[Slavoj Žižek, Islam y modernidad. Reflexiones blasfemas,
Herder, trad.: María Tabuyo y Agustín López, 2015, págs. 81]
La resistencia al
capitalismo mundial no debería basarse en tradiciones premodernas, en la
defensa de sus formas de vida particulares, por la simple razón de que ese
retorno a las tradiciones premodernas es imposible, dado que la globalización
afecta ya a la forma de resistencia que se le opone: en efecto, aquellos que se
oponen a la globalización en nombre de tradiciones amenazadas por ella lo hacen
en una forma que es ya moderna, hablan ya el lenguaje de la modernidad.
-S. Žižek-
Los sanguinarios atentados yihadistas de París
han planteado muchas interrogantes que, curiosamente, nadie afrontó con tanto
rigor como el filósofo Slavoj Žižek tras los atentados de Charlie Hebdo con que
debutaba este año cruento. Y es que no es el pensamiento analítico lo que más
se propaga en estos tiempos de confusión interesada. La información y la
opinión están en manos de periodistas que, con escasas excepciones, apenas si
se salen del guion convencional elaborado por partidos políticos y mandatarios
nacionales.
Las reflexiones de Žižek tienen, por tanto, ese
doble valor radical. Enfrentarnos a lo que está pasando sin caer en vagas
culpabilidades de socialdemócratas amedrentados ni en bravuconadas ultraderechistas.
Hay razones más poderosas para leer este libro que el triste consuelo o la pura
supervivencia.
Las derivas políticas mundiales han convertido a
los ciudadanos del siglo XXI, occidentales o no, en carne de cañón del
terrorismo globalizado. Puestos a desempeñar este papel ingrato en el escenario
transnacional más nos vale escuchar a quienes al menos tratan de iluminar
nuestra condición desde una perspectiva intransigente, partiendo de los acontecimientos
más candentes hasta llegar a los fundamentos mismos de la religión mahometana.
Es cierto que el fundamentalismo islámico es un
fenómeno postmoderno, es decir, una resistencia tan tradicional como mediática
a los desafíos del neocapitalismo global y el despliegue inevitable de su
nihilismo tecnológico y publicitario. Pero también es cierto, como señala
Žižek, que la respuesta a tal reto histórico no puede encarnarla una ideología
premoderna como la que moviliza al abyecto Daech. Este ejército desalmado,
compuesto por una tropa abigarrada de delincuentes malhechores y adolescentes
suicidas, fanáticos religiosos y jóvenes inmigrantes románticos, sostiene un programa
cuyo ideal regresivo es la tabla rasa y la pretensión estratégica de
erradicación absoluta de todo lo sucedido en la historia desde el siglo VII (desde
la muerte de Mahoma exactamente).
El problema nuclear que Žižek dilucida en estos
fanáticos militarizados es cómo, en sus tortuosas relaciones con la cultura
occidental, el grado de violencia extremista resulta directamente proporcional
a su envidia y resentimiento contra ella. Como si en su combate feroz contra el
sistema democrático y los nuevos modos de vida en libertad subyaciera el miedo
a dejarse seducir y a ser tentados por lo que de más atractivo ofrece el mundo
occidental. El precedente de tal proceder lo percibe Žižek en el tratamiento paranoico
a la mujer. Los encantos del cuerpo femenino son tan escandalosos y su misma
presencia pública tan provocativa que las leyes islámicas se muestran inflexibles
al prevenir que el varón creyente sucumba a la seducción pecaminosa de la
mujer ("la mujer como tal es un escándalo ontológico, su exposición pública es una afrenta a Dios"). De ese modo, como en el caso iraní alegado por Žižek, una joven puede
ser juzgada por el asesinato de uno de sus tres violadores, o culpada de
incitar a su violación como atentado a la castidad, o, si estuviera casada, de
adulterio. En suma, en el islam de todos los días la mujer es culpable salvo que
se quede en casa o salga acompañada y debidamente velada...
En cualquier caso, el análisis sociopolítico del
fenómeno del yihadismo solo sirve como vía de acceso inicial al pétreo corazón de
la religión islámica. En la tercera parte del ensayo, Žižek aborda cuestiones
coránicas de fondo y uno de los rasgos más polémicos de Mahoma, que ya acarreó
la condena a muerte de Salman Rushdie en los ochenta, tras la publicación de los Versos satánicos, la novela que revelaba sobre la génesis del islam lo que wikileaks sobre los turbios manejos del gobierno americano y sus agencias de inteligencia subcontratada. Se diga lo que se diga, el papel paradójico de la mujer en el
islam es traumático desde sus orígenes: el profeta dubitativo requería, según
la leyenda, la confirmación de su esposa (Jadiya) para saber que sus
revelaciones fundacionales no procedían del diablo sino de una fuente divina fiable.
En el certero diagnóstico de Žižek, la represión
de la mujer representa un componente vital de la creencia musulmana y se
vincula con su equívoca relación con la verdad y la mentira, de ahí la relevancia
del velo engañoso que la (en)cubre para disimular su poder negativo de cuestionar
los cimientos ontológicos de la fe revelada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario