[Publicado en medios de Vocento el martes 9 de marzo]
Es
paradójico, sí. Cuanto más fallidas resultan las estrategias de la izquierda
para combatir al capitalismo global, más se volatiliza este con los movimientos
especulativos de internet. Al sexo fluido y la vanguardia trans de la izquierda
responde el sistema con la fluidez de capitales y el empleo fluido. Es irónico.
Los más capitalistas, como Bill Gates, propugnan soluciones socialistas a los
perjuicios ecológicos del desenfreno económico. El caso Bárcenas pasará a la
historia como el último episodio nacional de una tendencia cutre a la
financiación de los partidos por empresarios locales. La nueva moda es que las
élites globales, tipo Gates o Soros, inviertan en partidos guay para imponer
sus políticas.
El gatillazo
de la operación Illa es otra paradoja. No obtiene el gobierno deseado y favorece
la formación de una alianza de poder imposible de controlar en sus pretensiones
separatistas. Si
trabajara para el CIS de Tezanos, no perdería más tiempo en servir a la
apisonadora sanchista y me iría a estudiar a fondo las razones del
abstencionismo catalán. En ese treinta por ciento al que le da igual lo que
pase allí, reside la clave de su futuro.
Una de las
secuelas más graves del caos para la inteligencia es que esta le da la vuelta a
todo y piensa al revés. El escándalo no es que las infantas aprovechen un viaje
a Abu Dabi para vacunarse. El escándalo real consiste en que los ciudadanos no
estemos siendo vacunados al ritmo prometido. Se nos mintió otra vez haciéndonos
creer que la vacuna desembarcaría masivamente en nuestras vidas para convertir
al coronavirus en una reliquia biológica.
En Estados Unidos, mientras tanto, se habla ya de dejar atrás esta pesadilla en abril, con ciento cincuenta millones de vacunados a finales de marzo. Fiasco espectacular de la UE. Bochorno total. No vale la pena preguntarse por qué no hay bastantes vacunas. Más vale preguntarse cuánto tardaremos en ponernos la vacuna rusa. O la china. Remedio taoísta infalible. Todo se andará.
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