jueves, 22 de abril de 2010

MASA CRÍTICA: UNA MODESTA PROPOSICIÓN PARA EL DÍA DEL LIBRO



Juan Francisco Ferré es un bajo continuo ametrallando y verbalizando y librando las batallas más duras y dulces a las que ha de entregarse todo escritor genuino: defender el territorio donde se generan los tsunamis: su cerebro. Ferré es un pensador post humano, una máquina de sentencias, un cyborg en ignición constante. Ferré es un acontecimiento cuya potencia desborda todos los límites de lo estrictamente puro.

-CÉSAR GUTIÉRREZ-


PROVIDENCE ha alcanzado ya tal masa crítica de respuestas positivas que me hace falta enumerarlas todas con el fin de no olvidarlas, como por desgracia he hecho en alguna ocasión. Como dice un comentarista reciente y reticente: Providence se ha revelado poco a poco como una novela que convoca odios, pasiones, discusiones alrededor de la nueva novela y, sobre todo, lectores” (Oscar, BlogdeLibros.com).

Muchos amigos escritores aprecian PVD. Aun siendo muy relevantes, por razones obvias, sus opiniones son relativas (para los demás, no para mí). Eloy Fernández Porta, Germán Sierra, Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo, Jordi Carrión, Robert Juan-Cantavella... Pero la amistad tiene límites cuando se trata de valorar la creación de alguien, aunque esa amistad sea posterior y no anterior al aprecio por su obra (caso de todos los citados). No será el amigo, por más que la elogie, ni tampoco el enemigo, por más que la denigre, o el tibio, por más que se escabulla, quienes hagan justicia a los méritos reales de una obra. Es sólo un test, necesario, sin duda, de que uno no ha fallado del todo
[1]

Javier Calvo, por ejemplo, es también un entusiasta de mi novela. Anda escribiendo un ensayo sobre ella para un libro que publicará este año. No hace mucho me dijo que le parecía la gran novela española de la década. No sé si creerle. En cualquier caso, aunque ya no lo piense, es bueno haber suscitado esa idea alguna vez. Por efímera que sea su duración. Ricardo Menéndez Salmón celebra PVD y le pone pegas a partes iguales en su reseña en Mercurio. Está en el orden de las cosas. En declaraciones posteriores, la califica, muy justamente, de “Fausto contemporáneo”, pero no acierta cuando habla, con la mejor intención, de clasicismo: Providence, de Juan Francisco Ferré, una novela que, de modo paradójico, desmiente el andamiaje teórico que la sustenta, pues me parece un texto absolutamente clásico en su forma, una especie de Fausto contemporáneo”. No hay tal: sin la teoría PVD no sería como es. No es tan difícil de entender: la teoría habilita a la ficción y ésta, aprovechándose del impulso paradójico recibido de aquélla, llega donde no llegaría sin ella. Montando y desmontando, no sé si me explico. Lo mismo pasa con Fausto. Ni para Goethe era su doble Fausto un clásico en el sentido horaciano de la palabra (ni para nadie más: Joyce y Gaddis lo transformaron en inspiración de sus experimentaciones narrativas, entre las más logradas del siglo pasado). Por otra parte, esa maldita palabra debería desaparecer del vocabulario de cualquier artista exigente (como lo es Menéndez Salmón). “Clásico”, como señalara Roland Barthes, viene de “clase” y los clásicos de la antigüedad lo eran por eso, por proceder de cierta clase, de cierto estamento social, mientras los plebeyos, como Apuleyo o Luciano, eran bárbaros, extranjeros. Yo estoy con éstos. No sólo por razones morales o culturales sino estéticas. Las poéticas clásicas, las poéticas basadas en la clase, castiza o no, sólo pueden producir avatares de Horacio (con o sin su talento, importa poco). Árbitros castradores de la cosa creadora, dómines dominantes, hostiles a toda impureza, vital o artística…

