miércoles, 27 de julio de 2022

ACHICHARRADITOS


 [Publicado ayer en medios de Vocento] 

     España es una hoguera pública en la que todo se quema. Los bosques arden y se incendian las opiniones. El país ha entrado en combustión y nadie se salva de la quema. El cambio climático es un hecho científico, pero también un escenario político. Escucho a un experto en ingeniería forestal decir que el cambio climático no puede servir de escudo para justificar la incompetencia de los gobiernos. El abandono del medio rural es desastroso. Ocuparse del campo y preocuparse por las cosas del campo ni da votos ni gana elecciones. La inversión en medios y remedios es tan ridícula como rasgarse las vestiduras cuando ocurre la catástrofe.

Los políticos van a lo suyo y no escuchan a los expertos. No entiendo para qué los tenemos entonces. Para qué ese caudal de conocimiento acumulado. Es el fallo propio de un sistema de gestión que solo piensa en politizarlo todo y capitalizar el beneficio electoral derivado. Lo vimos con la pandemia y lo volvemos a ver ahora con las secuelas energéticas de la guerra de Ucrania. Es irónico que en un verano tórrido como pocos estemos planificando las cantidades de gas que podremos quemar para combatir el frío extremo y el gélido cerebro del supervillano Putin.

Cuando un gobierno se quema, todos los ciudadanos se vuelven árboles, dicho confuciano. Sánchez está dispuesto a quemar lo que haga falta para que no se le escapen las próximas elecciones. La sede socialista está que arde con tanta pira improvisada. El holocausto anual forma parte ya del folclore del partido. Los quemados y las quemadas, como dice la aritmética feminista, han consumido su energía al servicio del líder supremo y no saben cómo reciclarse. Sánchez tiene algo de pirómano paradójico. Quema cuanto toca y está más quemado que el bosque castellano. El incendio democrático que prepara Sánchez promete ser un infierno electoral para sus competidores. Piensa arrasarlo todo con tal de no perder el poder. Sus ataques fiscales a bancos y eléctricas son mera retórica y postureo, según los expertos, para movilizar al sector más quemado de la izquierda incendiaria.

En este contexto, cuanto más complejo se vuelve el mundo, menos rancia y más inteligente debería ser la respuesta cultural mayoritaria. Hay que ver, por eso, la teleserie “Devils”, donde se muestra la influencia del poder financiero en la política y cómo los grandes datos corporativos sirven para ganar elecciones y referéndums. Esta lección Soros se la recuerda a Sánchez a diario. Lo dicho. Achicharraditos. 

miércoles, 20 de julio de 2022

EL PARAÍSO AMERICANO


  [Kurt Vonnegut, Desayuno de campeonesBlackie Books, trad.: Miguel Temprano García, 2022, págs. 293] 

       Como se anuncia desde el principio, con una prolepsis narrativa que se enreda en múltiples digresiones, la ficción de esta novela carnavalesca de Kurt Vonnegut (1922-2007) cuenta el encuentro de dos curiosos personajes, el magnate de medio pelo (Dwayne Hoover) y el escritor de ciencia ficción más desconocido del planeta (Kilgore Trout) en una pequeña ciudad de Ohio (Midland City). Hasta llegar a esta cita trascendental para ambos, Vonnegut se divertirá como loco trastornando las categorías tradicionales de la narración, haciendo un uso libérrimo de los signos en la página, incluidos dibujos y grafitis pueriles o glosas peregrinas sobre lo divino y lo humano.

           “Desayuno de campeones” (1973) es una novela total que, a su vez, realiza una sátira del sueño americano con ambición crítica y corrosivo sentido del humor. Cuanto más serio se quiere poner Vonnegut denunciando los males de la nación americana, ya sea la esclavitud, el racismo, los desmanes del poder y el dinero, la iniquidad capitalista, la robotización de los ciudadanos y la explotación de los recursos naturales, más le aflora el estilo grotesco e hilarante, más sus azotes y golpes a las falacias de la mitología yanqui parecen homilías irónicas de un payaso posmoderno.

No es caprichoso que, para realizar su cómico proyecto de enmienda a la totalidad de la ideología americana, Vonnegut no se conforme con los vistosos protocolos de la ficción y recurra a los trucos y maquinaciones de la metaficción. Como autor demiurgo, Vonnegut se entromete en las texturas de su artefacto para manipular a los personajes, recordarles que es él quien les dio la vida de ficción en la que se debaten absurdamente y puede disponer de ella a placer. De hecho, el encuentro catastrófico entre Hoover y Trout es urdido por Vonnegut como confabulación contra la salud mental de uno y tentativa de regeneración moral del otro.

Que el signo del encuentro sea apocalíptico no deja de ser revelador del uso metafórico que Vonnegut, aquí y en otras novelas, confiere a los conceptos y tramas de la ciencia ficción de la mano del estrambótico personaje de Trout. Este ya era el instigador de la fantástica trama de la novela más famosa de Vonnegut (“Matadero cinco”; 1969) como escritor favorito del protagonista. En “Desayuno de campeones”, Trout se enfrenta a la insignificancia de su figura como fabulador que solo consigue publicar sus parábolas especulativas en revistas porno neoyorquinas, donde los excéntricos brotes de su imaginación son ilustrados por fotografías de pechos y sexos femeninos o actos orgiásticos. A Trout la explotación sexual del cuerpo de las mujeres le parece un signo de la bancarrota cultural de la especie humana, pero es al mismo tiempo el único medio de encontrar admiradores como el millonario Rosewater, otro personaje habitual del multiverso Vonnegut.

