miércoles, 31 de enero de 2018

ENEMIGO PÚBLICO


Enemigo público no es un grupo de rock fracasado, ni una película de malotes profesionales empeñados en fastidiar al orden establecido. Enemigo público es un estatus de privilegio, una condición única, una forma de ser especial y casi un título nobiliario. Ahora Puigdemont es uno de los nombres que más se repiten como candidato local al puesto infame. Hasta una chirigota gaditana, en venganza por sus mofas inconstitucionales, lo ha retratado como personaje grotesco a punto de ser decapitado ondeando una estelada.
La peregrinación europea de Puigdemont va a dar motivos de risa durante años. Si esta tarde aparece de improviso en el parlamento catalán dispuesto a ser investido para un nuevo simulacro de legislatura, provocará hilaridad máxima, dentro y fuera de Tabarnia. Si lo hace travestido, todavía más. Si quiere quitarle el protagonismo a Arrimadas, más le vale hacerlo con vestido de noche y escotazo, peluca negra y tacones de aguja, que ataviado de oficinista o enterrador. Sería el disfraz más fotogénico para un político al que tanto preocupa la imagen. En las puertas del parlamento podría montarse un jolgorio espectacular, con los miles de fans luciendo la careta del ídolo Puigdemont y el gran antihéroe del catalanismo huyendo de la policía españolista con faldas y a lo loco.
Parecemos condenados a soportar gobiernos ineficientes y alternativas aún más ineficientes. Y así nos va, como en un esperpento berlanguiano. A Cristiano Ronaldo lo abuchean con rencor en Mestalla como si fuera el enemigo público número uno de la comunidad valenciana que los Fabra, las Barberá, los Camps, los Costa y demás mangantes del partido han saqueado durante décadas, con el aplauso popular, hasta convertirla en una república folclórica. La justicia es tan científica que los delitos se cometen a velocidad luz y las sentencias se dictan a cámara lenta, justificando la sensación de impunidad que corroe a los ciudadanos, voten o no al partido naranja.
Un amigo humanista me reprocha mi excesivo pesimismo. Y le replico con la opinión de un maestro innombrable, enemigo público en la Cuba castrista. No es solo que el poder corrompa. El problema es que las relaciones humanas están siempre asociadas al poder. Un vídeo doméstico de la familia real nos lo ha recordado esta semana. En un ridículo intento por acercarse al pueblo, la realeza ha parodiado la vida real de sus humildes súbditos, generando una caricatura denigrante. Como una sopa de cardos. Así ve la monarquía la vida de los españoles que, brecha salarial aparte, no tienen ni la posición ni el dinero ni el linaje para hacer otra cosa que salvar el cuello y sobrevivir a la quema diaria de sus esperanzas e ilusiones.
Qué ganas tengo ya de que empiece de verdad el carnaval. Ese tiempo mágico en que todo debe cambiar para que nada cambie. 

lunes, 29 de enero de 2018

AUTOBIOGRAFÍA IMAGINARIA


[Machado de Assis, Memorias póstumas de Brás Cubas, trad.: Elena Losada, Sexto Piso, 2017, págs. 405]

       Es un fenómeno extraño y maravilloso que la creatividad de un autor obtenga el reconocimiento de escritores posteriores de muy diversas tradiciones y nacionalidades. Así ha sucedido con el brasileño Joaquim Machado de Assis, celebrado por escritores tan afines como Cabrera Infante, Carlos Fuentes, John Barth, Salman Rushdie o Susan Sontag, de quien tomo prestado el concepto de “autobiografía imaginaria” para definir el género al que pertenece esta obra maestra de la inteligencia novelesca, por no hablar del joven defensor de la noción de literatura mundial, Adam Thirlwell, fan total de este libro y de su autor.
La primera gesta que encierra la escritura de este libro formidable tiene que ver con la huida de un contexto provinciano como el periférico Brasil del siglo diecinueve. La segunda gesta, relacionada con la anterior, es cómo escapar de las determinaciones culturales de su tiempo y saber enlazar con la veta más innovadora y refrescante que provenía del siglo dieciocho francés e inglés. Si uno de los modelos indiscutibles para escribir esta novela memorable es el “Tristram Shandy” de Laurence Sterne, otros dos podrían ser los “plagios” creativos de este modelo realizados en siglos sucesivos por Diderot (“Jacques el fatalista”) y Xavier de Maistre (“Viaje alrededor de mi cuarto”). Este es el milagro de la literatura: cuanto más genuina parece, más enraizada en un país y una época concreta, más abraza la tradición internacional que la extrae de las limitaciones de su cultura de origen y conecta con ese escenario transnacional donde la verdadera literatura demuestra su esencia cosmopolita. (Esta dimensión, por cierto, es la que funda la “República mundial de las Letras”, como la denomina Pascale Casanova.)
Machado de Assis era mulato, traductor e impresor antes de convertirse, gracias a la genialidad de sus novelas y relatos, en uno de los grandes patriarcas de la literatura brasileña. Es una de las figuras más originales de la literatura americana de su tiempo y, a pesar de eso, fue poco conocido durante mucho tiempo fuera de Brasil. En esta novela risueña, Machado de Assis escribe la autobiografía de un personaje ridículo, un burgués sin carisma aquejado de hipocondría crónica, sumergiendo en un baño de ironía corrosiva las dos marcas que componen la idiosincrasia burguesa decimonónica: el romanticismo patológico de las pasiones y sentimientos y el realismo pragmático de la clase social, la política y el dinero. Brás Cubas, como anuncia desde el principio, es un difunto autor, es decir, alguien que afronta la tarea de narrar las peripecias de su vida desde el más allá. Esta declaración inicial establece las nuevas reglas de un juego literario de una libertad insólita cuya primera consecuencia es el humor absoluto que preside el relato.
La condición póstuma de estas memorias, narradas desde el sepulcro, por así decir, bromeando con las “Memorias de ultratumba” de Chateaubriand, le permite al autor abrir las compuertas de la ficción para reírse a carcajadas del principio de realidad. Como Brás Cubas reconoce, la muerte es el estado ideal para despojar a la vida de todos sus oropeles hipócritas, falacias morales y ornamentos engañosos. Pero en lugar de utilizar esa perspectiva filosófica para construir una narración estoica y moralizante, Machado de Assis, liberado de cualquier sujeción realista, genera un modelo carnavalesco de aproximación a la vida singular de un hombre (“una errata pensante”) de insuperable comicidad y sinceridad. Nada más alejado de la pesadez decimonónica entonces en boga y hoy mitificada por cierta crítica que estas “Memorias póstumas”, donde la adiposa silueta de la novela realista adelgaza hasta hacerse (pos)moderna.
La literatura, para Machado de Assis, no existe para confirmar los valores convencionales sino para recordarnos que la vida, con todas sus complicaciones, vicisitudes y equívocos, es un juego muy serio. Tan serio que acaba antes de que lo hayamos entendido.

viernes, 26 de enero de 2018

COMEDIA HUMANA

 [Luis Goytisolo, Coincidencias, Anagrama, 2017, págs. 120]

         Hace cuatro años, Luis Goytisolo se empeñó en dilucidar las claves del género novelístico, su glorioso pasado, dudoso presente e incierto futuro, en un ensayo fructífero (Naturaleza de la novela) que quizá le abrió la puerta a este magistral regreso. Acertaba Goytisolo, en dicho ensayo, al definir la “naturaleza de la novela” como un conjunto de artificios y convenciones modificados con el paso de los siglos para adaptarse a las mutaciones históricas. Una de las conclusiones más lúcidas del ensayo era que el formato de la novela, nacido para poner en crisis, precisamente, el mundo de valores vigente en cada sociedad, necesitaba recurrir a nuevos dispositivos de composición narrativa más acordes con los tiempos.
En un acto de coherencia ejemplar, Goytisolo se ha propuesto demostrar la validez de sus postulados concibiendo un artefacto literario plagado de paradojas e inteligencia. En una situación actual de aparente crisis del género, la mejor forma de resolver la ecuación de la novela contemporánea y despejar las incógnitas creativas que la constituyen consiste en enfrentarse sin tapujos a la representación de la realidad del presente.
Y así lo hace aquí, de manera sorprendente, construyendo un calidoscopio de 63 piezas narrativas que funciona como una miniaturizada “comedia humana” de nuestro tiempo. Una “comedia humana”, eso sí, sometida a la ionización del cuadro social balzaquiano y de sus motivos y escenarios principales: escenas de la vida privada, con un énfasis hilarante en las perversiones sexuales, la promiscuidad equívoca y las nuevas parafilias, o escenas de la vida pública, centradas en el costumbrismo urbano, el tránsito caótico, los intercambios, los negocios y la riqueza. En el fondo, Goytisolo retrata un mundo nuevo, donde lo privado y lo público apenas si se distinguen, un mundo estereotipado donde todo es transparente y cualquier conducta o deseo aspira a transmitirse a los otros a través de las redes sociales e internet.