Muy difícilmente, además, puede PVD ser considerada una obra clásica, tal y como señalan algunos críticos para elogiar sus cualidades más convencionales o asumibles. PVD es una novela que viaja al comienzo de sí misma, al origen de su dicción y se abisma en él sin complejos, contando con detalle de dónde procede aquélla, desde qué instancia se organiza: del corazón (de las "tinieblas") de lo digital. Es de ahí mismo, de ese bucle computacional, de donde brota la voz balbuciente de Álex Franco desde la primera toma (ZONA CERO). Esta génesis tecnológica es ficcionalizada a través de la historia del pobre cineasta (SPOILER ALERT!) que acaba sentándose en una silla eléctrica reconvertida en máquina de extracción de la valiosa información almacenada en su cerebro (dopado con drogas y con experiencias “especiales”), volcando el contenido de éste (imágenes, recuerdos, datos, etc.) en la memoria artificial de un ordenador. Con esto (a partir de estos materiales y situaciones) se construye la enrevesada trama narrativa de PVD: tanto el videojuego y la película del mismo nombre (uno basado en la otra, o viceversa) y la novela que los incluye a ambos. El experimento radical de que Franco (como el lector) es víctima carnavalesca. Por si fuera poco, para alertar sobre su condición tecnológica, la trama de PVD se bifurca en un momento dado y ofrece varios finales alternativos o posibles (detalle que pasa desapercibido a algunos lectores, por lo que entiendo, del mismo modo que el capitalismo naturaliza sus efectos y secuelas) y en uno de ellos, el de elección más probable, ocurre lo que acabo de contar (mientras en el epílogo dos mujeres comentan lo sucedido con Franco, como si nada, en el interior de un ascensor que conduce al lector, un viajero más del hiperespacio espectacular, por el vientre de un rascacielos de última generación hacia el pináculo de cristal donde se aloja el “cerebro” de la novela). En suma, una novela así no puede, no debe, no puede, no debe, no puede, no debe, ser considerada clásica, por más que los recursos literarios y la potencia figurativa de la tradición novelesca occidental hayan sido movilizados para hacer funcionar el artefacto sin perjuicio del placer de lectura
[2].

“ESTO NO ES GALDÓS”, socorro, titula no por capricho Manuel Moyano su crítica de PVD: “Ferré sacude las telarañas de nuestra narrativa con una novela ambiciosa y desbordante…Sin duda una de las mejores novelas españolas de los últimos años”.

El interesante narrador gaditano José Eduardo Tornay, enojado con las lecturas más conservadoras, opinaba esto sobre PVD en un programa radiofónico: “Se trata de una novela espléndidamente bien escrita, imaginativa, arriesgada, sorprendente, culta, divertida, extraordinaria”.

Voy, pues, por orden cronológico, con la lista ingente, siempre inteligente, de los que, hasta el momento, han escrito (o están escribiendo) con cierta extensión sobre PVD
[3]: François Monti (Fric-Frac Club), José Ernesto Ayala-Dip (Babelia, El País), René López Villamar (Teoría del Caos), Fernanda Donoso (La Nación de Chile), Jesús Andrés (Ceci n´est pas un cahier), Juan Antonio Masoliver Ródenas (Cultura/s, La Vanguardia), Juan Goytisolo (Babelia, en español, y Courrier International, en francés), Ramón Buenaventura (El Librillo de Ramón Buenaventura), Santos Sanz Villanueva (Culturas, El Mundo), Javier Avilés (El lamento de Portnoy), Mauricio Salvador (The Art of Fiction), Domingo Ródenas (El Periódico de Cataluña), Jordi Costa (EP3, El País), José Martínez Ros (Notodo.com), Pablo Martínez Zarracina (Pérgola, El Correo Vasco), Juan Ángel Juristo (ABCD), Antonio Garrido Moraga (Territorios, Diario Sur, y, en una versión ligeramente distinta, en Diario de Córdoba), Alejandro Lillo (Ojos de Papel), Ricardo Menéndez Salmón (Mercurio), Álvaro Quintana (Blog Correspondencia), Manuel Moyano (La Verdad de Albacete), Marco Kunz (Quimera), Javier Calvo (in progress), Miguel Espigado (Afterpost, en mayo). Vendrán más, dejo la lista en espera (así es, si cabe, más lista)…

“Hipernovela que pone en duda a la realidad, disección sexual de los Estados Unidos, biografía del escritor de ciencia ficción de Lovecraft, en clave lovecraftiana, ajuste de cuentas con la vida cultural y cinematográfica de la España actual, Providence es muchas cosas, y sobre todo una obra que no deja indiferente… En el fondo, un cineasta es invitado por una extraña organización a residir en Providence (cuna de Lovecraft) y filmar, con todo pago (incluyendo una dotación de droga azul), un guión evanescente sobre un juego de ordenador que puede ser una farsa o un virus que devora la realidad, y la devuelve como una pesadilla y el paraíso de la supremacía blanca y capitalista” (Oscar, BlogdeLibros.com).

Y a todos los que no disfrutaron de PVD, o la aborrecen, o la detestan o me detestan por haberla escrito, gracias. Sin vosotros, sin vuestra existencia, sin vuestro aliento en la nuca, no tendría sentido, de verdad, escribir una novela como ésta. De modo que mi mayor agradecimiento una vez más (ellos saben quiénes son) [4].

No en vano PVD ha sido calificada “aquí y allá como la obra de [un] provocador”: “Providence es una novela que se lee y muy bien, aun y si al lector le tienen sin cuidado los puñetazos que Ferré acomoda a muy reconocibles figuras de la alta vida cultural española” (Oscar, BlogdeLibros.com). Nunca imaginé esta dimensión pugilística de la novela (de hecho sigo sin saber cuáles son esas “figuras” agredidas y, si fuera cierto, cómo es que al lector le traen sin cuidado, no lo entiendo, alguien debería defenderlas de mis puños), pero como decía el maestro Arno Schmidt todo lector necesita a veces de un buen “puñetazo” (yo he recibido muchos en mi vida de lector, casi tantos como en mi vida de escritor: de hecho todos los que recibí como lector, para bien y para mal, me hicieron el escritor que soy) que lo saque del atontamiento en que vive sumido desde siempre.

Asumo todas las críticas, en especial las regulares y las malas. Me dan vida. Y al libro también. Y, además, son tan escasas que casi me siento en la obligación de protegerlas como a una especie animal amenazada. Las buenas críticas, en cambio, son muy peligrosas, inflan la vanidad, incrementan el ego, debilitan la exigencia creativa, enturbian la amistad y fomentan las relaciones sexuales, etcétera, así que nunca perdonaré a los muchos que me las han hecho (las críticas positivas) pues por ellos escribiré aún peores libros en el futuro. Me encanta este juicio, sin embargo, soy así de perverso, o de ingenuo: “El resultado de la travesía por la prosa excesiva de Providence es reservado, pero esa es la idea cuando se corren riesgos” (Oscar, BlogdeLibros.com). Me lo tengo merecido.

La conjura de los necios
está siendo derrotada, a pesar de las evidencias[5].

No se hable más[6]

[1] Esto me da pie, por cierto, para desautorizar como resentidos y envidiosos o injustos a todos los que han emprendido una campaña de difamación pública o privada contra el grupo Nocilla-Mutante-Afterpop (comenzando por algunos notorios periodistas culturales, empeñados en preservar su poder sin tener que molestarse en leer, mucho curro/escaso tiempo, ni en reconocer la valía de autores que no estén a sueldo de la casa, en los que se ha invertido mucho para dejarlos ahora tirados). Aprovecho la ocasión, por tanto, para descalificar como injurias y calumnias tales afirmaciones y, además, para reiterar que los escritores así denominados han trabajado durante años en solitario, ajenos al ruido de las modas, los agrupamientos editoriales y los éxitos comerciales o mediáticos, entregados al más exigente esfuerzo creativo e intelectual, sin esperar a cambio ninguna recompensa. Nunca hubo en ellos ningún sentimiento gregario (al revés de lo que creen los solitarios profesionales, bien acogidos eso sí a la imagen de marca de algún gran grupo corporativo que sepa protegerlos de las acechanzas y las asechanzas, que de todo hay, de la intemperie, y comercializar de la manera más rentable tal condición dizque “singular”) ni se agruparon por otro motivo que la simpatía crítica y la complicidad creativa (lo que puso nerviosos a los mediocres de siempre, preocupados en cuanto un escritor habla bien de otro por razones no lucrativas o de promoción en la jerarquía, que es el único lenguaje que entienden), por lo que cualquier deserción de tal grupo conjetural, o cualquier afiliación al mismo, resultan igualmente incongruentes. Que haya sonado la hora de hacer valer o poner en valor su trabajo en nada cuestiona los fundamentos ni las motivaciones de éste, al revés de todos los que sólo pretenden, al denigrarlos, preservar el rutinario estado de cosas en que se sentían tan confortables y tenían tan controlado y que la aparición de estos escritores ha venido a alterar de manera quizá definitiva (de la literatura española concebida como un escalafón funcionarial o un mercadillo de barrio en tiempos de crisis). Para descalificar a los “nocilleros”, como decía no hace mucho Eloy Fernández Porta en una entrevista algo manipulada (se cortaron nombres que dio, se añadieron nombres que nunca pronunció), lo primero que hay que hacer es leerlos, como ellos han hecho previamente, añado yo, con todos y cada uno de los que han descalificado. Si la literatura, en vez de una merienda campestre, fuera una liga de fútbol, tengo muy claro quiénes ocuparían los primeros puestos de la competición y quiénes, por juego y resultados artísticos, estarían pidiendo a gritos, casi por compasión, que los bajaran a segunda división. Al final algunos editores y algunos críticos se han revelado los más inteligentes, dueños de una gestión lúcida de la escena…