Hoover, en cambio, no es más que un hombre de negocios hecho a sí mismo, un vendedor de coches que vive al borde de un ataque de locura. Un paradigma del emprendedor americano, huérfano, mujeriego, viudo, autoritario y misógino, que engendra con su agresiva actitud ante la vida un hijo homosexual y músico (Bunny) y arrastra al suicidio a su esposa (Celia), quien se venga por un matrimonio asfixiante ingiriendo un líquido desatascador que la mata entre horribles padecimientos. Como se ve, los temas de Vonnegut son melodramáticos y dignos de una novela realista convencional y, sin embargo, su ingenio e inventiva acentúan el parentesco con humoristas literarios como Laurence Sterne y Mark Twain que representaron la vida en toda su comicidad y ridículo. Esta es, en suma, la singularidad de la marca Vonnegut.

miércoles, 13 de julio de 2022

MALOS TIEMPOS


[Publicado ayer en medios de Vocento] 

Pongamos en limpio el estado de las cosas en el mundo y quizá nos llevemos algunas sorpresas. El mapa cognitivo de la actualidad pasa primero por Ucrania. En esta maldita guerra Putin está demostrando conocer a fondo los vicios y el cinismo proverbial de las democracias occidentales. Putin nos ha calado con la astucia de un viejo zorro que vio pudrirse el sueño soviético y demolerse la Rusia posterior. Los espectadores están hartos del conflicto y las televisiones no quieren perturbar aún más sus fantasías de bienestar con pesadillas como la recesión y el corte energético. Si nos cansamos tan pronto de defender valores éticos será porque, en realidad, el único ideal que nos mueve es el de la prosperidad material y el hedonismo barato. El modelo político es Boris Johnson. Un gamberrete oxoniense convencido de que la broma estudiantil podía expandirse al infinito más allá de la juventud.

En cuanto la inflación y los precios se disparan, los virajes ideológicos se vuelven peligrosos. En Estados Unidos la impopularidad de Biden crece imparable y la violencia armada se recrudece hasta extremos impensables mientras Trump aguanta contra las cuerdas. Pero la violencia no es solo patrimonio constitucional americano. Los europeos tenemos nuestra propia cosecha roja. Terrorismo islámico contra gays en Oslo, ataque terrorista indiscriminado en Copenhague, matanza policial en la frontera de Melilla. Por no hablar del poder fantasmático y el partido de las cloacas de Villarejo que conspiran contra Sánchez para asaltar las instituciones y poner al mando a la derecha facinerosa, según Pablo Iglesias.

El problema real de Podemos no es que discrepe del partido con el que gobierna, sino que crea que pactar con los socialistas no paga precio ni mancha las manos. No se sale indemne de esa alianza tóxica con el poder. Para tratar de remediarlo, el comunismo Chanel de Yolanda Díaz cita a su gente en el Matadero con un discurso banal diseñado para seducir a las mentes más ilusas. El mitin de “Sumar” representa un acto de fe ingenua en el futuro electoral de la izquierda. Un simulacro de esperanza de que aún es posible cambiar un mundo endiablado en el que, como muestran la guerra de Ucrania y la nueva geopolítica de la OTAN, la ley del más fuerte se impone sobre la razón económica y el cinismo universal. En suma, es solo un síntoma de fracaso. Qué favor ha hecho Putin a todos los que no quieren que averigüemos la verdad sobre la pandemia. Malos tiempos para la política. 

viernes, 8 de julio de 2022

NEGRA Y BLANCOS


  [Raven Leilani, Brillo, Blackie Books, trad.: Laura Ibáñez, 2022, págs. 235] 

Razas, no colores; gente, no tonos fijados en un lienzo; personajes, no siluetas de sombra y luz. Es lógico que Obama haya celebrado las grandes virtudes de una primera novela como esta escrita por una joven mujer negra en una época en que el “Black Lives Matter” domina el escenario ideológico americano con su denuncia de los crímenes del racismo institucional. Es comprensible que la gran novelista Zadie Smith, más allá de que Leilani sea su discípula, haya alabado los méritos literarios de una novelista tan hipersensible como inteligente en su retrato de una vida americana sometida a turbulencias inefables y mutaciones tan sutiles que escapan a la mayoría de los observadores y comentaristas mediáticos.

En su debut como novelista, Leilani ha logrado mucho más que un éxito artístico: “Brillo” es un documento esencial sobre lo que está sucediendo en la América del siglo XXI. Es una magnífica noticia, además, que una escritora como Leilani se sume al contingente de narradoras blancas, como April Lawson o Kristen Roupenian, que mantienen el pulso literario y la tensión estética en la representación de una realidad y unas formas de vida que ya no encajan en los tradicionales formatos narrativos.

