En verano
la realidad no se toma vacaciones, pero ciertos cerebros sí. Cuando la
sobrecarga informativa amenaza con ahogarlos, recurren al salvavidas del humor.
Dicen que la cárcel de Soto del Real, atestada de magnates y mangantes, no es solo
la escuela de negocios de moda este verano, sino el nuevo club de la comedia
española. Entre sus muros de alta seguridad se escuchan chistes sobre la
justicia a todas horas y los presos comunes están encantados con el desfile
diario de amiguetes implicados.
Tras la
detención del capo Villar y su equipo de mafiosos ya nadie es inocente en el
fútbol español. Hemos pasado de los veranos triunfales de La Roja al verano del
sonrojo integral. A pesar del extenso mandato, el villarato ha hecho lucrativos
chanchullos y amaños, sobre todo, desde que la selección nacional pasó de cenicienta
del fútbol mundial a reina roja de los campos de juego. La conveniencia política
y social de esos éxitos futboleros explicaría el despotismo calabrés del
régimen villarista en que pringaban muchos más directivos, árbitros y
periodistas de los que, en principio, señala el juez Pedraz.
Sin
pasar por la exigente academia de Soto del Real, Puigdemont es otro gran
humorista de nuestro tiempo. Sus bromas están alcanzando un nivel desconocido
en un país donde el número de graciosos por metro cuadrado bate plusmarcas
olímpicas. Imagino al cómico artífice de la desconexión catalana sintiendo una
punzada de envidia política con el vídeo publicitario del PP y diseñando en su
mente un artefacto similar para después de la debacle. A hipérboles es
imposible ganarle, aunque Rajoy se le ha adelantado por centésimas. Su
comparecencia testimonial en el juicio de la Gürtel fue hilarante. Negar cuando quieres afirmar, afirmar cuando
quieres negar, dudar cuando lo tienes tan claro y ser contundente cuando te
faltan las ideas, es un papel demasiado complicado hasta para un actor natural
como Rajoy. En Soto del Real se lo pasan en grande viéndola en bucle y estudian
el método a fondo para cuando les toque. Nadie preveía, sin embargo, que el
genio histriónico del presidente iba a coronarse con la dichosa emisión del
vídeo sobre el empleo precario estacional como acontecimiento planetario en la
historia moderna.
La propaganda,
como proclaman los reclusos vip de Soto del Real, construye una realidad
imaginaria en la que nadie necesita creer para que exista por sí sola. Condenados
a vivir en mundos de ficción, los consumidores aún podemos elegir en el menú democrático
de contenidos. Opción A: Verano azul
(PP y aliados). Opción B: Juego de tronos
(PSOE y Podemos). Otras opciones ni se barajan. Mientras la economía remonte el
vuelo, los populares no tienen nada que temer y Rajoy lo sabe. El desprecio masivo
por la política les garantiza impunidad absoluta. De momento, Verano azul para todos.
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