[2] Y lo siento de verdad por Maese V., que es, de todos los dómines, el que peor lo pasa con estas indefiniciones conceptuales, estas hesitaciones terminológicas que sólo benefician a los postmodernos de siempre, estas cogitaciones inciertas, estas chuflas categoriales, que le irritan el hígado y el esfínter, le agrian aún más el carácter y, por demás, le roban el sueño, ya de por sí esquivo desde que tratara de leer a Pynchon a deshoras para hacerse otra idea del realismo y le fallaron los nervios. De ese “fallo” da testimonio, por si aún hiciera falta, el último “fallo” del premio de la crítica nacional (del premio de la crítica andaluza prefiero no hablar, su caso sería sintomático si no fuera también esperpéntico y casposo, lo que disminuye su importancia objetiva). Que obras de la envergadura, originalidad e importancia estética de Intente usar otras palabras, Nocilla Lab, Aire Nuestro y Providence ni siquiera figuren entre las finalistas, excluidas de antemano por razones espurias, da una idea del rencor sectario y la mediocridad crítica con que se han realizado las supuestas discusiones del jurado (con todos mis respetos hacia el ganador, por supuesto, que nada tiene que ver en esto, todo lo contrario, pero al que le convendría saberlo, sin duda). Es verdad que, como se ha dicho con frecuencia, lo que debía encumbrarse a las sublimes alturas de Nabokov o Pynchon (aunque los que hablan no hayan frecuentado tanto sus páginas como para saber exactamente qué se entendería por tales) se abisma a menudo en las fosas insondables de la peor imitación de cualquiera de sus herederos o discípulos (¿David Foster Wallace?). Pero también es verdad que, en el otro lado, abundan sin escándalo las peores imitaciones imaginables de Borges, Bernhard, Monterroso, Eco, Carver, Amis, García Márquez, Tolkien, Ken Follet, Vizcaíno Casas, Cela, Martín Vigil, Bolaño, Salinger, Delibes, Salter, Coetzee, y un largo etcétera de modelos aceptados como provechosos o postineros en las escuelas de letras y los suplementos al uso, y a nadie le importa lo más mínimo. Más bien al contrario, al enésimo émulo del realismo mágico, sucio o similar nadie le saca los colores cuando denuncia sin rubor al presunto émulo de DeLillo. Así de corruptas están las cosas…

[3] Cuelgo más abajo, como PROVIDENCE FEEDBACK, sólo aquellas críticas de las que cuento con una copia electrónica.

[4] Hace unos días, en el Boletín Oficial de la Izquierda Guay, se acusaba a la banda terrorista nocillera, con total ignorancia y mala intención, de sentir repugnancia por los temas de actualidad (excepto por los relacionados con la “mafia”, como es lógico, por puro afán de supervivencia, para que no los exterminen impunemente...). Es irónico, en cualquier caso, que esa acusación arbitraria provenga de un individuo que ni se ha molestado en leer PVD, ni por supuesto nada de mi obra anterior. Si no sería imposible (por hablar sólo de mí) que proclamara semejante dislate a propósito del autor de, por ejemplo, “Homenaje a Blancanieves” (único relato español que aborda la cuestión de los GAL, escrito además en 1996, en pleno fragor mediático de la cosa, y publicado en Metamorfosis), La fiesta del asno (si el terrorismo de ETA no es un tema de actualidad debe ser que hace mucho que no leo, por pura pereza, el NY Times, Le Monde, La Stampa, The Guardian o el Wall Street Journal) o PVD (una novela sobre la América y el mundo post 11-S que todos, por desgracia, conocemos muy bien, en directo y en diferido, en carne y hueso y en píxel remasterizado). Sólo cabe una explicación al infundio difamatorio: la desinformación manda sobre todas las cosas. La intoxicación gobierna los principales titulares de cierta prensa cultural. No hay otra causa. Como anunciaban las brujas de Macbeth (modelos del periodismo más agorero) en su jerga de confusión sensacionalista: arriba es abajo, lo blanco es negro, la guerra es la paz por otros medios, por qué no, ¿y si funciona el hoax y me hago reyezuelo del cotarro? Todo un clásico Maese Will, este sí, plenamente contemporáneo.

