Algunas conclusiones urgentes:
1. La cartelera española, tanto la de salas como la de DVD, sigue estrechándose peligrosamente en detrimento de a) las producciones europeas más creativas (con particular ensañamiento en el cine francés, el más vivo de los europeos, con la excepción de Cantet, “palmificado” en Cannes, y Desplechin, un empeño cinéfilo que oculta el desprecio de la distribución hacia Claire Denis, Bruno Dumont, Philippe Garrel, Catherine Breillat, Bertrand Bonello, Philippe Grandrieux y tantos otros); b) las producciones asiáticas (sólo Kore-eda, un Ozu de última generación, un Takeshi Kitano y un Nobuhiro Suwa que aún no he visto, y un fallido Hou Hsiao-Hsien se salvan de la quema de estrenos, mientras películas fundamentales recientes de Kiyoshi Kurosawa y Johnnie To, Apichatpong Weerasethakul y Tsai Ming Liang, Hong Sang-soo y Takashi Miike, Park Chang-wook y Kim Ki-duk, Raya Martin y Brillante Mendoza, entre los más grandes directores asiáticos del momento, permanecen inéditas sin excepción); y c) el cine norteamericano más estimulante (Synecdoche NY, Two Lovers, The Girlfriend Experience, The Hurt Locker, etc.), preterido por sus propias distribuidoras en un caso, único, de colonialismo auto-castrador…
2. Ha sido un año magnífico para la Ciencia Ficción tanto en cine (Avatar, The Box, Gamer, Star Trek, Watchmen, y Distrito 9, la única que aún no he podido ver) como en televisión (la 5ª temporada de Perdidos y la primera de Fringe, V. y Flashforward). Esto es, de un relato audiovisual que toma en cuenta la tecnología para reconfigurar el “mapa cognitivo” del mundo globalizado…
3. Si se cruzan las dos listas, y se toma en cuenta lo señalado en el primer punto, se tendrá una noción exacta de lo que ha sido la producción del año a falta de algunas películas que no he logrado ver aún a pesar de mi enorme interés en ellas: Glory to the Filmaker, de Takeshi Kitano, La cinta blanca, de Haneke, Les Herbes Folles, de Resnais, Singularidades de una mujer rubia, de Oliveira, Hadewijch, de Bruno Dumont, Vengeance, de Johnnie To, Visages, de Tsai Ming-Liang, y Kinatay, de Brillante Mendoza. En cuanto a la cosecha asiática reseñada arriba, me parece un síntoma negativo que dos de las películas, la de Hou y la de Suwa, supongan un cierto refugio europeo para directores con problemas de financiación. O mejor aún: ¿no es la idea de modernidad cinematográfica un nuevo convencionalismo estético? ¿No es una forma de esterilización o de exacerbación de lo mínimo como refugio del agotamiento? Véase el caso (en cierto modo, patético) de Jim Jarmusch, un superviviente exhausto de su propio agotamiento estilístico e intelectual desde hace ya una década…
4. No he visto Liverpool de Lisandro Alonso aún, pero el descubrimiento este mismo año de todo su cine anterior (Los muertos, Libertad y Fantasma) lo convierte, junto con Lucrecia Martel y Carlos Reygadas, en el tercero de mis directores latinoamericanos preferidos. Alonso, por muchas afinidades, es una especie de Apichatpong Weerasethakul sudamericano. (Martel, en cualquier caso, es una de las grandes directoras internacionales del momento.)
5. Si uno compara la elección de la mejor película del año de la crítica más exigente francesa (Cahiers du Cinéma: Les Herbes Folles, el último Resnais, pendiente de estreno en España) y la norteamericana (Village Voice y Film Comment: The Hurt Locker, de Bigelow) con la elección de la más exigente crítica española (Cahiers du Cinéma-España: Paranoid Park, una película de 2007), uno se da cuenta enseguida de que el fallo está en la lentitud y arbitrariedad de la distribución y la exhibición. Las mejores películas llegan tarde y mal (adviértase el caso de The Sun, del gran Sokurov, pendiente desde 2005), como le pasará en su tardío estreno a la magistral película de Bigelow. En cualquier caso, revisando las listas nacionales e internacionales de las mejores películas del año uno percibe con cierta perplejidad que, frente al mundo literario, el mundo de la crítica cinematográfica es mucho más honesto y riguroso en líneas generales. La prueba incuestionable: The Hurt Locker, una perfecta desconocida para el público, encumbrada por la crítica más atenta (Bigelow ya se merecía una gratificación de este tipo desde hace tiempo; en España sólo ha interesado estrenarla ahora que suena para los Globos de Oro y quizá los Oscar, eso se llama oportunismo y falta de perspectiva).
