[Publicado
ayer en medios de Vocento]
Este crimen
se comete por causa de una religión intolerante y la comunidad que la profesa
como agresiva seña de identidad. No valen ahora argumentos atenuantes sobre la difícil
condición del inmigrante. Hace tiempo que ciertos cenáculos intelectuales
perdieron la orientación y comenzaron a culpar a su propia cultura, laica,
ilustrada, liberal, y a disculpar las aberraciones ajenas. Ese complejo
multicultural está haciendo mucho daño político y hará pronto insoportable la
convivencia social. Espero que los docentes tomen buena nota de lo acontecido y
conviertan las clases en insolente expresión de libertad en contra de los
verdugos. La armonía de las tres culturas del libro es un mito progre. Esas
tres religiones son las que más sangre derramaron en la historia, antes del
nazismo y el estalinismo, en nombre de su dichoso texto sagrado. Ahora que está
bajo control el potencial destructivo de cristianos y judíos, solo el islam
invoca aún la guerra santa como exterminio del descreído.
Escribo
desde la indignación y la rabia, desde luego, y las echo a faltar en lo que
otros están diciendo y en la reacción sentimental de siempre. Ganan el estupor
y el miedo colectivos. El miedo al dedo acusador de la corrección política y al
cuchillo sanguinario de los yihadistas. El gesto crítico te podría costar la
cabeza, te dicen los que te quieren para refrenarte. Para qué sirve una cabeza,
digo yo, si no se mantiene erguida contra los enemigos de la inteligencia. Estos
fanáticos, amenazando con decapitarnos, solo pretenden que agachemos la cabeza
en señal de sumisión.
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