La gran invención de “Coincidencias” reside en haber sustraído la mayoría de los nombres propios y transformado el retrato social en un paisaje anónimo de vidas minúsculas y personajes intercambiables. El elenco de personajes es extenso, abarcando diversidad de clases, roles y profesiones: padres y madres, hijas e hijos, lesbianas y amantes, taxistas y conductores, maridos y mujeres, empresarios, galeristas, cocineros, hackers, periodistas, financieros, prostitutas, secretarias, etc.
Rara vez sus destinos se cruzan o sus identidades se definen sin inducir a la confusión, por lo que el acierto del ingenioso título no guarda relación solo con el contacto que la realidad mantiene con la ficción, siempre especulativo, sino también con la convergencia entre los múltiples personajes que cuentan, con voz propia o en tercera persona, sus peripecias comunes o las de sus allegados y los modelos reales en que podrían basarse. Este es el original juego de coincidencias y reconocimientos que, como un puzle de viñetas cómicas, esta novela panorámica plantea a su lector. Los personajes de la ficción pueden tener sus correlatos, más o menos conocidos, en la realidad, pero lo importante es la posibilidad de transferir la caricatura a otras personalidades contiguas, sin concretar en exceso los parecidos y semejanzas.
Es irónico, si uno emplea el índice de capítulos como mapa cognitivo, comprobar cómo los que más se repiten (“Transeúntes” y “MasterChef”, cuatro veces cada uno) orientan la lectura hacia el desenlace trágico del asesinato del cocinero famoso por un vengador desconocido y el tiroteo del conductor colérico. El terrorismo y la violencia como subproductos de un modo de vida que la parábola japonesa apócrifa que clausura el libro impugnaría sin ambages.
Ya saben, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 

miércoles, 24 de enero de 2018

GRAN HERMANO


La imagen es impresionante. Una cola de consumidores fanáticos asalta las instalaciones de una megatienda para apropiarse de las mercancías más codiciadas a precios de ganga. Mientras tanto, las ventas en internet se disparan a niveles histéricos, las acciones de Amazon cotizan al máximo y el dueño del lucrativo negocio ingresa de golpe en el selecto club de multimillonarios mundiales. El viernes negro es más negro para unos que para otros. Los consumidores que regresan a sus hogares hipotecados cargando con mercancías obsoletas no salen de parias por más gratificante que haya sido la cacería de productos en oferta.
Una sociedad que bombardea los cerebros de los ciudadanos con la cantidad de basura envasada al vacío con que lo hace esta no puede presumir mucho de valores éticos ni dar lecciones morales a nadie. La cultura basura es el espectáculo dominante en pantallas y redes sociales, donde el penúltimo genio triunfa haciendo ostentación de su barbarie ante una parroquia exclusiva que aplaude cualquier indulgencia de ese tipo, o los insultos denigrantes, antes que una exhibición de inteligencia, conocimiento o buen gusto. Esta es la manada genuina y no solo la horda tribal de los violadores en grupo, expresión violenta del mismo espíritu cavernario. Y no es que la fiesta retrógrada de San Fermín, con o sin el aliciente machista para cabestros en celo, sea más educativa que la denigrante vulgaridad de la televisión basura. Lo que celebra el Gran Hermano, como tantos subproductos de Mediaset y canales afines, eficaces destilerías de excremento mediático, es la pertenencia a una cultura banal que degenera, por lógica, en toda clase de conductas repugnantes, documentadas en redes y dispositivos con puntualidad digital.
Cuando Pablo Iglesias, o cualquier otro político idealista, toma el nombre corporativo del pueblo en vano, arrogándose la defensa de sus derechos y supuestas libertades, entran ganas de enseñarle los datos aplastantes de la taquilla de cine, la audiencia de ciertos programas despreciables, las tendencias masivas de Twitter, los sondeos electorales o las imágenes terroríficas del “Black Friday”, la orgía puritana del consumo prenavideño que los americanos le han vendido al mundo entero para hacer caja. Mientras el uno por ciento de la población global ajusta aún más sus cómputos financieros y reduce decimales para empezar a restar miembros, los miles de millones sobrantes importan costumbres que aumentan el patrimonio de las élites y empobrecen la vida mental de las mayorías. Esto no lo ve el Gran Hermano de la tele porque este solo tiene ojos para una cosa. La basura humana. Y sabemos que la inmundicia reciclada en información es la materia prima más valiosa de la sociedad de control. Esta es la moraleja infantil de hoy. Cada vez que Google o Facebook te feliciten por tu cumpleaños, lector, piensa cuál es el precio. 

lunes, 22 de enero de 2018

CARMEN POSFEMINISTA


 [Benjamin Lacombe, Carmen (Prosper Mérimée), Edelvives, trad.: Mauro Armiño, 2017, págs. 194]

La mujer es el síntoma del hombre, dicen que decía Lacan. Carmen es el síntoma de una cultura. Cambiando el final, o corrompiendo el principio, no importa, Carmen encarnará siempre el sadomasoquismo atávico de las relaciones y los escenarios heterosexuales, así en la novela como en la ópera o el cine. Carmen, La Venus de las pieles, La mujer y el pelele, La caja de Pandora, entre otras obras clave del masoquismo masculino, son variaciones literarias sobre el mismo mito sexual. Carmen, como dice Camille Paglia, “es una máscara sexual espectacular, una dominatrix carismática posible solo en la cultura occidental, que ha dado origen a la mujer independiente que habla claro”.

“Los hombres creen ser hombres, mientras que las mujeres fingen ser mujeres”.

-Alenka Zupančič-


Desde la suntuosa portada del libro, Benjamin Lacombe anuncia su programa estético. El bello rostro de una mujer aparece en un desgarrón luminoso con sus grandes ojos fijos y su boca de labios sensuales. Con los dedos de su mano derecha, donde reposa una araña, sujeta uno de los pliegues de una mantilla de encaje negro que es también una siniestra tela de araña. Esa joven glamurosa dirige la mirada al lector, como antes a otros muchos hombres, para hechizarlo con sus mágicos poderes de seducción. Ya en las primeras páginas del libro, ese hermoso rostro femenino muestra su atractivo de nuevo rodeado por la misma mantilla por la que merodea una camada de arañas de cuerpo rollizo y patas finas.
La romántica novela de Merimée, un extraño ejercicio de arqueología andaluza mucho más interesante de lo que su apariencia de fantasía exótica y erótica pudiera prometer, encuentra en Lacombe al artista visualizador y no solo al ilustrador. La sugestiva Carmen de Lacombe es un arquetipo intemporal y, como tal, Lacombe la restituye a su lugar de origen: el inconsciente masculino, esa factoría de imágenes de la feminidad que irrigan la cultura patriarcal y otorgan una máscara sexual al deseo. Carmen es la personificación del deseo: la mujer poderosa encargada de realizar los sueños de humillación del hombre masoquista. La mujer fatal: una creación fetichista de la mente viril. Una criatura de perdición que encarna la vida en su máxima intensidad.
Páginas más adelante, una Carmen monstruosa, con múltiples piernas calzadas en botas de cuero, se presenta en una pose mucho más insolente y dominadora. Envuelta en sus atavíos fúnebres con una enigmática bola de cristal sostenida por las dos manos a la altura del sexo, Carmen dirige al lector estupefacto una mirada desafiante en la que se cifra todo su embrujo carnal. Como en la gran ópera homónima, esta Carmen morenaza de Lacombe reta con su gesto despectivo al que la mira sin pudor ni temor. Esa maldición del deseo es la dimensión dionisíaca del mito que encandiló a Nietzsche con la exuberante música de Bizet.


