miércoles, 28 de agosto de 2019

ÉRASE UNA VEZ…



[Publicado ayer en medios de Vocento]

Érase una vez una Europa unida, solidaria. Érase una vez un mundo donde no existían ni la demagogia ni la corrupción y los ricos compartían sus riquezas con los más necesitados. Y no los dejaban morir en alta mar o en sus miserables países de origen. Érase una vez un mundo donde los países pobres no eran esquilmados por los países ricos. Érase una vez un planeta en paz, naciones unidas de verdad, sin fronteras inicuas. Un mundo de pueblos hermanos y gente contenta. Érase una vez en Hollywood.
Europa no es Hollywood, pero la mentira manda igual, con más soberanía o menos, importa poco, como muestra el pulso entre Salvini y Sánchez a cuenta del Open Arms con el arbitraje invisible de Bruselas. Para colmo, mientras el Open Arms se debatía en el mar de la muerte esperando ayuda por estas alegres tierras se discutía con desparpajo sobre si Neymar valía o no los 38 millones de euros anuales que el Barça y el Madrid estaban dispuestos a pagarle. Bochorno o vergüenza se quedan cortas como palabras sin sentido en un mundo que expresa su lógica en estos cínicos extremos. Aunque Richard Gere haya querido enmascarar con su humanismo de escaparate una situación insostenible como la de este barco maldito, son los gobiernos europeos los que han quedado retratados como lo que son. Agencias fariseas. Pantallas que encubren las derivas globales del dinero y los negocios locales nacidos al calor de sus gestiones y finanzas. Así va el mundo. La Amazonia arde, incendiada por ganaderos y agricultores que realizan el programa destructivo de Bolsonaro, sin que hagamos otra cosa que protestar en vano frente al televisor donde vemos el avance de la devastación, mientras todo París se inflama contra el jugador más jeta de la historia.
Y los tertulianos proclamando que nada importante sucede en agosto. Nada avanza. La maquinaria atascada. El grifo cerrado. El motor gripado. Las luces apagadas. Vacaciones mentales para todos. Y yo me lo creo. Y el Open Arms, con su naufragio humanitario, sume a Salvini en la infamia y a Sánchez en la impotencia. Los tibios ataques de Macron debilitan al fascista Bolsonaro. Y las embestidas comerciales de Trump se estrellan contra la estrategia confuciana de Pekín sin daños colaterales, como el “Brexit”. Y Podemos entra en el gobierno para aplicar sus políticas y así no iremos a nuevas elecciones. No las queremos, no las necesitamos, como tampoco la sentencia del procés para amargarnos el otoño con malos rollos nacionalistas. Érase una vez, sí. Mucho cuento y muchos cuentos que contarnos aún hasta que tengamos la conciencia satisfecha y el sueño tranquilo. La mentira manda, por nuestro bien, en todas partes. En Hollywood y en Biarritz. En Brasilia y en Washington. En Madrid y en Bruselas. En París y en Londres. Geografía global de la falsedad. Qué grande es Tarantino.

miércoles, 21 de agosto de 2019

PSICODRAMAS MORBOSOS



[A. M. Homes, Días temibles, Anagrama, trad.: Andrés Barba, 2019, 304 págs.]

