LITERATURA EN EL CIBERESPACIO
JUAN GOYTISOLO
Providence, de Juan Francisco Ferré, es una novela ideal para quienes conciben la lectura como una incursión en lo desconocido.
La gestación de una novela innovadora es siempre una aventura en la que el autor descubre poco a poco las posibilidades que le brinda la propia empresa narrativa. En vez de seguir los caminos trillados de un relato supuestamente real y previsible, se adentra en la terra incognita de lo inexplorado, nos desvela las sucesivas encrucijadas a las que se enfrenta y sus inesperadas ramificaciones: unos dioramas que se iluminan y cambian según la perspectiva en la que se sitúa el lector.
Para quienes conciben la lectura como una incursión en lo desconocido condigna a la de la escritura, Providence, la última novela de Juan Francisco Ferré, es un verdadero regalo: el destinatario de ella va de sorpresa en sorpresa, vuelve sobre sus pasos para verificar que no se ha extraviado y reinicia su incentivo periplo: todo es a la vez real e inverosímil, un viaje que le lleva imperceptiblemente a un alucinante universo virtual.
Resumir esta novela sería traicionarla. A partir de una situación común –la de un cineasta español, Álex Franco, a quien una productora francesa llamada Delphine le confía un guión titulado Providence para levarlo a la pantalla- el relato se bifurca, discurre por diferentes niveles, emprende nuevas y arriesgadas singladuras. La estancia de Álex Franco en la ciudad norteamericana que inspiró el bello filme de Alain Resnais se desenvuelve en planos a un tiempo contrapuestos y complementarios. Sus infructuosos cursos universitarios, el proyecto cinematográfico que se aleja de él como un espejismo, los encuentros inopinados con personajes pertenecientes a códigos literarios distintos –los de la novela gótica, de actores misteriosos y crípticas conjuras; de la novela erótica, encarnados por mujeres famélicas de sexo, en las circunstancias más insólitas…- transmutan gradualmente el mundo universitario y cinematográfico, vistos siempre desde el prisma de la ironía, en el universo ilusorio creado por los medios informativos en el que el terror se convierte en una rentable mercancía.
Buen conocedor de la modernidad literaria del pasado siglo, Juan Francisco Ferré añade a su amplio bagaje de lector de Cervantes y Joyce el de un experto en la ubicuidad del ciberespacio en el que hoy vivimos. Si el cine y la televisión cambiaron el rumbo de la novela en la pasada centuria –ya para degradarla, sometiéndola a las reglas y convenciones de éstas como en el caso de los novelistas perezosos o mediocres, ya para crear un ámbito literario inédito y no trivializado como el de las telenovelas y folletines históricos-, Internet y sus derivados inciden en el presente de su evolución en la medida en que modifican la percepción de lo real y lo virtual, difuminan sus diferencias, alteran la comprensión de nuestro entorno cotidiano. Con humor corrosivo, el autor de Providence hace desfilar ante nosotros una galería de personajes en los distintos niveles que integran el libro: terroristas, conspiradores sectarios, profesores universitarios ridículos y engreídos, vampiresas del Hollywood del pasado siglo. Si nuestro máximo creador introducía en su obra maestra los verosímiles de las novelas de caballerías, morisca, bizantina, bucólica, etcétera, a fin de parodiarlas y edificar la suya sobre sus ruinas, atento lector de Cervantes, Juan Francisco Ferré compendia en Providence las manifestaciones artísticas contemporáneas –el cine, la tele, la omnívora Red, los mitos y falacias de la utopía cultural norteamericana- para machacarlas y mezclarlas en su batidora. Las figuras icónicas del Pop Art y el hip-hop, los blogueros apocalípticos y visionarios ocupan el mismo espacio que los referentes literarios de antaño. Lo alto y lo bajo, lo perdurable y lo efímero se confunden en una misma pasta compacta por las paletas móviles de su implacable máquina trituradora. Todo cabe en ella en virtud de una subversiva voluntad igualitaria en la que vale lo mismo Beethoven que cualquier roquero de Los Angeles o de Jamaica.
El impávido y siempre confuso Álex Franco va dando tumbos, como don Quijote, de un nivel narrativo a otro, de
Gracias a la síntesis de planos diversos –literario, cinematográfico, televisivo, musical, ciberespacial-, Providence recrea su genealogía de raíces múltiples, heterogéneas, mezcladas. Es una novela del siglo XXI destinada a lectoras y lectores capaces de imaginar el acceso al ámbito literario como una aguijadora incursión por parajes fuera de lo común, en los que el artífice de la obra les depara frecuentes motivos de sorpresa y de risa. Como un puñado de jóvenes novelistas que admiro, el autor de Providence ha escogido con valentía el texto literario frente al éxito fácil y visibilidad mediática del producto editorial: una elección que le honra y merece el aplauso de quienes defendemos la modernidad atemporal que perdura a lo largo de los siglos en el territorio vasto y complejo de la literatura escrita en nuestra lengua.
(El País, Babelia, 2-01-2010, p. 9)
5 comentarios:
“- El primero aún parece un accidente.
- […] para cuando aparece el segundo avión –dijo él-, ya somos todos un poco más viejos y sabemos más”.
Don DeLillo.