En la novela, el bandolero José mata por desesperación a la gitana Carmen, que asume sin resistencia la pulsión destructiva y el destino trágico de la pasión amorosa. En la inquietante visión de Lacombe, las arañas son el animal heráldico del fatídico personaje, los representantes atávicos de su voluntad de enredar y engañar, y ella misma se transforma, en dos imágenes escalofriantes, en una araña terrorífica que mantiene cautivo en su tela al incauto “canario” José. La interpretación de Lacombe es la de un imaginario cultural filtrado por un tamiz freudiano y reinventado luego con rasgos estéticos contemporáneos.
En otra imagen gráfica, Lacombe suscribe la fragilidad del personaje, representando a la mujer como fetiche venéreo, encarnación pasiva del poderío de la libido. Una Carmen indolente, de rostro parecido a Paz Vega o a Penélope Cruz, esta fémina "diabólica" aguarda a su amado en un precioso tocador decorado con azulejos. Tumbada entre cojines, con la negra cabellera desmelenada, revestida de seda roja y descalza, se ofrece como una mujer fácil a la mirada posesiva del posible amante.
En cada una de estas fascinantes imágenes, Lacombe muestra a una Carmen nacida para ser amada y no asesinada, aunque la violencia del mal ronde sus perversos designios y maquinaciones. Con esa imagen final de una Carmen libertina, inspirada en Aubrey Beardsley, Lacombe nos recuerda que el amor es también un juego de máscaras, una escenificación erótica, un espectáculo organizado en función del placer y la seducción, no de la muerte. 

viernes, 19 de enero de 2018

EL LIBRO DEL MUNDO


[Philip K. Dick, Nick y el Glimmung, trad.: Juan Pascual Martínez, Minotauro, 2017, págs. 126]

            Un gran libro de literatura infantil y juvenil basa su éxito o su fracaso artístico en el impacto que causa en la mente de los lectores de cualquier edad. Si los grandes clásicos de esta literatura en que todos pensamos no hubieran encontrado en su carrera el soporte de los lectores adultos, habrían caído en el olvido implacable del tiempo.
Imagino que Philip K. Dick, genial autor de novelas de ciencia-ficción que aún intrigan a las inteligencias más despiertas, debió pensar lo contrario al escribir esta novela donde se plasman muchas de sus obsesiones y motivos más recurrentes pero destinadas esta vez a la mente inquieta de los menores. En suma, Dick invirtió el concepto hasta el punto de que pudo pensar que si su literatura no lograba impregnar de ideas e imágenes sugestivas el cerebro de los más jóvenes era porque carecía de un componente fundamental.
En la época en que Dick compone esta maravillosa novela está obsesionado con dos personajes bastante afines. El músico Wagner y el psiquiatra Jung. Es decir, el lenguaje profundo de la mitología y la leyenda, las resonancias simbólicas de los arquetipos en el alma individual y el inconsciente colectivo, la invención de fábulas grandiosas que cristalicen los mitos ancestrales de la imaginación humana. Por desgracia, cuando Dick terminó de escribir “Nick y el Glimmung” en 1966 nadie supo entender su ambicioso planteamiento y sufrió no menos de quince rechazos editoriales. Fue de hecho la última novela de Dick en ser publicada póstumamente, en 1988 y en edición inglesa, no americana.
Otro detalle revelador es que Dick compuso su novela mientras su mujer Nancy Hackett estaba embarazada de una hija que al nacer se llamaría Isolde Freya, en honor a la famosa heroína germánica luego recreada por Wagner y a la gran diosa nórdica del amor, la belleza, la magia y la profecía. En fin, referentes y alusiones aparte, lo que cabe deducir de todo esto es que Dick escribió esta novela con la convicción de que el formato de la literatura infantil era el idóneo para comunicar a su futura hija (y a todos los niños lectores) una visión del mundo tan cargada de gnosticismo y oscuridad metafísica como de esperanza en la especie humana.
Dick era un gran amante de los animales y no por casualidad esta fascinante historia comienza cuando Nick y sus padres se ven obligados a abandonar la Tierra, donde la tenencia de mascotas está prohibida tras un holocausto nuclear que ha reducido los recursos alimentarios al mínimo, y emigrar a otro planeta ignoto con tal de conservar a su gato Horace. El Planeta del Labrador, donde arriban tras un largo viaje interestelar, está dominado por un aciago demiurgo llamado Glimmung que sostiene una guerra secular contra una parte de los grotescos alienígenas que lo pueblan. El aspecto borgiano de la trama es que el poder con que la siniestra deidad sojuzga a sus pobladores proviene de un libro mutante que prefigura todos los acontecimientos que tienen lugar en las ásperas regiones del planeta agrícola. El niño Nick, para salvar a su gato, se hace con el libro original, vence al Glimmung con ingenio y cambia para siempre la vida del Planeta del Labrador.
Es una ficción optimista en la que, además, Dick demuestra dotes extraordinarias para escenificar un alucinante paisaje de maravillas y horrores, entre Carroll y Lovecraft para entendernos, con el fin de transformar al niño protagonista en héroe y salvador de un mundo. Un precioso regalo para niños inteligentes.

miércoles, 17 de enero de 2018

MUJERES

El hombre es un lobo para la mujer, advertía la madre a Caperucita. Pero una mujer necesita un lobo a su lado cuando llegue la fría noche. La madre de Caperucita era una mujer anticuada. La mujer es esa criatura portentosa que se pasa la vida luchando contra dos bestias feroces. Los imperativos de la biología y las leyes del patriarcado. Solo por eso, la mujer es un ser más completo e íntegro que su antagonista sexual. La doble X de sus cromosomas no basta para explicar esa hegemonía manifiesta. Philip K. Dick creía que la superioridad de las mujeres residía en su capacidad para soportar el dolor. ¿Y sus increíbles dotes para el placer qué?
Cuando una mujer ve a Oprah Winfrey alzar la voz en Hollywood contra el despotismo patriarcal siente una complicidad inmediata con ella y con las demás actrices privilegiadas que se han rebelado contra los abusos de un poder feudal que favorece al gran macho, llámese Weinstein o Trump. Pero es un espejismo, otro trampantojo generado con la misma tecnología con que el cine americano fabrica películas infantilizadas de consumo mundial. Y no porque no tengan razón, sino porque el sistema de sumisión que denuncian también las ha expuesto en el escaparate de la fama mediática, transformándolas en lujosas muñecas de carne que sirven de modelo a las demás mujeres y de fantasía húmeda a los hombres.
Ya pasó nuestro tiempo. Los hombres construimos desde la prehistoria un modelo cultural que nos beneficiaba por terror a las mujeres y a sus poderes terrenales. Y por una especie de veneración ambigua a lo que representaban en el escenario de la vida. Creíamos que ellas eran instintivas y emocionales y nosotros racionales y lógicos. La inteligencia y el rigor eran nuestro patrimonio genético y el matrimonio nos otorgaba la garantía de mantenerlas controladas en el ámbito doméstico, hasta que conocíamos a una estratega fatal que arruinaba nuestros cálculos y pulverizaba nuestras teorías. Ese cuento de hadas también se acabó. Nada es más insoportable para un hombre moderno que verse obligado a defender un sexo en bancarrota, con el onanismo bochornoso del cómico Louis C. K. como confirmación patética. Los hermanos Wachowski se cortan el rabo y se vuelven “transgénero” pensando que así solucionan el viejo problema de la violación. No es tan fácil. El rompecabezas masculino está en el cerebro.
En pleno capitalismo neoliberal, además de atractivas, las mujeres deben ser lobas inteligentes y emprendedoras. Lo están logrando, sin necesidad de que un club de pijas californianas o parisinas les enseñe el camino de la libertad sexual. Flaubert decía que la mujer es la creación más perfecta de la civilización occidental. A estas alturas, lo mejor que puede hacer esta civilización es ponerse en manos de las mujeres y a ver qué pasa. 

lunes, 15 de enero de 2018

CINE HERMÉTICO


[Theodore Roszak, Parpadeo, Pálido Fuego, trad.: José Luis Amores, 2017, págs. 781]