Esta es la mejor definición de la ficción que A. M. Homes desarrolla en los mejores relatos de este libro: aquellos en que el artificio narrativo fabricado como una red para atrapar las partículas y corpúsculos flotantes de las vidas y el entorno de sus personajes funciona como una antena receptora de señales de este mundo y también de otros, inferiores o superiores. La vida americana contemporánea, objeto de deseo preferido de la escritura lacerante de Homes, participa también de esa doble condición de delirante drama de psiques malsanas.
Es su primera colección de relatos desde 2002 (exactamente desde esa excelente colección titulada Cosas que debes saber[*]) y su escritura se ha desenfrenado, como si Homes hubiera decidido pisar a fondo el acelerador de su inventiva máquina de crear ficciones, multiplicando registros, técnicas y motivos y generando un envidiable muestrario de modos narrativos. Los relatos menos convincentes, sin embargo, incurren en lo que llamaríamos los tics enfermizos del realismo mágico: hipérboles efectistas, abuso metafórico, lirismo blando, hechos inverosímiles, toques maravillosos, etc. Sirenas transatlánticas y amantes araña, nupcias mitológicas, leyendas dudosas o levitaciones femeninas, son recursos inútiles y soluciones fáciles en una escritora superdotada como Homes que ha redefinido con su práctica el concepto de realismo. Cuando Homes abre de par en par las compuertas de su talento, los logros son incomparables. Así lo demuestra el relato “Días temibles”, donde se cuenta con ironía refinada el encuentro amoroso en un congreso sobre genocidios de un aguerrido cronista de guerra y una delicada novelista lesbiana.
El primer relato (“Hermano dominical”) es otra maravilla al estilo del gran Cheever: un grupo de veraneantes de alta clase profesional que consumen el tiempo en la playa coleccionando gestos mezquinos, trifulcas familiares y miseria moral. También es interesante “La última vez que lo pasó bien”, sobre el extranjero en crisis existencial que recupera el espíritu de su infancia y el sentido de la vida regresando a Disneylandia y viviendo una experiencia adulta con una empleada del parque que le hace madurar. Pero Homes no olvida su vena satírica y política. El magistral “Un premio para cada jugador” es una alegoría grotesca sobre la América consumista protagonizada por una familia digna de los Simpson que compite como un equipo en un concurso en un hipermercado y acaba encontrando un bebé huérfano y viendo cómo el patriarca, con su discurso populista, es elegido candidato presidencial.
El espléndido díptico californiano compuesto por “Hola a todos” y “Ella se escapó” es uno de los retratos más descarnados y vívidos que se pueda hacer hoy de la realidad americana del siglo XXI, con el trampantojo y los espejismos de Trump para distorsionar aún más sus impresiones. Este dúo narrativo se inspira en la visualidad del pintor Eric Fischl y sus aciertos son deslumbrantes: piscinas luminosas, escenario desértico, cuerpos modelados por la anorexia, la bulimia o la cirugía plástica, abulia adolescente, apatía adulta, existencias suburbiales sin otro designio que agotar hasta el límite las ventajas de sus privilegios económicos, sociales y culturales. La terrible escena final del segundo relato, no por casualidad la última del libro, cuando la protagonista Cheryl queda sola en su lujosa mansión al cuidado de los padres comatosos, una vez que su hermana modelo ha muerto de inanición, y se va la electricidad, extinguiendo la fuente de energía que los mantiene vivos, es una imagen escalofriante de la decadencia total y el apocalipsis de una cultura y un país.
La literatura de Homes habla de lo que duele, sea el sexo, la vejez, el fracaso o la estupidez, pero lo hace de tal modo que nos devuelve la creencia en el ser humano, sea esto lo que sea (o se entienda hoy como se entienda).  




