PROVIDENCE
SANTOS SANZ VILLANUEVA
Un vanguardista director de cine español, Álex Franco, sirve de nexo a la constelación de dispersos componentes narrativos que se encajan en el artefacto novelesco Providence. La trayectoria de Franco se reconstruye desde un momento vital conflictivo hasta el desenlace en una apoteosis visionaria que incluye su disolución. Con este recurso, Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962) ensarta un nutrido bagaje tanto de sucesos como de reflexiones de corte ensayístico. La base convencional del procedimiento se dispone al servicio de una ideación novelesca fracturad: estampa costumbrista crítica, fanta ficción, libro de viajes, recreación histórica, descenso a ultratumba, alegato socio político, novela ensayística intelectual culturalista, novela erótica o relato psicologista.
Cada una de estas formas da lugar a tramas más o menos sostenidas y, aunque bastante independientes, integradas en un sutil y complejo juego de perspectivas que remiten a un punto central, la consideración escéptica sobre la realidad. Por eso se solapan los sentidos de la propia palabra que da título a la novela y ésta adquiere un alcance polisémico y ambiguo.
Providence es la ciudad norteamericana adonde acude el protagonista como profesor universitario. Este lugar da pie a una dilatada crónica que acoge duros testimonios racistas de ayer y documenta la vida en el campus y las relaciones personales y hábitos sexuales del presente. Es asimismo un extraño guión cinematográfico que llega a manos de Franco por caminos misteriosos. La historia de un lugar imaginario llamado como la ciudad centra el proyecto narrativo de un estudiante. Providence es también motivo de la reconstrucción biográfica de su hijo más conocido, el escritor Lovecraft. Ampara igualmente un videojuego bajo un título con especial grafía de la ciudad, “Yo soy Providenz”, donde el creador de los mitos de Cthulhu y un policía proponen una indagación estremecedora en los terrenos del mal que desemboca en una aproximación al enigma de la Providencia (palabra de clara similitud con Providence).
La novela Providence se plantea como un discurso deliberadamente flexible que admite motivos múltiples. Aislados, destacan las incisivas reflexiones sobre el cine, el análisis ácido de la sociedad americana y por extensión del planeta globalizado. En conjunto, el libro trasmite una desoladora imagen del mundo montada a partir de una conciencia ética que clama contra la barbarie, la crueldad y el sinsentido de la vida.
Providence viene a ser un modo renovado de literatura comprometida hecha con ambición y exigencia grandes. No creo que dé ninguna clase de respuesta, según asegura la cubierta, a lo que se puede esperar de una novela a comienzos del siglo XXI, batalla en la que Ferré anda metido con belicoso espíritu, porque justo lo mejor del libro está en los pasajes donde sale el instinto de contador de historias tradicional: buena imaginación en las anécdotas, potencia para contar episodios impactantes, capacidad de observación y dominio de una prosa narrativa rítmica y eficaz. Ferré revela en esta obra magníficas condiciones como novelista... de los de siempre.
(En El Cultural del diario El Mundo)
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