Lo cuenta Steven Moore en su imprescindible The Novel. An Alternative History, pero la anécdota proviene de The Annotated Lolita de Alfred Appel Jr. La interjección del título de esta entrada la pronunció, con intención despectiva, un rudo soldado americano al leer en voz alta la música aliterativa del comienzo de Lolita (“Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta…”). La expresión (Litachure), deforme como el alma del militar empedernido que la voceó mientras arrojaba el libro contra un muro, lo dice todo. La diferencia entre el arte y el entretenimiento, el criterio de la exigencia y la dificultad, la incomodidad incluso, frente a la legibilidad, la simplicidad y la facilidad a toda costa. La literatura (perdón, Litachure) contra el periodismo y sus ramificaciones seudoliterarias, en suma. Lo más paradójico de todo es que el placer suele estar del lado de la Litachure y no de los sucedáneos o los simulacros. Ramón Buenaventura lo explica muy bien en su comentario a la última novela de Jonathan Franzen, esa Freedom que, parece mentira, podría enseñarle a Obama el camino de baldosas amarillas que conduce al país de la reelección si acierta, como el novelista, con el punto G sentimental del votante americano…
De Litachure y no de entretenimiento entienden en la estupenda revista Hermano Cerdo. Empezando por su director, Mauricio Salvador, que escribió en su momento una interesante crítica de PVD en su blog. Con el fin de año se aceleran las votaciones y las selecciones de lo mejor de la cosecha anual. Pensando en Litachure y no en entertainment el novelista mexicano Alberto Chimal destaca PVD entre las novelas de 2010. Y también lo hace René López Villamar, que ha escrito mucho y bueno sobre ella. Y el narrador Javier Avilés, que también. Como se sabe, PVD es de 2009 y ya estuvo hace un año entre las destacadas por varios colaboradores de la revista. Este año de nuevo, mira tú por dónde. No está mal que una novela como PVD se eternice al menos en la consideración de tantos y tan buenos lectores. Tampoco carece de interés, según creo, esta entrevista que hice hace unos meses para la revista chilena Carajo. (La foto me la hicieron en Providence, en Thayer St., bajo la marquesina del cine Avon.)
También yo ando preparando mis listas. De libros y de películas sobre todo. Daré algunas pistas rápidas para aterrizar sin permiso de controlador alguno. Mi libro del año es Contraluz de Thomas Pynchon (es el libro de la década, sin duda, en cualquier lengua, también en la magnífica traducción española de Vicente Campos, pura Litachure). Mi película estrenada en salas españolas son dos, complementarias: El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas de Apichatpong Weerasethakul y La red social de David Fincher. Mi película no estrenada es también dual: Enter the Void de Gaspar Noé y Mother de Bong Joon-ho. Pero no me olvido, todo lo contrario, episodio a episodio, de la cuarta temporada de Mad Men, un ápice de placer teleadictivo. Y tampoco, por desgracia, de la candidata a la película más ridícula del año: Copia certificada de Abbas Kiarostami, un bodrio de falsa alta cultura euroasiática ante el que se ha puesto a babear, no entiendo por qué, la beatería cinéfila transnacional. Digan lo que digan sus defensores, resucitar a Rossellini a estas alturas de la historia, así sea con ironía iraní, es una operación trasnochada en lo estético, conformista en lo ético y fraudulenta en lo cultural. Y lo peor es que esta nadería midcult pueda parecer hasta rentable en taquilla. Prefiero, para olvidar que la he visto, volver a sumergir mi cerebro mil veces en el magma adolescente y videotrónico de Scott Pilgrim o, aún mejor, en las circunvoluciones mentales y cenitales de Enter the Void, la cinta maldita del año (más sobre todo esto a finales/comienzos de año)…
NOTICIA: Preparo para dentro de una semana (aprox.) un festival Don DeLillo, con la excusa de la publicación de Punto Omega, para acabar de acabar el año a lo grande.
3 comentarios:
Against the Day fue mi libro, si no me equivoco, de 2007. Me uní a un grupo de lectura y pasamos un año leyendo y comentando el libro hasta llegar al final. Fue una locura pero fue hermoso.
La literatura necesita más batallas en dirigible sobre Venecia y menos hombres rascándose el ombligo. Esa es mi humilde opinión.
Sí, también el mío cuando salió a comienzos de noviembre de 2006, fue mi primer libro de Pynchon estando en USA, imagínate el goce redoblado. Y ahora lo he vuelto a disfrutar a lo grande en su versión española cotejada, cómo no, con la original americana. Un club de lectura infinita en torno a House of Leaves, Infinite Jest y Against the Day garantizaría mejor que cualquier otra cosa la supervivencia de la literatura...
Un placer tenerte por aquí de nuevo.
Enter the Void es, en efecto, toda una experiencia: desde los títulos de crédito inciales -auténtico festival de la epilepsia- hasta (OJO, SPOILER) el sexo luminoso. Entretenerse a desgranar cada uno de los elementos de la película que suponen una revolución sería casi interminable. Y lo mejor, sin duda, es pensar todo lo que tiene por delante Gaspar Noe.
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