“The
generic term “postmodern novel” already seems to be current for “textual” or
severely “reflexive” books of the type of House of Leaves.”
-Fredric Jameson, The Antinomies of Realism, Verso, 2013,
pp. 293 y 296-
Por una de
esas misteriosas casualidades de la literatura, leí Casa
de Hojas entre marzo y abril de 2003 al tiempo que reseñaba para Letras Libres, en una
primera tentativa, la edición española de
La broma infinita. Llevo hablando de
este libro y reclamando su publicación desde entonces. Ha llegado tarde, trece
años de espera son muchos, pero ha llegado al fin y hay que celebrarlo como
corresponde. Que no nos confunda en exceso el espurio esnobismo que suscitan
estas obras norteamericanas de nuevo cuño y entendamos su verdadera aportación
estética antes de dejarnos arrebatar por su (publicitada) novedad formal. Es
una novela híbrida que clausura la metaficción moderna y posmoderna y abre la
puerta sin complejos a todas las remediaciones literarias (como razono aquí).
En el momento mismo en que los adoradores de la tecnología más banal y los
mercachifles del último fetiche tecnológico celebran la desaparición del libro
de papel, Casa de hojas se atreve a explorar sin
complejos la vitalidad creativa de la Galaxia Gutenberg y a renovarla para
mejor reinventar su futuro. Mientras los dómines de la opinión dominante y los
lectores menos avisados de este país siguen encumbrando, como novela
paradigmática, la antigualla estética e intelectual (ruralismos de diseño,
historicismos ramplones, erotismos seniles, vulgaridades policíacas, ajustes de cuentas
disfrazados de humor casposo o pretenciosas cursilerías sentimentales, entre
otros refinamientos artísticos de la escena literaria nacional e internacional), este ambicioso
y original libro hará ver a muchos lo que se han estado perdiendo todo este
tiempo. Por fortuna, algunos autores tomamos nota en su momento de las
mutaciones en curso y ahí están nuestras obras para demostrarlo, digan lo que
digan los filisteos y envidiosos de siempre. Combatiendo en la misma trinchera creativa
que Danielewski, con todas las diferencias de rigor, contra la desidia, la
pereza y el desprecio, que son el lote de la nueva literatura en un ruidoso
entorno de medianías mercantiles de relumbrón y chatarras con ínfulas de
novedad...
[Mark Z. Danielewski, Casa de Hojas, Alpha Decay/Pálido Fuego, trad.:
Javier Calvo, 2013]
Para empezar, niéguese a aceptar todas las pretenciosas
obviedades (incluidas las mías, por supuesto) que ha podido leer o escuchar sobre este libro singular
en los trece años transcurridos desde su primera edición. Unos le dirán que es
la gran novela que clausuró el siglo veinte (el siglo por excelencia de la
novela, célebre por haber llevado hasta sus últimas consecuencias estéticas la
modernidad del género) mientras otros, más optimistas o crédulos, le dirán que
inauguró el siglo veintiuno, que es, como todo el mundo sabe, la centuria en
que la novela desaparecerá de la faz de la tierra de una vez por todas para
dejarle el terreno libre al videojuego expandido y a formatos de ficción
audiovisual aún inimaginables. Quédese con una simple idea: pase lo que pase
con la novela o el cine en los próximos decenios, Casa de Hojas pasará a la historia como
un artefacto libresco que supo entender la era digital (y todos sus efectos
especiales) y escenificar, de ese modo, el festivo final de una cultura (la
logocéntrica) y una determinada concepción de la literatura (la canónica) y su problemática
relación con una realidad cada vez más mediatizada por la tecnología.
Acepte, sin embargo, que los múltiples niveles imbricados
que componen el libro, además de confundirlo y hacerle creer, como en una
perversa atracción de feria, que el suelo cognitivo se ha abierto bajo sus pies,
solo pretenden que usted deje de sostener una visión convencional del mundo donde
vive y la identidad subjetiva con que se reconoce ante usted mismo y ante los
demás. Es verdad que el libro se construye en bucle como una réplica trucada de
la casa maligna que es, a su vez, una réplica topológica y tropológica del
libro. La casa y el libro poseen, en definitiva, la misma entidad engañosa: una
“casa” de hojas de papel impresas por dos caras a varios colores con signos
delirantes que intentan reproducir (y comentar) las imágenes y fotogramas de un
dudoso documental (El expediente Navidson)
sobre las experiencias traumáticas de la familia Navidson en la maldita casa de
Ash Tree Lane en Virginia.