La fácil lectura que se puede hacer de esta novela brillante es la generacional. Leilani tenía casi treinta años cuando la publicó y Edie, su narradora y protagonista, es una veinteañera obsesiva, deslenguada y promiscua. En “Brillo”, Leilani tiene el acierto de hacer lo que corresponde a una escritora de su edad y de su tiempo: tomarse todas las libertades imaginables a fin de sumergirse sin tapujos ni tabúes en las turbias aguas de la vida contemporánea. Una novela intensa que comienza con la chica quitándose la ropa interior en su trabajo porque se lo pide con delicadeza, a través de internet, un blanco cuarentón llamado Eric, que luego devendrá su tortuoso amante, y acaba con esta misma chica, después de un cúmulo de desventuras, asumiéndose como artista al pintar desnuda a Rebeca, la esposa de Eric, no puede ser, bajo ningún concepto, una novela convencional. Una de esas novelas que solo pretenden explotar los encantos y la frescura de la juventud para deleite de lectores maduros. Todo lo contrario.

El “brillo” del título es el lustre con que los cuerpos y los objetos resplandecen cuando tienen vida o son nuevos, atractivos y jóvenes: el lustre del barniz en un cuadro o un mueble, el lustre de la piel y la mercancía, el lustre que se desgasta con el tiempo. Huérfana y desahuciada de todo, sus estudios, su trabajo, sus relaciones, su vocación, sus amoríos y hasta un sórdido apartamento compartido, la atrevida Edie se infiltra por azar en la residencia privada de Eric y Rebeca como un agente provocador al que sería más peligroso dejar fuera que acoger con cierta generosidad. Edie ingresa en la situación perfecta para descubrirse como ser humano marcado por el sexo y la raza, además de por la edad, y, todavía más importante, encontrar en la intimidad perturbadora de esa casa familiar los fundamentos de una sensibilidad pictórica plagada antes por las dudas, la dificultad y la fragilidad.

Es hermosa la idea de que Edie establezca en el espacio doméstico conexión mental con Akila, una niña negra adoptada e inadaptada, que necesita expresarse a través de la ficción escrita sobre el mundo de los superhéroes, y que sea ese el punto de apoyo que la ayude a creer en su singularidad personal. Como también es una idea ingeniosa que Rebeca ejerza como médico forense y que la vocación artística de Edie se realice finalmente cuando la misteriosa mujer de su amante, tras un aborto aséptico, la invite a pintar los cadáveres que disecciona y luego a ella misma desnuda. 

HBO ya está produciendo la serie.

martes, 5 de julio de 2022

MULTIVERSO


[Publicado en medios de Vocento el martes 28 de junio] 

El multiverso está de moda. Es multiuso. Lo mismo vale para un roto electoral que para un descosido internacional. Vivimos instalados en sus dominios mentales como en un parque de atracciones. Cada vez que algo sucede nos contenta o nos inquieta que en un universo paralelo ocurra su alternativa. Eso explica la extraña actitud de muchos líderes, vivan o no en un universo burbuja, y millones de ciudadanos que todavía les hacen caso.

El multiverso existe para convencernos de que este es el mejor de los mundos posibles. Hay así otros mundos en los que Putin no invade Ucrania, pero es zar de Eurasia, Trump gana la reelección sin hacer trampas, Mónica Oltra no dimite y su marido no abusa de una niña, Juanma Moreno es presidente andaluz con el apoyo de Vox y Ciudadanos no naufraga en la inutilidad. El multiverso da vértigo, sin duda. Esos universos divergentes solo sirven para que este donde vivimos atrapados nos parezca preferible. Imaginen un mundo donde Sánchez gobierna sin recurrir a medidas populistas para comprar el voto de los desfavorecidos y enmascarar su impotencia política y económica y sentirán escalofríos.

El multiverso nos libera también del peso de las cosas. No es tan insoportable este mundo si se piensa que existen otros diferentes donde el gas, el petróleo y la electricidad han sido sustituidos por la magia, la telepatía y la simpatía natural, como tuitean sin parar ciertos visionarios de izquierda. El multiverso cuántico es un recurso rentable cuando tus políticas se enredan en la incongruencia. Versatilidad y fluidez ante todo, nuevo eslogan guay. Organizas a bombo y platillo una cumbre de la OTAN para redefinir la geopolítica mundial, con los podemitas en contra, pero te consuelas con la utopía de otro universo donde no hay OTAN ni amenazas globales ni socios molestos. Es el peligro del multiverso. Su círculo vicioso, según los expertos. Hacernos creer que cualquier cosa es posible y todo está permitido, hasta la matanza de migrantes en la frontera marroquí.

El multiverso es aleatorio, desde luego, por eso en algunas mentes brillantes pervive la imagen rancia de un mundo de andaluces sin luces. Es evidente desde hace tiempo que Andalucía es un parque tecnológico del siglo XXI habitado por gente inteligente y preparada. Los políticos que no entienden las mutaciones culturales de los pueblos están condenados por la historia. Lo malo del multiverso es que siempre nos recuerda que la realidad es real. El inconcebible universo, diría Borges.