Si el cine no fuera un arte perturbador, altamente peligroso para el cerebro de los espectadores, no habría sufrido en su historia tantos controles, censuras y prohibiciones. Si la visión de una película fuera solo eso, y no el encuentro del cerebro con el poder incontrolable de las imágenes, una exposición donde las imágenes del inconsciente pueden asaltar la estabilidad psíquica y emocional del espectador, el cine mayoritario que se ve en todas las salas no sería tan domesticado e inofensivo, ni estaría tan vigilado desde sus comienzos. Un cine desprovisto de la fuerza subversiva que las primeras vanguardias, escritores visionarios como Artaud y los cineastas experimentales de todo el mundo intuyeron en las posibilidades creativas del nuevo arte, a pesar de todos los obstáculos que se les imponían desde instancias económicas y políticas. Es de todo esto de lo que habla al sesgo esta fascinante novela de Roszak.
“Parpadeo” cuenta la historia de una investigación realizada por un cinéfilo universitario, Jonathan Gates, para sacar a la luz, nunca mejor dicho, la filmografía y personalidad artística de Max Castle, un cineasta ocultista de serie B. Al principio, en la relación entre las pesquisas de Gates y la obra secreta de Castle, todo es cinefilia sacramental y hallazgo estético. Primero se revela una técnica especial y luego una visión esotérica detrás de esa manipulación. La técnica subliminal puede llamarse “parpadeo”, como la novela, si se entiende por tal la intención de engañar al ojo y suministrarle en la imagen múltiples planos de significación, unos obvios y otros aberrantes, para atrapar al cerebro e inducirlo a un estado cercano a la hipnosis. En ese trance, la mente se deja penetrar por las imágenes pornográficas del horror y el infierno hasta que el espectador experimenta el desengaño gnóstico respecto de la vida terrenal.
Desde el principio de los tiempos, como predica el credo maniqueo, se repite en el mundo la guerra de la luz contra la oscuridad, el bien contra el mal, la pugna del dios oculto y el malvado demiurgo por el alma humana. Cuando nace el cine, los sectarios cátaros, gnósticos y maniqueos encuentran en el poderío fílmico un perfecto aliado para difundir sus creencias dualistas y anticristianas (la “Gran Herejía”). Este es el ideario nihilista que encubren los trucos visuales del cine corrosivo de Castle (y de su repulsivo discípulo Simon Dunkle, el homúnculo albino de los ojos rosa, un Warhol de la MTV y la televisión hermética del futuro), tal como Gates, su seguidor más crítico, termina descubriendo en cada uno de sus abigarrados fotogramas. En el fondo, como dice el cineasta Edgar Ulmer en la carta que clausura el libro, Castle encarna al director sediento de poder totalitario y deseoso de utilizar el cine para destruir la realidad.
La originalidad del artefacto literario de Roszak radica en que el satírico festival de ideas y teorías que satura sus páginas, como en “El péndulo de Foucault” de Umberto Eco, su modelo más evidente (no tanto la “V.” de Pynchon, pese a las afinidades ideológicas innegables), no se transforma en un tratado sesudo sino en una inquietante ficción donde el autor, sin necesidad de suscribir las sucesivas tesis que hacen progresar la trama conspirativa hasta sus últimas consecuencias, puede construir un dispositivo novelesco tan complejo y sofisticado como divertido, cuyo desciframiento último encomienda con ironía al lector informado.


En este sentido, “Parpadeo” suscita muchas preguntas. ¿Es un panfleto nietzscheano contra el cine o una reivindicación de este? ¿Rechaza la alta cultura y encumbra la cultura popular y la contracultura, o todo lo contrario, describe el ocaso de la cultura elevada y la degradación de valores del mercado capitalista? ¿Ironiza sobre las represiones del cine masivo, o diagnostica, como Freud, que la represión es el fundamento de la cultura creativa? ¿Defiende la ortodoxia religiosa, aunque sea con objeciones, o postula el triunfo absoluto de la heterodoxia como liberación moral? ¿Ridiculiza el conocimiento académico, la ciencia y la razón, y sus límites cognitivos, o demuestra que la mente humana siempre acaba por extraviarse, con credo religioso o sin él, en un laberinto del que el arte es la salida más productiva? Paradojas y preguntas retóricas que no agotan la riqueza imaginativa de esta novela concebida como una anamorfosis.
En “La pantalla demoníaca”, la estudiosa Lotte Eisner quiso explicar la Alemania de Hitler, como Siegfried Kracauer, a través del cine expresionista. Como novelista, Roszak aplica la misma lente de penetración (psico)analítica y el mismo guiño inteligente a la América del siglo XX y, de paso, a toda la decadente civilización occidental. El cine, como Kubrick mostró en los planos finales de “Dr. Strangelove”, es el arte ideal para provocar la catástrofe del fin del mundo y, al mismo tiempo, admirar como espectáculo las imágenes del apocalipsis. O reírse de ellas, como de una angustiosa pesadilla…

lunes, 8 de enero de 2018

CINE 2017: EL AÑO DE LOS ANDROIDES

 [Como todos los años desde sus inicios, por estas fechas el blog se transforma en foro de discusión cinéfila entre mis gustos disidentes, expuestos en primer lugar, y, justo después, los de un puñado de amigos (reconocidos film buffs o avezados exploradores de la cosa fílmica) con opiniones a menudo divergentes: Marta Álvarez, Manuel Arias Maldonado, Juan Luis Artacho, José Ángel Barrueco, Noel Ceballos, María José Codes, David Leo García, Txema Martín, Vicente Molina Foix, François Monti, José Ramón Ortiz (en riguroso orden alfabético).]
  

Mi docena anual (+ un saludable suplemento para consumir cualquier mes del año) ha sido escogida entre la producción de 2017 con un criterio híbrido, como siempre: combinación de creatividad visual y excentricidad narrativa. Nada más y nada menos. No están los tiempos para perderlos con obras normalizadas, conformistas o convencionales (La La Land no lo es, en absoluto, sino una arriesgada reinvención del musical, entre Donen, Kelly y Minnelli, Demy y Godard, y la estética del videoclip, para entendernos, una gozosa experiencia cinemática en gran-gran pantalla, de UHD 4K para arriba), ni con productos soporíferos y biempensantes (subvencionados o no, da igual a estas alturas de la historia).


*Mi menú audiovisual de 2017, por orden de preferencia:

Twin Peaks: The Return (D. Lynch)
Blade Runner 2049 (D. Villeneuve)
Loveless (A. Zvyagintsev)
Nocturama (B. Bonello)
Rester vertical (A. Guiraudie)
Get Out (J. Peele)
La región salvaje (A. Escalante)
Jeannette (B. Dumont)
Jackie (P. Larraín)
Personal Shopper (O. Assayas)
La La Land (D. Chazelle)
Lady Macbeth (W. Oldroyd)
+
The Love Witch (A. Biller)

*Honrosos descartes: Loving, Okja, King Kong: Skull Island, Crudo, Billy Lynn, Múltiple, Life, La ciudad perdida de Z, La cura del bienestar, Manchester frente al mar

*Gran película redescubierta: La tercera generación (Fassbinder), de una actualidad e inteligencia absolutas; es recomendable su visión para idealistas de todo pelaje, especialmente destinada a ilusos de izquierda y derecha de cualquier generación o edad.