No se extrañe, entonces, de que muchos comentaristas,
dentro y fuera del texto, caractericen Casa de Hojas como una novela de terror: un libro
que se puede leer con la inquietud sobrecogedora con que se consume una novela
gótica, una historia victoriana de fantasmas, o un cuento fantástico sobre una mansión
poseída por algún ente maléfico venido de una galaxia remota o salido de una pesadilla
antediluviana. La única presencia malvada del libro, sin embargo, es la misma
casa campestre donde se instala la familia Navidson sin imaginar las funestas consecuencias
de esa decisión. El espacio habitado se colapsa y la experiencia doméstica,
como si la arquitectura de la vivienda la hubiera diseñado un avatar demoníaco
de Peter Eisenman, se transforma en terrorífica cuando en el basamento se abre un
portal de comunicación con una dimensión infernal indefinible que nos enfrenta
a la esterilidad del racionalismo científico, la insignificancia de los valores
morales, la falacia consoladora del humanismo laico y la creencia religiosa y solo
revela el puro horror de la existencia.
Tendría razón, en este sentido, quien le explicara
que Casa de Hojas
es una broma filosófica de alcance universal presentada tras el atractivo
envoltorio de una novela de terror deconstruida
por infinitas interpolaciones, digresiones y notas y una geometría no-euclidiana de planos
de ficción y enredados niveles de escritura e imagen. En efecto, si la vida
admite ser interpretada como una historia clásica de terror, la deconstrucción sistemática
de esta sería el método más inteligente para desnudar la ilusión vital de sus
atributos más superfluos y exponerla como lo que es, en toda su precariedad:
una construcción edificada al borde del abismo insondable (noche gnóstica, ungrund mística o pútrida nigredo alquimista), con sus fundamentos
flotando sobre el vacío vertiginoso, una masa insidiosa de materia oscura
acechando desde cada orificio y recoveco hasta apropiarse de su frágil estructura
y devolverla a la inexistencia y la nada, su origen pavoroso.
Uno de los epígrafes del libro es una invitación
paradójica a sumirse en sus enmarañadas páginas, como en los círculos
excéntricos del infierno dantesco, sin miedo ni esperanza: “Esto no es para
ti”. No haga caso a Danielewski, todos los autores mienten (incluso) cuando creen decir la verdad (como todo el mundo, por otra parte). Y no olvide, mientras lo descifra con
paciencia monástica, que el autor del jeroglífico novelesco estudió en Yale, sede de la
escuela de dinamiteros y pirotécnicos de la retórica más temida y odiada del mundo
académico, y allí leyó con provecho a Derrida y se inspiró en el ensayo más
seminal (o diseminado) de su etapa telqueliana[*]
para engendrar (jugando al límite de la cordura con los simulacros narrativos,
las máscaras autorales, las citas apócrifas y el diseño gráfico) esta novela
aberrante y erudita sobre el ingreso de la condición humana en una cultura
monstruosa, aún innombrable, que habrá abolido al fin de sus esquemas mentales las
ideas platónicas de origen y de centro.
Casa
de Hojas:
“forma informe” atrapada en un laberinto verbal sin salida al mundo.
[*] “La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines” (L´écriture et la différence, Seuil, 1967, pp. 409-428; este ensayo fundamental es citado no por casualidad, en versión original y doblado al inglés, en una nota al pie de Casa de Hojas, pp. 111-112).
[*] “La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines” (L´écriture et la différence, Seuil, 1967, pp. 409-428; este ensayo fundamental es citado no por casualidad, en versión original y doblado al inglés, en una nota al pie de Casa de Hojas, pp. 111-112).
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