[5] El imperio de lo anodino contraatacando con su peor arma: la caspa, toneladas de caspa cayendo sobre todos nosotros como una nevada de mierda blanca, infumable, intragable, indigesta. Y, por si fuera poco, algunos profesionales de la opinión (tan desinformados y sesgados como cabía prever en voceros adscritos a aparatos mediáticos mayoritarios, expendedores de la banalidad informativa en que naufraga la ambición de conocimiento de los lectores) exhiben sin pudor su ignorancia absoluta sobre lo que significaría una ficción consecuente con los desarrollos culturales y tecnológicos del presente. No merecería la pena denunciar la trivialidad de sus “juicios” si no fuera por el daño que hacen. Asociar a la novela española contemporánea con los practicantes de la novela histórica y desdeñar con palabras vacuas otras especies narrativas más renovadoras, no sólo es un gesto crítico de una deshonestidad obscena (¿ha leído el opinólogo vocacional todo lo que se publica?, es más, ¿es capaz con sus categorías algo desfasadas de entender lo más nuevo o innovador de cuanto se publica en España o en el mundo?) sino que hace el juego a todos los que creen, frotándose las manos, que la única literatura en español que merece la pena, por sistema y sin distinciones, es la hispanoamericana. Qué error monumental, con la cantidad de impresentables medianías que se aprovechan de la etiqueta étnica para medrar en los medios y propagar opiniones interesadas o mediocres (es lo mismo) sobre el estado de cosas. Los más renovadores escritores de ambas orillas saben dónde está el problema, ya que padecen los mismos males endémicos, y por eso se entienden y se convierten en grandes cómplices apenas tienen la oportunidad de conocerse (como me ha pasado estos días, por cierto, con el peruano César Gutiérrez, brillante autor de Bombardero, una de las obras más renovadoras del panorama narrativo latinoamericano y emparentada, como su autor sabe de sobra, por ambición, originalidad y riesgo con PVD).
[6] Me debo ir. Me espera (no Cuerpos divinos, ay, ni ningún "cuerpo divino", hoy no, lo siento por los voyeurs habituales) el nuevo episodio de Family Guy (Padre de familia), mi teleserie de animación favorita (y no sólo porque se ambiente en una Providence surreal como la de mi novela). Su creador, Seth McFarlane, tiene el sentido del humor más aplastante y envidiable del momento. Como fue estudiante de la otra gran institución universitaria local (Rhode Island School of Design), acabo de adquirir en la tienda del Museo del RISD (un edificio imponente recién reformado por Moneo) el Monopoly de la teleserie, un gadget encantador que venden aquí en exclusiva. Tal vez lo utilice como modelo en mi próxima novela: Providence (volumen 2)...

6 comentarios:

reletreando dijo...

Hace unas breves horas que acabé Providence. La verdad que aún la estoy digiriendo (o reflexionando sobre ciertas partes) pero me ha dejado un muy buen sabor de boca.

Mis enhorabuenas.

Madison dijo...

Enhorabuena Juan Francisco.
A ver si algún día tengo ocasión de que me lo firmes.

Francisco Javier Torres dijo...

¡¡Bravo, Juan Francisco!! Claro, contundente, lúcido comentario, deslumbrante. Y además, respetuoso, nada petulante (no es coña, ¿eh?). Poco más puede pedirse. Leída PVD. Me venció. Fin del mensaje.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Gracias a los dos por vuestros comentarios.

Reletreando: la cita que eliges de PVD en tu blog da una idea de la inteligencia láser de tu lectura. Me gusta mucho que te hayas fijado en esas reflexiones "diabólicas"...

Madison: a mí también me encantaría firmarte tu ejemplar en cuanto haya oportunidad. Por desgracia, a pesar de las múltiples invitaciones, paso el Día del Libro en Providence (USA) en vez de difundiendo Providence en España. No se puede tener todo al mismo tiempo. Me comprometo a esa firma en cuanto sea posible. Gracias otra vez por tu comentario.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Amigo/Hermano Paco: me inclino, conmovido, ante tu afectuoso comentario, que sé sincero. Mil gracias y abrazos.

Unknown dijo...

Providence es una obra maestra que no tendría que pasar desapercibida.