*Twin Peaks 3 es la obra cumbre del año y quizá de la década. Por primera vez en la historia, si mi erudición no me engaña, una teleserie supera a todas las películas del año y a todas las otras teleseries instalándose en un territorio de intersección tan creativo como original, más allá de cualquier diferencia entre ambos medios y lenguajes. Si a comienzos de los noventa Lynch y Frost abrieron el juego de la ficción televisiva a nuevas potencias, señalando que el camino de la creación audiovisual más exigente podía pasar por la pequeña pantalla si esta asumía todo su poder visual, en plena era dorada de las teleseries adultas da un paso adelante certificando el retraso estético del cine, la pobreza audiovisual dominante en gran pantalla y en pequeña pantalla, las nuevas convenciones y servidumbres estéticas derivadas de la adicción seriófila más conformista. Lynch reinventa el cine en la televisión y obliga a esta a ir más allá de sus medios y sus fines para acoger un universo vertiginoso y fascinante que está pensado para ella y, al mismo tiempo, la desborda por todos los lados.
Vivimos una época donde las mejores obras, en el medio audiovisual, nacen en la frontera entre lo comercial (o de masas) y lo minoritario. Es un lujo del sistema y nadie sabe cuánto durará. Pero es ahí donde se juega el futuro del cine y de la televisión. Twin Peaks 3 ha venido a dar una respuesta contundente a esta cuestión. Y David Lynch se erige así en el cineasta fundamental de los últimos treinta años, desde Blue Velvet hasta este eterno retorno de Twin Peaks.
En la mañana del 4 de septiembre de 2017, impresionado aún por las imágenes nocturnas del final de Twin Peaks 3, escribí un texto en mi cuaderno de notas del que extraigo las líneas finales: El siglo XX fue nefasto. El siglo XXI no está siendo mejor. No cabe esperar nada bueno de los años próximos. Quizá sean los últimos de la humanidad, como dicen los agoreros. Nadie lo sabe. Lynch tampoco. No es un profeta. Es un artista. Lynch juega con humor e inteligencia, levedad y talento, con las condiciones del mundo oscuro en que le ha tocado vivir. Lynch no es un pesado ni un fatuo. Y Twin Peaks se acaba y deja un montón de misterios sin resolver. No es posible hacerlo. Esa es su grandeza y su limitación. No habrá en 2017 ninguna obra de arte en ningún medio o género que la supere. Un mundo viejo muere y un nuevo mundo nace. Laura Palmer grita. No hay escapatoria. Eso es todo...

*El desprecio (o menosprecio, o escaso aprecio, elija cada cual su opción) a una película portentosa como Blade Runner 2049 me resulta inexplicable y más viniendo de cinéfilos, espectadores y críticos respetables que defienden auténticas medianías como Certain Women, Colossal o Good Time, entre otras. Nadie con inteligencia hubiera esperado una repetición clónica de la obra maestra de Ridley Scott (como si esta misma, por cierto, no hubiera recibido un severo varapalo el año de su estreno por parte de una crítica tan ciega entonces como ahora a la originalidad cinematográfica de sus planteamientos). Esta falsa secuela prolonga para este siglo y para el futuro las reflexiones más radicales de aquella, las despoja de humanismo y nostalgia y las dota de una perversa revisión del ideario humano y posthumano menos complaciente. La nueva Blade Runner es bella y radiante como el holograma del cuerpo del deseo proyectándose en la fachada de un rascacielos de metal y vidrio. Bella y excitante como el encuentro de la coraza en llamas de una androide con la carne avejentada de un humano sobre una plancha cromada de disección. Hipnótica como la pantalla de un televisor gigante sintonizado en un canal moribundo…


 *Como me fascina la cultura popular o de masas, según se mire, me fascinan algunos blockbusters, y en 2017 ha habido, más allá del único incluido en la lista de mejores películas (Blade Runner 2049), algunos con secuencias memorables que están entre lo mejor del año, aunque sean fragmentos o destellos parciales de lo que la maquinaria espectacular de Hollywood puede producir como reflexión sobre sus procesos artificiales de generación de imágenes y el devenir tecnológico del mundo: King Kong: Skull Island, Logan, Guardianes de la galaxia 2, Alien Covenant, Ghost in the Shell, Star Wars: Los últimos Jedi
El siniestro final de Alien Covenant, con el androide cultivando cepas alienígenas para injertarlas en el mapa genético de los colonos humanos, es uno de los puntos límite de la visión de las cosas en el presente. En cambio Blade Runner 2049 (como también Ghost in the Shell) postula una visión alternativa: la superación de lo humano a partir de su fusión, interacción o ensamblaje con la maquinaria del androide. Sin este cine de grandes efectos y conceptos, el futuro humano visto desde la rabiosa actualidad sería literalmente impensable (excepto si aceptamos la utopía tercermundista del monstruo alienígena copulando hasta la aniquilación con todos los animales, humanos o no, en una especie de orgía biológica terminal, tal como se representa con delirante imaginación en La región salvaje)…

*Teleseries del año, por orden de preferencia: Twin Peaks 3, The Leftovers 3, Mindhunter, Babylon Berlin, Billions 2, The Deuce, Big Little Lies, El cuento de la criada, Mr. Robot 3, Fargo 3, The Girlfriend Experience 2, Juego de tronos 7.
Abundando en ideas ya expuestas: La dimensión androide de las nuevas temporadas de Mr. Robot y The Girlfriend Experience es mucho más que una opción estética. Como en Blade Runner 2049, es tomar en consideración el futuro de las imágenes y la vida y el devenir de los humanos en un entorno cada vez más artificial. El humanismo (con su ceguera moral y emocional) es un lastre del peor cine contemporáneo. Un suplemento de alma segregado por la máquina de visión para engañarnos con trampantojos sentimentales.

*Gran teleserie recuperada del año: Person of Interest (2011-2016), una de las más potentes de la década, la primera en que la inteligencia artificial se presenta como una tecnología creíble, temible y omnímoda.

*No he visto aún la película europea del año (The Square) ni En realidad nunca estuviste de aquí, ni tampoco Zama. No creo que sea importante para definir lo que ha sido 2017. Pero el hecho de que Brian de Palma vuelva a filmar un thriller europeo, Nicholas Winding Refn esté rodando una intrigante serie americana para Amazon y David Lynch, a sus setenta años, no parezca resignado a retirarse, ya basta para hacer de 2018 un año más que prometedor.

MARTA ÁLVAREZ

2017 ha sido un año lleno de imágenes: filmes y series, cortos y largos, ficción y documental. He ido al cine mucho menos de lo que hubiera querido y he tenido que ver, por trabajo, películas muchas malísimas, que sean menos en 2018. Aquí va la lista de mis preferidas, en orden aleatorio:
120 battements par minute (Robin Campillo, 2017, Francia, 2h20m): cómo pasar de víctima a militante, y cómo la militancia es vida y energía.
I love Dick (Jill Solloway, Sarah Gubbins / Amazon video, 2016, USA, 8 episodios) y Transparent (Jill Solloway, Amazon video, 2014-2017, 4 temporadas, 40 episodios): en un mundo ideal, me encantaría hacer boicot a Amazon, pero es difícil no pedirles libros cuando uno vive en el extranjero, y más aún no ver sus productos audiovisuales cuando dan cabida a series tan divertidas, actuales y feministas como estas dos.
La región salvaje (Amat Escalante, 2016, México, 1h40m): hablando de feminismos, no consigo ver la misoginia que algunos reconocen en el film de Escalante. Me fascinaron el enorme pulpo y la afirmación que suponía esa búsqueda del placer. Muchas gracias al amigo que me hizo caer en que una orgía animal no se ve todos los días en el cine.
Expo lío 92’ (María Cañas, 2017, España, 40m): volver al año de las celebraciones, en el que España se convertía al fin en un país moderno y europeo, mostrar tanto absurdo y esperar que sirva para algo.
Desertorxs (Quiela Luc, 2017, España / Chile, 34m): las hijxs de la transición chilena lanzan necesarios gritos de rebeldía.
Riña de gatos (Jairo Boisier, 2017, Chile, 24m): nuevo ejemplo de que ficción y documental se llevan muy muy bien. Paciencia y visión para contar una hermosa historia de transmisión, ruptura, amistades y gatos.
Posoki (Stephan Komandarev, 2017, Bulgaria, 1h43m): la venganza de taxistas enfurecidos… con razón. Violencia simbólica que se extiende en muchos otros filmes de una Europa muy harta.
Cipka (Renata Gasiorowska, 2016, Polonia, 8m): un cortometraje de animación cuyos protagonistas son una chica masturbadora y su sexo travieso tiene que gustar.
La villa (Robert Guédiguian, 2017, Francia, 1h47m): una película «como las de antes», con personajes que lanzan parrafadas sobre el mundo, las relaciones y tantas cosas, pero con las realidades de 2017.
Rester vertical (Alain Guiraudie, 2016, Francia, 1h40m): aquí todo es improbable y alucinatorio, y al mismo tiempo muy reconocible, terrible y vital.