Me gusta la visión caleidoscópica que aportan varias críticas simultáneamente. Sigue la lógica de Providence.
Providence es el tercer avión.
Pónganse cómodos y disfruten del viaje.
Lo dicho, espléndida novela.
Un saludo.
La terminé de leer hace días, pero aún da vueltas por mi cabeza.Creo que es de ese tipo de libros que no terminan del todo al acabar la última página.Providence ha pasado a tener múltiples sucursales en las cabezas de muchos, intuyo.
Nueva intromisión.
Tras esa genial vuelta de tuerca con que acaba el segundo, acabo de ingresar en el tercer nivel de tu, no sé si llamarla Hipernovela echando mano de algo que parezca estética ciberpunk, o retomar aquellas entrañables escenificaciones del "Boom" calificándola de Novela totalizante; en cualquier caso, como te adelanté, Novela con Mayúsculas, que es lo mismo que Expedición de Búsqueda, si no del tiempo perdido, quizá de algún pedazo de nuestro ser.
Más allá de las piruetas conceptuales de Jesús Andrés, más allá de las evidentes constataciones de Masoliver Ródenas y de los circunloquios multiculturales de Goytisolo, e incluso del hecho de compartir innumerables referentes cinematográfico-musicales-literarios, lo que me mantiene atado a su lectura es algo mucho más... llamémoslo primario: hacía mucho tiempo que una novela no me inquietaba: la organización del texto, esa mirada -tan de "Arrebato"- que obliga al lector a transformarse en voyeur pasado por el filtro de De Palma, el montaje -que deja caer los hilos de la narración y los retoma de modo aparentemente caótico-, la exacerbación de la ironía, el detalle aparentemente insignificante de que las "tomas" no sean correlativas, como sugiriendo textos invisibles, desarrollos alternativos, abandonos fantasmáticos...
"El lenguaje está envenenado, las palabras podridas, el diálogo corrompido, ¿cómo escapar del bucle?..."
Me siento tentado de contestar: escribiendo -porque escribir no es meramente utilizar el lenguaje, amontonar palabras, construir diálogos... escribir es alimentarse de todo eso para huir o para buscar ¿quién decide de qué lado miramos el asunto?
Quizá vuelva.
Jesús García Blanca.
Jesús, qué puedo decirte excepcto agradecerte la inteligencia con que sigues leyendo mi novela. Por ahora eres el único que ha señalado esa peculiaridad de las tomas con numeración no consecutiva, es un detalle que pasa desapercibido a quienes leen la novela como una ficción tradicional. Me alegra que lo comentes.
Me gusta mucho el término Hipernovela, si no me equivoco Calvino lo utilizó para describir su Si una noche de invierno un viajero y La vida instrucciones de uso de Perec en la última de las seis propuestas para este milenio, la que corresponde a la multiplicidad...
Mil gracias de nuevo.
Un abrazo.
Toma descartada, 9:
De: Mike Ryan
Para: Darth
CC: JFF.
Enviado el: 01/01/Año Uno
Asunto: Lo innombrable
El vacío.
Para nuestra desesperación, eso es lo que encontramos al finalizar una gran novela.
Pero, ¿puede decirse esto de una novela que no respeta las reglas del principio-desarrollo-final? ¿Puede uno en propiedad afirmar que ha terminado de leer una novela acribillada de trozos de vacío, de agujeros narrativos, de saltos y tomas repetidas y personajes perdidos y autorreferencias en espejo y caminos desechados o sugeridos y tiempo retorcido?
El viaje que usted propone, mi querido Darth –mi temido Darth-; el viaje que hicimos en un tiempo jamás recobrado; el viaje en que estamos inmersos ahora y para siempre; es el viaje al vacío porque nunca se llega a destino, un viaje sin motivo porque el motivo es el tiempo, una parada eterna debido a algún fallo en los dispositivos de una nave milenaria que debió saltar al hiperespacio y se quedó suspendida en ninguna parte, por capricho de una tecnología obsoleta o excesivamente complicada para la insana simplicidad de nuestros sueños.
¿Qué hay más allá de esa intemporalidad?
Algo que no tiene nombre pero que intuimos y que tratamos de tocar, de comunicar mediante la hiperescritura. Curiosa la mención –en este intercambio de mensajes electrónicos- de Calvino y Perec. No sólo por la sugestiva circunstancia de que la última toma de PVD ostente el número 99 y esa sea la cantidad de capítulos de La vida, instrucciones de uso, como una –dice Calvino- “fisura a lo inconcluso en un libro ultradeterminado”. Lo más sugestivo es el hecho de que la descripción que Calvino hace de su última propuesta para el milenio –la multiplicidad- parece corresponder a un retrato-robot de Providence: ¿no es Providence esa “novela como una gran red”, esa “máquina de multiplicar las narraciones” partiendo de iconos multisignificantes, una obra “concebida fuera del self”?
No me cabe duda de que JFF es un viajero hacia el vacío que nos ha legado una enorme propuesta para el milenio en curso plagada de “fisuras a lo inconcluso”, un explorador del abismo –que decía Vila Matas que dijo Kafka pero no lo dijo; aunque a efectos de escritura, ¿importa?
Aquí me detengo.
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Jesús García Blanca.
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