[Pierre Lemaitre, El
silencio y la cólera, Salamandra, trad.: José Antonio Soriano Marco, 2024, págs.
576]
Me gusta que
Lemaitre se considere un escritor popular y no un escritor de masas. Me gusta
su humor y me gusta la socarronería de su estilo narrativo, un humor popular,
un humor que parece provenir de Rabelais y Céline, Simenon y Queneau, y que es
una visión cómica de la vida y la historia, a pesar de sus tragedias y
melodramas. Me gusta la sutileza y la finura de su ironía. Me gusta que no haya
nada de cursilería en su forma de escribir o de mirar el mundo. Me gusta su
inventiva novelesca, su inmensa capacidad de crear personajes y situaciones. Me
gusta que le gusten los escritores tocapelotas. Me gusta su Diccionario apasionado de la novela negra (2020), el mejor acceso a su
pensamiento literario. Me gusta que su literatura no sea condescendiente ni
demagógica y, al mismo tiempo, sea una literatura plenamente comprensiva de lo
que significa ser humano, con sus grandezas y sus miserias, sus vicios y sus virtudes,
como dice él mismo. Y me gusta mucho su rigor, que es, en definitiva, una forma
de honestidad consigo mismo y con sus lectores.
Si Hitchcock
encumbró en su cine la figura del falso culpable, como modelo humano del bien y
la bondad, la literatura de Lemaitre y, muy en especial, la “saga de los
Pelletier”, se consagra a celebrar la grandeza y la pequeñez de los falsos
inocentes, los que padecen la historia y son a menudo sus cómplices…
Pierre Lemaitre transmite una honestidad personal
e intelectual admirable. Es un escritor que empezó en el género de la novela
criminal como forma de conocimiento de la realidad cotidiana, hecha de turbias
pulsiones y pasiones inconfesables, y ha acabado escribiendo crónicas
históricas sobre los orígenes del siglo XX como Nos vemos allá arriba (2013; premio Goncourt), tan estimulantes
como una novela picaresca o de aventuras. Lemaitre se considera un escritor
popular y no un escritor de masas, lo que daría a su posición literaria un
sentido político especial. Quizá por ello el humor y la socarronería e ironía de
su estilo narrativo. Una forma de escribir y de mirar el mundo abundante en
ironías y carente por completo de cursilería o sentimentalismo. Pese al éxito
de sus libros, su literatura no es condescendiente ni demagógica, sino plenamente
comprensiva de lo que significa ser humano, con sus grandezas y sus miserias.
Esta última novela es la segunda del ciclo “Los
treinta gloriosos”, cuatro novelas planeadas para narrar la historia que
transcurre entre la segunda posguerra mundial y la crisis del petróleo de los
años setenta (entre 1945 y 1975, para entendernos). En El silencio y la cólera recupera y renueva el realismo naturalista
de Émile Zola y el folletín de intriga y misterio para crear una gran saga novelesca,
al estilo de John Galsworthy (La saga de
los Forsythe; 1906-1921 y 1922) o Mario Puzo (El padrino, 1969, con todas sus secuelas y precuelas y, además, sus
adaptaciones cinematográficas por Coppola), en torno a la familia Pelletier, foco
principal del primer volumen (El ancho
mundo; 2022). Ya desde el título, donde la polaridad faulkneriana entre el
silencio y la cólera establece una pauta narrativa, se señala hacia los
secretos, los tabúes, lo callado y oculto, los vicios, las zonas oscuras de la
experiencia humana como territorio narrativo a explorar, y se enuncia la
indignación, la rabia, la furia, el malestar, la insurgencia, la frustración, o
la rebeldía, como tono moral con que afrontar un mundo plagado de injusticias y
desigualdades.
El ancho
mundo describía
el mundo colonial francés de finales de los años cuarenta en un Beirut donde la
familia Pelletier, constituida por los padres, Louis y Angèle, y los cuatro hijos,
Jean, François, Étienne y Hélène, gracias a una próspera fábrica de jabones,
disfrutaba de una posición burguesa privilegiada y confortable. Y, sin embargo,
la inquietud de los hijos y sus ambiciones particulares terminarían llevándolos
a un destino distinto: Étienne orientado hacia Indochina en pos de su amor, el
legionario belga Raymond, y encontrando la muerte allí; Jean, François y Hélène
atraídos por París, buscando en la metrópoli francesa una profesión acorde con
sus deseos e intereses, los negocios y el periodismo.
El silencio y la cólera se constituye como una grandiosa saga familiar y social que nos adentra, a través de los tres personajes principales y de la multitud de secundarios que los rodean, en los entresijos de la intrahistoria francesa de principios de los años cincuenta: un tiempo de profundos cambios, de avance tecnológico y modernización de las mentalidades y las costumbres de la sociedad de consumo. La novela ofrece así un panorama extraordinario de la sociología y la biopolítica de aquella época: higiene femenina, libertad sexual y prohibición persecutoria del aborto, crímenes patológicos cometidos contra las mujeres, melodramas familiares, maltrato infantil, etc.
La literatura de Lemaitre demuestra una vez más su
condición de ser, como quería Louis Aragon, una máquina de desencriptar la realidad.
Posdata: Como el ingeniero Destouches en la ficción, el novelista Lemaitre observa con morboso placer cómo las aguas de la historia anegan el proyecto de la sociedad burguesa del que la literatura y toda la cultura forman parte. Su mirada se sitúa así entre Céline y Camus, para entendernos...
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