MANUEL ARIAS MALDONADO

Aunque cada vez es más difícil ponernos de acuerdo sobre qué películas contiene cada año, dadas las distintas posibilidades de acceso a ellas con independencia de su fecha de estreno en España, estas son las 10 mejores películas de 2017 para quien esto suscribe, sin orden jerárquico entre ellas:

TWIN PEAKS: THE RETURN.    
Las dieciocho horas de televisión que componen el retorno de David Lynch y Mark Frost al universo -nunca mejor dicho- de Twin Peaks constituyen una experiencia memorable donde la audacia imaginativa coexiste con el humor impasible en beneficio de una absorbente reinvención del maniqueísmo para tiempos modernos.

GET OUT!
O de cómo el género de terror puede ser empleado provechosamente para construir una inquietante fábula post-colonial sobre la apropiación blanca de los cuerpos negros, jugando con los parámetros de la corrección política y sugiriendo que la herencia del pasado americano está lejos de haberse asimilado.

GOLDEN EXITS
La madurez dramática de Alex Ross Perry: un exquisito melodrama urbano basado en la premisa de que los conflictos entre los personajes -precipitados por la aparición de un agente provocador, en forma de inteligente veinteañera, en un entorno burgués de profesionales liberales en la cuarentena- no tienen por qué explicitarse.

LA MUERTE DE LUIS XIV
Formidable experimento cinematográfico de Albert Serra, quien filma la lenta muerte del rey prefigurando a su vez la muerte de su intérprete, el septuagenario Jean-Pierre Léaud, mediante una operación estética basada en la cercanía de la cámara y la presencia casi voluptuosa de la carne y sus putrefacciones.

SIN AMOR
Impresionante fábula política del ruso Andrey Zvyagintsev, tanto más porque prescinde casi por completo de los elementos explícitamente políticos para centrarse en el drama de unos padres de clase media en proceso de divorcio cuyo hijo preadolescente desaparece sin dejar rastro. Nunca hizo tanto frío en pantalla: la orfandad de los rusos se pone de manifiesto en esta catástrofe espiritual filmada con pulso firme y ritmo de thriller.

YOU WERE NEVER ACTUALLY HERE
Film conciso y formalmente atrevido, basado en un virtuoso empleo del montaje como medio para expresar los estados interiores del protagonista (un Joachim Phoenix glorioso en su disfuncionalidad psicológica), que, al ritmo de la extraordinaria banda sonora de Johny Greenwood, nos habla de manera elíptica la violencia sexual masculina y sus consecuencias sobre el mundo.

ZAMA
Adaptación de la novela de Antonio di Benedetto y la primera película de Lucrecia Martel en siete años, "Zama" parece un cruce entre "Apocalypse Now" y "El desierto de los tártaros": la historia de un funcionario colonial atrapado en un destino indeseable que muta en western alucinatorio en el corazón de la selva austral.

BLADE RUNNER 2049
En esta brillante secuela del legendario film original, el canadiense Dennis Villeneuve acierta con las metáforas y las texturas, proponiendo una suerte de protohistoria del cristianismo en un marco futurista donde quien ha nacido no es hijo de dios sino del artificio, llamando así a la rebelión contra una humanidad moralmente descarriada. No era fácil completar con éxito semejante proyecto, pero Villeneuve lo ha logrado -con ayuda de un excelente diseño de producción y una imponente banda sonora.

THE DEATH OF STALIN
Armando Iannucci hace aquí el más difícil todavía: manufacturar una comedia negra sobre las consecuencias sucesorias de la muerte de Stalin protagonizada por actores anglosajones que hablan con acento oxoniense en el Moscú de los años 50. Trepidante e instructiva a partes iguales, indudablemente divertida sin dejar de ser terrible, la película se beneficia de unas estupendas interpretaciones y transmite, sin solemnidad alguna, la mayúscula crudeza del estalinismo.

SILENCIO
Obra de madurez, que se toma su tiempo en decir todo lo que tiene que decir, "Silencio" es la culminación de un viejo proyecto de Martin Scorsese: adaptación de la novela de Shusaku Endo sobre los evangelizadores jesuitas en el Japón del siglo XVII, construye un sofisticado discurso sobre el relativismo cultural a través de una majestuosa puesta en escena, beneficiándose de unos magníficos escenarios naturales y del excelso trabajo de todos sus actores.
  

JUAN LUIS ARTACHO

Leí a algunos críticos de cine hacer un balance positivo de lo vivido en nuestras pantallas durante el año pasado. Reflexionando a partir de la invitación de Juan Francisco, mi valoración no es tan generosa, ni mucho menos. Cada año vemos como Hollywood, con algunas y benditas excepciones, ofrece un cine para adolescentes ya no solo en su temática sino en la puesta en escena. Con un Hollywood moribundo tenemos que agarrarnos a cineastas concretos, a autores de cualquier latitud capaces de emocionarnos y sorprendernos. Mis emociones de este año han sido éstas:
Películas

EL OTRO LADO DE LA ESPERANZA de Aki Kaurismäki
CALL ME BY YOUR NAME de Luca Guadagnino (no se ha estrenado en cines pero pude verla en San Sebastián)
VERANO 1993 de Carla Simón
MANCHESTER FRENTE AL MAR de Kenneth Lonergan
THE SQUARE de Ruben Östlund
LA TORTUGA ROJA de Michael Dudok de Wit

Series

- THE LEFTOVERS (3)  - HBO
- THE DEUCE -  HBO
- THE NIGHT OF - HBO
- GODLESS - NETFLIX
- VERGÜENZA – MOVISTAR +
- LOUIS CK 2017 - NETFLIX
  

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO

PELÍCULAS:

1-Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve)
2-Manchester frente al mar (Kenneth Lonergan)
3-American Honey (Andrea Arnold)
4-Silence (Martin Scorsese)  
5-A Ghost Story (David Lowery)
6-La cura del bienestar (Gore Verbinski)
7-Z, la ciudad perdida (James Gray)
8-Detroit (Kathryn Bigelow)
9-Dunquerke (Christopher Nolan)
10-La La Land (Damien Chazelle)
11-American Made (Doug Liman)
12-The Love Witch (Anna Biller)
13-The Meyerowitz Stories (Noah Baumbach)
14-20th Century Women (Mike Mills)
15-En realidad, nunca estuviste aquí (Lynne Ramsay)
16-Mamá! (Darren Aronofsky)
17-Personal Shopper (Olivier Assayas)
18-Lady Macbeth (William Oldroyd)
19-Mudbound (Dee Rees)
20-Proyecto Lázaro (Mateo Gil)

**

SERIES:

1-Twin Peaks
2-Mindhunter
3-Big Little Lies
4-Fargo
5-Juego de Tronos
6-Taboo
7-The Girlfriend Experience
8-Stranger Things
9-The Deuce
10-La zona

**

DOCUMENTALES:

1-Spielberg
2-Jim & Andy
3-De Palma
4-Yo soy Heath Ledger
5-Hipernormalisation 


NOEL CEBALLOS

  1. Certain Women (Kelly Reichardt) - Lanzada directamente a dvd. Una señal más de que las salas comerciales empiezan a ser una parte cada vez más pequeña de la vida cinéfila.
  2. Baby Driver (Edgar Wright)
  3. Crudo (Julia Ducornau)
  4. Colossal (Nacho Vigalondo)
  5. Personal Shopper (Olivier Assayas)
  6. Paddington 2 (Paul King) - Una de las mejores películas familiares de la década. Quizá la mejor.
  7. Jackie (Pablo Larraín)
  8. The Meyerowitz Stories (New and Selected) (Noah Baumbach) - En un Festival de Cannes sin polémica de plataformas, esta habría sido la Palma de Oro.
  9. Algo muy gordo (Carlo Padial)
  10. La seducción (Sofia Coppola)
  11. Los del túnel (Pepón Montero) - Junto con la de Padial, la prueba de que la comedia española está encontrando vida más allá de la ortodoxia.
  12. Your Name (Makoto Shinkai)
  13. David Lynch: The Art Life (Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm) - Indispensable documental para cualquier admirador de Lynch,
  14. Déjame salir (Jordan Peele)
  15. Sieranevada (Cristi Puiu)
  16. Fences (Denzel Washington)
  17. The Love Witch (Anna Biller)
  18. ¡Lumière! Comienza la aventura (Thierry Frémaux) - Tenemos aún tanto que aprender del cine mudo...
  19. Estiu 1993 (Carla Simón)
  20. madre! (Darren Aronofsky)

Serie de televisión: Twin Peaks, tercera temporada. Sin duda, mi artefacto cultural de 2017, y una de las ficciones que más me han impactado en toda mi vida.