[*] Sobre Cosas que debes saber (Anagrama, 2005) escribí esto en el momento de su aparición:
Como dice la novelista inglesa Zadie Smith, la prosa narrativa de A. M. Homes tiene dientes. Dientes y también garras, añado, y no sólo porque en uno de los más desconcertantes relatos (“Afuera el tiempo es brillante y soleado”) de esta desconcertante y deslumbrante colección de relatos la chica protagonista se metamorfosee en un coyote y en un mapache y en un pato y después en un cisne para acabar intimando con la protagonista de otro relato (“En una colchoneta, flotando en el agua”) que se pasa la vida metida en la piscina de su casa huyendo de las peleas diarias de sus padres. Como las metamorfosis animales de esta chica en la que la autora se retrata metafóricamente, el estilo de Homes araña y rasga, o bien acaricia y lame como una lengua; su tacto es a menudo plumoso y cálido, como una almohada, y otras áspero y feroz como una alimaña herida. La suya es una prosa capilar e hiperestésica que permanece abierta a todas las influencias sensibles, sabe dialogar con todas las formas existentes y es capaz de percibir y registrar los movimientos moleculares de la vida y el entorno de sus personajes.
En este sentido, no exagera tampoco Zadie Smith cuando sitúa a Homes “entre los mejores autores de relatos que han producido los Estados Unidos en los últimos treinta años”. Brillante discípula de Grace Paley y Angela Carter, dos escritoras que demostraron cómo la escritura femenina podía hablar de muchas más cosas que de la ternura, la maternidad o los visillos, Homes es autora de cuatro novelas y, con éste, de dos libros de relatos. El anterior, “La seguridad de los objetos”, una espléndida prefiguración del mundo y el estilo de “Cosas”, sigue inédito en español, excepto su pieza más célebre, el perverso cuento de muñecas Barbie y niños polimorfos “Una verdadera muñeca”.
La infancia freudiana reaparece en “Los niños prodigio”, otra visión a contracorriente de ese período mitificado por la cultura del consumo y la infantilización general. Este relato perturbador parece una respuesta desafiante a los hipócritas puritanos que se escandalizaron con su “lolítica” novela “El fin de Alicia”, la acusaron de “pedófila” y reclamaron su prohibición: aquí son los niños quienes se entregan, sin la asistencia de adultos corruptores, a rituales sexuales aberrantes y transgresores. En “Georgica”, por el contrario, el nombre de la niña por nacer preside la historia de una mujer obsesiva que busca quedarse embarazada a toda costa recurriendo a los preservativos desechados en la playa por las parejas furtivas que la frecuentan. A pesar de la aparente sordidez del planteamiento, el relato es de una estremecedora belleza. “Cosas que debes saber”, la fábula que da título al libro, encierra también su designio: la inexistencia de un código moral o un manual ético con el que comprender, mucho menos juzgar, las anómalas conductas y actitudes de sus personajes.
Además de la infancia y sus aledaños, como sucedía en su novela “Música para corazones incendiados”, la experiencia conyugal es otro de los motivos preferidos por Homes para experimentar en el laboratorio narrativo y estudiar comportamientos excéntricos: ya se trate de la perplejidad del marido de una mujer china que no quiere serlo (“La lección china”); de la ambigua comprensión de una mujer cuyo marido es un suicida vocacional (“Mantengan la calma, por favor”); o de la pesadilla marital del hombre cuya mujer está muriendo de cáncer (“No molesten”).
Pero donde sobresale la inteligencia y malicia narrativa de Homes es en el más ambicioso y logrado de todos los relatos, “La ex primera dama y el héroe del fútbol americano”. Una desternillante parodia política y una evocación corrosiva de los años tardíos del matrimonio Reagan: con Ronald, el presidente más peliculero y mediático de la historia americana, derrotado por el Alzheimer, y Nancy, esposa abnegada y fiel hasta el final a la imagen política de marca del matrimonio republicano, como pareja estelar de esta senil comedia televisiva de situaciones delirantes. En este relato antológico, a la prosa de Holmes le brotan espinas, le crecen colmillos. Eso sí, colmillos envueltos en fundas de terciopelo. 

miércoles, 14 de agosto de 2019

EL ÁRBOL DE LA VIDA (EPÍLOGO)



No ha escapado a algunos lectores sagaces que el título del post donde comentaba The Overstory (El clamor de los bosques, en su traducción española), la extraordinaria novela de Richard Powers, permitía una doble lectura, según se atendiera al genitivo objetivo o al subjetivo y a sus bifurcaciones semánticas. La vida es un árbol o el árbol es la vida, he ahí el dilema básico planteado en esta metáfora antigua y sus ramificaciones simbólicas. 
Quizá por ello la proximidad léxica en inglés entre tree y truth (propongo verdor y verdad como posible equivalencia española, añadiendo un guiño irónico a la profecía bíblica (Isaías 15:6): Todo verdor perecerá), fundamental para Powers en el discurso de la novela, sea la matriz del pensamiento expresado en el aforismo 371 (“Nosotros, los incomprensibles”) de La Gaya Ciencia de Nietzsche. Powers pudo o no tenerlo en cuenta al escribir la novela, no lo sé, pero esta se enriquece a posteriori con su aporte de fuerza, savia y sabiduría. Le da todo su sentido filosófico y vital, para entendernos.

Esto es lo que dice este aforismo capital (las negritas son mías):

¿Nos hemos quejado alguna vez de que no nos comprenden, de que nos ignoran, de que nos confunden con otros, de que nos calumnian, de que no nos escuchan o de que apenas lo hagan? Este es, precisamente, nuestro destino y lo seguirá siendo por mucho tiempo, hasta 1901 por lo menos, calculando con modestia; y eso es también nuestra distinción y nuestro orgullo; no nos valoraríamos bastante a nosotros mismos si deseáramos que fuese de otro modo. Nos confunden con otros y eso hace que crezcamos y en nuestro cambio perpetuo nos desprendemos de las cortezas viejas, estrenamos piel nueva cada primavera, no dejamos de ser cada vez más jóvenes, de más porvenir, más elevados y más fuertes, echamos raíces cada vez con más fuerza en lo profundo —en el Mal—, mientras a la vez abrazamos el cielo siempre con más amor y amplitud y absorbemos su luz, cada vez más sedientos, con todas nuestras ramas y todas nuestras hojas. Crecemos como los árboles —¡qué difícil es comprender esto, tan difícil como comprender la vida!—. Crecemos no sólo por un lado, sino por todas partes, no en una dirección sino en todas, por arriba y por abajo, por dentro y por fuera. Nuestra fuerza actúa a la vez en el tronco, en las ramas y en las raíces, no nos corresponde hacer algo por separado ni ser algo separado. Tal es nuestro destino; crecemos en altura, ¡y eso debería ser nefasto para nosotros, pues habitamos cada vez más cerca del rayo! Tanto mejor, no por eso lo vamos a honrar menos; es algo que no podemos compartir con otros ni comunicárselo: el destino de la altura, nuestro destino.

