose cortes e
incisiones que no le causan en principio ninguna herida manifiesta. Con su
heroica acción, se gana la simpatía de la divorciada Chintana, a la que había herido
en el alma liándose con su marido. Y en cuanto los relojes anuncian la
medianoche y cumple los cincuenta, el cuerpo de Belinda se deshace en pedazos,
de la cabeza a los pies, se transforma en un montón de trozos cercenados que la
generosa costurera, apiadada por el cruel destino de Belinda, trata de reparar con
pequeñas puntadas. [Y la siniestra noche de todos los muertos y los santos de
Halloween se transfigura entonces en la noche nefasta de todos los halos y los
hados.]
El cuento de la espada mágica presenta una parábola
sobre las heridas del tiempo y también sobre el poder de la sutura narrativa
para curarlas, o sobre cómo la trama de la vida y los hilos de la narración crean
un tapiz de figuras y colores de terrible significado. Cada hilo narrativo es
una herida y una costura al mismo tiempo. La muerte, el destino, la cronología
vital, la caducidad y la compasión final por la criatura condenada a la
destrucción con la suma fatídica de los años. La ingenuidad del cuento actúa
sobre su lector como la espada cincuentenaria sobre los oyentes, infligiendo
heridas cruentas pero intangibles, cortes proféticos en la carne que solo el
devenir del tiempo y la edad harán visibles.
¿Es Danielewski un escritor entontecido por el
amor a una costurera curvilínea de historias asombrosas? No me atrevería a
decir tanto, aunque esta no es la obra que uno esperaría del ambicioso autor de
Casa de Hojas y Only Revolutions. Es un divertimento menor, un relato pueril sin
demasiada novedad literaria, excepto por su correlato textil de hermosos bordados
ilustrando cada página como un mapa mental (o sentimental) del cuento de la
espada exterminadora y la costurera benéfica.
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