Podio de videoclips:
1. Kamasi Washington - Truth (dir. AG Rojas)
2. Joe Crepúsculo - Música para adultos (dir. Alberto González)
3. Yaeji - Last Breath (dir. Yaeji)
  

MARÍA JOSÉ CODES

1.El sacrificio de un ciervo herido. Yorgos Lanthimos
Una película grande. El mito de Ifigenia actualizado. Turbadora, inquietante. Interpretación espléndida.

2. Detroit. Kathryn Bigelow
Reconstruye los disturbios raciales a finales de los 60 en la ciudad con gran tensión dramática.

3. The square. Ruben Östlund. Cuando el márquetin se enreda con el Arte contemporáneo. También es una autocrítica de la sociedad sueca, tan políticamente correcta como ridícula y racista a veces.

4. A Ghost story. David Lowery. El fantasma infantil de la sábana blanca, hecha realidad. La soledad y el desconcierto después de la muerte, dignos de compasión. 

5. Dancer. Steven Cantor. La caída en picado de la carrera del genial bailarín Sergei Pollunin, desde su posición de primer bailarín del Royal Ballet de Londres; la catarsis y un punto de giro hacia la reconstrucción de la identidad.

6. Nelyubov. Andréi Zviáguintsev. La falta de amor familiar se transmite de una generación a otra. A veces las consecuencias no tienen solución. Esperanza cero.

7. Madre! Darren Aranovsky. Desproporcionada (para mí no es motivo de crítica sino, en este caso, el sello personal del director) y con múltiples interpretaciones: la creación —bíblica o artística—, adoración al dios, necesidad del dios de ser adorado, lo que la creación exige de los otros…

8. Destinos. Stephan Komandarev.
Bulgaria está muerta. Solo hay una duda: elegir la Terminal 1 o la 2, dice un personaje. Episodios en la vida de seis taxistas (algunos de los cuales son/eran universitarios sin futuro) en una sociedad enferma por la crisis económica, la corrupción, la pobreza y el paro.

9. Manchester by the sea. Kenneth Lonergan. Tragedia familiar a causa de una negligencia involuntaria. Narrada con la dosis justa de dramatismo y de metraje. Intimista y muy bien interpretada.

10. Columbus. Kogonada. La arquitectura puede conmover y suscitar pasión. Un argumento sencillo y arriesgado con dos personajes en medio de una ciudad de edificios icónicos.

Menciones honoríficas por tratarse de secuelas:

1-     La guerra del planeta de los simios. Matt Reeves. La estupidez humana como causa esencial de su propia destrucción.

2-    Blade Runner 2049. Denis Villeneuve. Segunda parte del clásico, con el sello personal de Villeneuve. Un poco demasiado pulcra, algunos diálogos explicativos, algún personaje anodino… Y sin embargo, te quiero.

Se me quedan en el tintero otras películas que me han gustado:

El otro lado de la esperanza. A. Kaurismaki
Call me by your name. Luca Guadagnino
Estiu 93. Carla Simón
A war. Tobias Lindholm
Get out. Jordan Peele
La seducción. S. Coppola
Lady Macbeth. W. Oldroyd
Lumière! L’aventure commence. Thierry Frémaux
Etc.

Series

Últimas temporadas de:

  • Mr. Robot
  • Juego de Tronos
  • Billions 

 DAVID LEO GARCÍA

Puedo decir que 2017 ha sido el año más afortunado de mi vida cinéfila, no solo por los estrenos y festivales a los que he tenido la oportunidad de asistir, sino por decenas de descubrimientos en la Filmoteca y en el hogar que han ensanchado mi concepción del medio audiovisual. Obras de Kalatozov (Soy Cuba, La carta nunca enviada), Masumura (El ángel rojo, Una esposa confiesa), Monteiro (La comedia de Dios, Va y viene), Yang (Yi yi), Uher (La virgen milagrosa), Rocha (Tierra en trance), Teshigahara (The Pitfall), Agosti (El jardín de las delicias) o Harvey (El carnaval de las almas). Estas son también algunas de mis películas preferidas de 2017 (y seguramente de los años venideros).

Pero, ciñéndome a lo estrictamente cronológico, elijo las obras mencionadas a continuación. Casualidad o no, la encabezan cuatro creadores europeos de mediana edad, de un intimidatorio talento y una capacidad inagotable para jugar con las categorías de lo real, lo imaginario y lo simbólico. De ellos cabe esperar las mayores revelaciones del futuro próximo. 

1. SIN AMOR (A. Zvyagintsev)
Visualmente cuidadísima sin caer en el esteticismo, conceptualmente demoledora sin dejarse vencer por lo truculento, capaz de establecer símbolos sin parecer pedante. Un diagnóstico del presente deshumanizado y una denuncia del inmovilismo ruso. Una maravilla.

2. O ORNITÓLOGO (J. P. Rodrigues)
Una red de correspondencias entre religión y sexualidad, juguetona y seria a la vez. Difícil de desentrañarla del todo, fácil llevarla para siempre en las entrañas.

3. THE KILLING OF A SACRED DEER (Y. Lanthimos)
Nueva sorpresa de Lanthimos y reinvención dentro de su personalísima voz.

4. SIERANEVADA (C. Puiu)
Tour de force estilístico que, entre el réquiem y la bufonada, aplica la lente para investigar las contradicciones de la Rumanía postcomunista.

5. VISAGES VILLAGES (A. Varda, JR) + LAS PELÍCULAS DE MI VIDA (B. Tavernier)
Dos veteranos creadores franceses nos entregan las películas más jóvenes de la temporada: una muestra de cómo volver arte la vida, vida el arte.

6. L'AMANT DOUBLE (F. Ozon) + LA REGIÓN SALVAJE (A. Escalante)
Los órganos de la sexualidad son las vísceras más poderosas: eso nos parecen decir estas dos obras (más lúdica la de Ozon, más naturalista y sombría la de Escalante).

7. ZAMA (L. Martel)
A falta de una revisión que me permita dilucidar el alcance de sus juegos metanarrativos, incluyo la (sin duda) poderosa película de Martel, sobre todo por su visión novedosa del pasado colonial español.

8. PERSONAL SHOPPER (O. Assayas)
La condición fantasmal del interlocutor, el placebo de la comunicación virtual, el abismo de la pantalla... Personal Shopper es el mejor capítulo posible de Black Mirror.

9. THELMA (J. Trier) + CRUDO (J. Ducournau)
El terror de la entrada en la sociedad durante la adolescencia retratado de dos maneras dispares (más dulce o más, ejem, descarnado) pero igualmente convincentes.

10. ESTIU 1993 (C. Simón) + AVA (L. Mysius)
El verano es un fuerte disolvente que vuelve leves las tragedias.

BONUS TRACKS: La idea de un lago, Wet Woman in the Wind, Demonios tus ojos, El futuro perfecto. 


TXEMA MARTÍN

1. Mother! (Darren Aronofsky)
Una brutal epopeya sobre la naturaleza, la religión y la humanidad desde Adán y Eva hasta el más puro final. Resulta asombrosa la capacidad de acumular tanta ambición entre las paredes de una casa en una película de dos horas que dejan al espectador tirado por el suelo.

2. A ghost story (David Lowery)
Además de ser la película sobre fantasmas más original e imaginativa que conozco, es ante todo una experiencia audiovisual que desprende belleza y meticulosidad en cada uno de sus planos y con una apabullante concepción del tiempo. La banda sonora es la mejor del año.

3. Tony Erdman (Maren Ade)
Una comedia insólita, absurda e imprevisible que aprovecha todos y cada uno de los 162 minutos que dura manteniendo la tensión y sin el menor sentido del ridículo. La secuencia del karaoke con ‘The greatest love of all’ es histórica.

4. Dunkerque (Christopher Nolan)
Una película enorme donde poco importa que su guion, porque está rodada de una manera admirable y con un dominio técnico asombroso. Una de las mejores películas de Nolan.