martes, 6 de agosto de 2019

TERROR



 [Varios autores, The King, Errata Naturae, 2019, págs. 283]

El terror es quizás el género narrativo más convencional: aquel que muestra, precisamente, las amenazas que acechan a los estilos de vida más normativos y convencionales. El terror logra conjurar su inquietante influencia y exorcizar los monstruos íntimos que esas formas de vida engendran. Stephen King es el maestro absoluto de esta clase de terror: el terror que concibe la vida como una pesadilla viscosa donde todo lo que amamos y deseamos es puesto en peligro, choca con sus límites oscuros o se enfrenta con crudeza a su terrible antagonista, la muerte. En este sentido, King no es un escritor minoritario como Poe, Lovecraft o Ligotti, a pesar de su influencia, sino más parecido a otros practicantes del terror comercializado para consumo de masas.
“Cuando la gente ve fantasmas, siempre se ve primero a sí misma”, esta idea de King define el paisaje mental en que se desarrolla la ficción de terror desde hace al menos dos siglos como respuesta a una existencia humana cuyas circunstancias se han vuelto fantásticas. Como explica el escritor Pacome Thiellement pensando en King: “Lo fantástico es nuestra expresión espiritual; es la realidad metafísica de nuestra vivencia psíquica”. Aquí, en este mundo de monstruos y fantasmas, este territorio del horror donde los muertos acosan a los vivos y los vivos no están seguros de estarlo del todo, es donde reina King soberano como el ente mutante de su grandiosa novela It.
Este estupendo libro lo contiene todo para complacer al fan acérrimo de King y también al detractor recalcitrante. Profundo calado literario, filosófico, psicológico, cultural y sociológico en las ficciones mayores y menores que construyen el orbe aberrante del mitógrafo de Maine. Al comienzo, una instructiva entrevista de Tony Magistrale aborda una de las cualidades esenciales de la imaginación de King: su asombrosa facilidad para traducirse en poderosas imágenes de cine y televisión, con independencia de si, para su autor eficiente, existen logros audiovisuales más polémicos (El resplandor, Christine, Cadena perpetua), bodrios confesos (alguno realizado por el propio King) y películas memorables (CarrieCementerio vivienteLa zona muerta, Cuenta conmigo, Misery).


La facción hispana del libro, más literaria, incorpora excelentes exégesis de fans como Rodrigo Fresán, sobre el protagonismo infantil en las novelas de King, Mariana Enríquez, sobre la presencia femenina, y Laura Fernández, sobre el cumplimiento de los deseos como fatalidad del sujeto. Y la facción anglosajona, más académica, se enfrenta a la legitimidad artística y moral del género de terror (Greg Littman); las visiones políticas y distópicas sobre el poder y la violencia, en sintonía con los postulados de Hannah Arendt (Joseph Foy y Timothy Dale); la reformulación narrativa del eterno retorno nietzscheano (Garret Merriam) o la heterotopía de Foucault aplicada al espacio del hotel Overlook en El resplandor como demostración del sesgo conservador de la ficción de King (Elizabeth Hornbeck), entre otros interesantes planteamientos.
Un aspecto irónico, sin embargo, es que en numerosas novelas de King, por terrible o cruel que sea la realidad descrita, las figuras del bien, los agentes de la bondad y la compasión, solo consiguen agravar el mal, volviendo aún más implacable el destino de las víctimas, sea cual sea su edad o sexo. Al final estos personajes solo contribuyen al mal y colaboran, contra su voluntad, con los planes destructivos de la maldad. Y consuman su ruina como consecuencia de la exasperante impotencia de sus actos y decisiones. Así el maestro King, como antes Buñuel, nos está diciendo la horrible verdad: no hay salvación para nadie mientras no cambiemos el mundo entre todos. Y esto, que es imposible por definición, es lo único que produce en toda su obra auténtico terror.