El ánima, feminidad del mundo que el hombre porta en él, es el misterio, y el ánimo, masculinidad del mundo en la mujer, es el enigma.
-Jean Carteret-
En todo hombre duerme una mujer, sentencia el Tao,
y en toda mujer un hombre. En el cuerpo de algunos hombres y en el cuerpo de
algunas mujeres, sin embargo, habitan una mujer y un hombre deseando nacer. En
las discusiones sobre la transexualidad se olvida a menudo la existencia del
andrógino en cuanto figura que cuestiona el binarismo y afirma la plenitud del
ser a través de la unión sexual. Preciado pertenece desde siempre a esta
naturaleza híbrida, como subraya en el prólogo, manual de instrucciones de un
libro que lo necesita dada la multiplicidad de géneros que configuran su
discurso (diario de encierro, relato de supervivencia, teoría política, deconstrucción
filosófica, genealogía histórica, activismo queer, panfleto militante). “Dysphoria
mundi” posee la complejidad de una novela paradigmática de nuestro tiempo: una
novela fragmentaria en la que la información y la narración, el análisis, la
opinión y el eslogan, la anécdota vital y la noticia transnacional, entrecruzan
sus peculiares modos de dicción.
Imaginemos entonces, para empezar a adentrarnos en esta ambiciosa narrativa, el personaje carismático de un hombre trans, una criatura mutante y visionaria como la que ilustra la portada, cuyo nombre coincide con el autor y cuyo estado físico medicalizado se nos anuncia al principio, que experimenta con su cuerpo y su mente, en pleno confinamiento de la covid, las derivas del mundo en un período crítico de mutaciones radicales y resistencia ideológica a tales transformaciones. El resultado no es un escenario indigno de Cronenberg, desde luego, pero se acerca más a la estética de una novela transgénero, es decir, inclasificable y fluida, paradójica, en suma. Un mapa cognitivo del presente tan localizado en la piel hipersensible de un individuo infectado por el virus como globalizado en las corrientes antagónicas que se disputan hoy la geopolítica del planeta.
Lo que está en juego en esta época convulsa es un
desplazamiento o un giro epistémico, como lo denomina Preciado con terminología
tomada de Foucault, una situación histórica y cultural, social y política en la
que todo está desajustado o desarticulado (“out of joint”, leitmotiv hamletiano
del libro). Lo mismo da el tiempo que el espacio y la geografía, el yo, la
naturaleza, la historia, la tecnología, el cuerpo, la vida, el sexo, la nación,
la identidad, el hogar, los sentidos, la familia, el amor, la verdad, la
ciudad, la economía, el trabajo, la animalidad, el dolor, la naturaleza, la
reproducción, la infancia, la vejez, el lenguaje, el arte, la cultura, el
capitalismo, el consumo, la muerte y el nacimiento, la ciudadanía, las leyes,
la democracia y la libertad. Estas categorías señaladas, en torno a las que se
focaliza la parte central y más extensa del libro, de título homónimo, se
muestran desquiciadas en la actualidad, desmontadas o desguazadas y en vías de
reconfiguración y redefinición drásticas.
La única pega que se le podría poner al valioso libro
de Preciado se refiere a su dimensión panfletaria. En esta, confundiendo lo
singular y lo universal, domina la metonimia como figura frente a la metáfora
y, en especial, la sinécdoque, el tropo que toma siempre la fracción por el
todo y olvida que este, por despedazado que parezca, es la roca contra la que
se estrellan los deseos de cambio y las transformaciones reales. No es solo un
error retórico, como podría pensarse, sino estratégico, y de su corrección intelectual
y de la superación de la disforia del diagnóstico mediante un chute de euforia dependen
quizá las promesas utópicas de un mundo futuro que se presenta, como Preciado
reconoce, bajo los peores augurios.
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