5. Personal Shopper (Olivier Assayas)
Su compleja mezcla de géneros convierte a esta película en un objeto poliédrico, hipnótico y original que rompe con todas las convenciones de una manera discreta y elegante. Y cómo está Kristen Stewart cuando se pone en manos de este director.

6. Crudo (Julia Ducournau)
El mejor debut del año. Una película sobre canibalismo que no da miedo pero que propone un viaje de autodescubrimiento en torno a la adolescencia. Ha sido la It Follows de este año.

7. Manchester frente al mar (Kenneth Lonergan)
Una película triste hasta la crueldad que no pierde el sentido de la belleza ni relaja la atmósfera en ningún momento. No es tan buena como ‘Margaret’ pero sí muchísimo más redonda.

8. El sacrificio de un ciervo sagrado (Yorgos Lanthimos)
Una tragedia griega con Nicole Kidman aportando frialdad a una historia ya de por sí heladora y exenta de piedad, con tintes surrealistas y sobrenaturales que aportan valor al aura de una película extraordinaria.

9. En realidad, nunca estuviste aquí (Lynne Ramsay)
Un radical triunfo del estilo.

10. Yo, Daniel Blake (Ken Loach)
El mejor trabajo de Ken Loach en muchos, pero muchos años se mantiene fiel a un estilo cada vez más sofisticado. Es una película sobre la crisis que todo el mundo debería ver.

11. It comes at night (Trey Edward Shults)
Una apocalíptica película de terror con matices y lecturas que la convierten en un producto inteligentísimo. Conocí a este director gracias a John Waters y descubrí que su primera película, ‘Krisha’, que estaría en este lugar de la lista si no fuera de 2015.  

12. Hounds of love (Ben Young)
De una premisa convencional y mediante el control absoluto de lo que enseña, la película alcanza unas cimas de tensión impresionantes. Y qué final.

13. Good Time (Ben Safdie, Joshua Safdie)
La mejor película indie de 2017 que se estrenará con suerte en 2018 (al menos en Netflix) es una absoluta revelación. La banda sonora de Oneohtrix Point Never y Robert Pattinson está increíble.

14. Moonlight (Barry Jenkins)
La película más auténtica y honesta de todo el año que además tuvo como bonus track el histórico disparate de los Oscar, donde una historia de marginados se plantó frente a la América apropiacionista, blanca, heterosexual y pija de ‘La, la land’.

15. 120 pulsaciones por minuto (Robin Campillo)
Un drama político ejemplar sobre la incertidumbre provocada por la epidemia del sida en París en los años noventa. La mejor película de temática gay del año seguida de lejos por Beach Rats y a la espera de que se estrene Call me by your name. 


VICENTE MOLINA FOIX

Twin Peaks 3. El retorno, de David Lynch. ¿Serie, instalación, película de Fantomas en episodios? Una historia del mundo de las imágenes que va desde la figuración más opulenta al mero signo cifrado.

Ma Loute. De Bruno Dumont. El Dumont gamberro puede ser tan profundo como el Dupont grave.

El autor. De Manuel Martín Cuenca. Siempre estimulante, siempre ocurrente, el director almeriense se muestra inteligentemente irreverente con la “nouvelle” de Cercas.

El otro lado de la esperanza. De Aki Kaurismäki. Cine social sin homilías.

En realidad nunca estuviste aquí. De Lynne Ramsay. Le sobra un poco de solemnidad vanguardista (Phoenix), pero no le falta ni un gramo de talento

La región salvaje. De Amat Escalante. El pulpo en el garaje resulta, más que adictivo, adhesivo. Deseo de ser piel roja.

Belle Dormant. De Udorfo Arriettà. El genio malicioso de la vanguardia española despierta en plena forma.

La cordillera. De Santiago Mitre. Política ficción de alta costura y grandes histriones.

Sieranevada. De Cristo Puiu. La facundia rumana brilla en el ‘huis clos’.

Y para desengrasar, pues el arte puro engorda más que el impuro, un divertimento pre-navideño: Suburbicon. George Clooney escondiendo su narcisismo de ‘beau garçon’ en una competente y divertidísima  mímesis de los Coen.

FRANÇOIS MONTI

Por primera vez desde que el señor Ferré me abrió la puerta de este foro anual, leer mi lista me deprime. Su gran debilidad no se debe tanto a la debilidad de la oferta cinematográfica (o por lo menos, no lo pienso), sino a un año en el cual, a buen seguro, no fue capaz de ver lo que de verdad merecía la pena. Por primera vez también, dos series (Twin Peaks y The Handmaid’s Tale), figurarían en la cima de un hipotético top 5. Otra vez, esto no se debe a sus calidades (obviamente enormes) sino a mi escaso criterio a la hora de seleccionar lo que me tomé el tiempo de ver en 2017. Muy diferente hubiese salido la lista de haber podido ver Creepy de mi amado Kiyoshi Kurosawa, Nocturama del gran Bonello, la Okja de Bong Joon-ho o quizás incluso la nueva del infame y sobrevalorado Yorgos Lanthimos. O no, porque 2017 también fue año de decepciones, con ofertas débiles de grandes cineastas. A pesar de todo:

Lo mejor de un año (personal) mediocre
Upstream Color – Shane Carruth 
La La Land – Damien Chazelle
Certain Women – Kelly Reichardt
Billy Lynn’s Long Half-Time Walk – Ang Lee
Good Time – Safdie Brothers
The Florida Project – Sean Baker
After the Storm – Hirokazu Kore-eda

Love & Hate (manipuladores)
Detroit – Kathryn Bigelow
Get Out – Jordan Peele

(Not bad, but) could have been so much better
Blade Runner 2049 – Denis Villeneuve
Free Fire – Ben Wheatley
Baby Driver – Edgar Wright
Logan Lucky – Steven Soderbergh
Dunkirk – Christopher Nolan
Split – M. Night Shyamalan
  

JOSÉ RAMÓN ORTIZ

2017 en el cine: un año de sorpresas. Después de unos cuatro o cinco años sin que nada me emocionaba mucho, este 2017 vi muy buen cine; sobre todo pienso en la constante de parodiar, en el mejor sentido de la palabra, las formas que se hicieron habituales en los últimos 10 años: ni los zombis, ni los superhéroes, ni los dramas, ni el terror, ni los monstruos, fueron lo mismo este año en las salas; creo que es evidente la renovación de lo mismo. Fue un año pésimo para el cine hispanoamericano; nada valió la pena... y vi poco cine asiático que valiera la pena. De Europa, algunas cosas, pero definitivamente 2017 fue el regreso del mejor Hollywood. Creo. Aquí están, sin orden, las películas que más me gustaron. Por cierto, no pongo series porque ninguna valió la pena en comparación con el cine; las teleseries se han vuelto culebrones muy largos que no cuentan nada que no pueda relatarse en hora y media, ejemplos clave son Mindhunter, Stranger Things, y West World, ¡qué aburrido seguirlas!:

Colossal (Nacho Vigalondo; Toy Fight Productions)
I Don't Feel at Home in This World Anymore (Macon Blair; Netflix)
The Girl with All the Gifts (Colm McCarthy; Poison Chef)
A Cure for Wellness (Gore Verbinski; Regency)
The Lure (Agnieszka Smoczynska; WFDiF)
The Meyerowitz Stories (New and Selected) (Noah Baumbach; Netflix)
Raw (Julia Ducournau; Petit Film)
Free Fire (Ben Wheatley; Film Four)
Logan Lucky (Steven Soderbergh; Trans-Radical)
Dave Made a Maze (Bill Watterson; Better Stories)
Get Out (Jordan Peele; Universal)
After the Storm (Hirokazu Kore-eda; Aoi Promotion)
The Big Sick (Michael Showalter; Apatow Prod.)
Dunkirk (Christopher Nolan; Warner Bros)
My Entire Highschool Sinking Into the Sea (Dash Shaw; Washington Square Films)
Columbus (Kogonada; Depth on Field)
Logan (James Mangold; Twentieth Century Fox)
Graduation (Cristian Mungiu; Canal+)
Wonder Woman (Patty Jenkins; Warner Bros)
Ingrid Goes West (Matt Spicer; Mighty Engine)
Atomic Blonde (David Leitch; 87Eleven)
Unforgettable (Denise Di Novi; DiNovi Pictures)