6. Algunos productos minoritarios que gozan de gran reputación crítica internacional en función de la preservación de unas constantes cinéfilas ya más que caducas, como Aquel querido mes de agosto o Wendy y Lucy, entre otras, no pasan de curiosas naderías; mientras la crítica sigue ciega a películas tan innovadoras en su representación de nuestro tiempo como Gamer, que sólo ha recibido desprecio e indiferencia…
7. Nada ni nadie conseguirá que vuelva a ver una película del director de Apocalypse Now y One from the Heart, después de décadas de errancia inútil, así que Tetro me llega muy tarde y me pilla muy desganado para estos ejercicios sadomasoquistas de auto-redención pública. Tengo cosas mucho más interesantes que hacer antes de ver a un director antaño idolatrado tratando de resucitar de entre los muertos con electrocuciones de muy bajo voltaje estético. ¿Será éste el camino de Michael Mann, admirable en Collateral y Miami Vice, después de fracasar en Enemigos públicos? Espero que no…
8. Hace unos días leí este lúcido balance de Fredric Jameson sobre la vitalidad de las formas culturales, en su último libro, Valences of the Dialectic, que llevo leyendo desde que salió en noviembre con largos períodos de interrupción para mejor recrearme en esta suma de su pensamiento y estilo. Sirva esta reflexión para explicar la ausencia de películas españolas en mi lista: “At any rate, it does seem to me that fresh cultural production and innovation –and this means in the area of mass-consumed culture- are the crucial indexes of the centrality of a given area and not its wealth or productive power.” (Las negritas son mías.) Y como diagnóstico pesimista sobre la (impotencia de la) cultura europea y por extensión del cine europeo para oponerse a la “americanización” masiva subyacente al proceso de globalización: “As for Europe…I want to suggest that its failure to generate its own forms of mass-cultural production is an ominous sign”. Jameson yerra en una sola cosa: Europa tuvo en los años cincuenta, sesenta y hasta los setenta una cultura de masas (con cine de género incluido) muy potente. Fue en las décadas posteriores donde el desmantelamiento sociopolítico y cultural del cine de autor se dio en paralelo con el desmantelamiento de este innovador cine de masas (Bava y Leone, Fisher y Argento, entre otros muchos). Una paradoja que debería mover a reflexiones mucho más serias, en todo caso, que el espurio debate que se está desarrollando en torno a la nueva ley del cine español, que suena más a disputa sobre el reparto del botín que a deseo de cambiar el estado de cosas (otra secuela de éste: ninguna película española figura destacada en ninguna de las listas de las mejores del año ni en Europa ni en Estados Unidos)…
9. Cualquier discusión sobre la era digital con un mínimo de rigor debería comenzar por una comparación entre Avatar y Gamer, ya que ambas comparten la misma idea narrativa: una especulación sobre conexiones neuronales que transforman la realidad y el cuerpo en un campo de exploración virtual (¿no es esto una buena descripción de lo que supone el cine como medio?). Y, en cuanto a las posibilidades estéticas de los efectos digitales, otro punto de partida a tener en cuenta sería una comparación entre la asombrosa “vida artificial” mostrada en Avatar (compuesta de una fauna y una flora mutantes) y los logros de Sokurov en The Sun durante las intensas secuencias del bombardeo onírico (mucho mejores que en cualquier anime de Miyazaki y demás colegas nipones), donde los aviones y las bombas, en medio de la humareda y visiones distorsionadas, adquieren una inquietante apariencia pisciforme. Avatar, por su parte, digan lo que digan sus detractores, consuma el ilusionismo cinematográfico versión Méliès: un cine para tocar con los ojos, ver con las manos, etc. Con categorías procedentes de la tradición de los Lumière y los Rossellini, muy respetables por otra parte pero ya insuficientes para juzgar el cine contemporáneo más que en sus variantes más minimalistas y esquilmadas, no se puede decir otra cosa que tonterías, ya sea sobre Avatar o sobre Prospero´s Books. Y, por último, ¿no es el transfert final de Avatar de un cuerpo disminuido en su potencia a un cuerpo pletórico la mejor propuesta que ha hecho el cine reciente de esa gran promesa de entregar un nuevo cuerpo al tetrapléjico espectador cartesiano? ¿Qué pensaría de todo ello el viejo Artaud? No pretendo hacer de Avatar lo que no es, pero me molesta la falta de inteligencia crítica y el exhibicionismo de prejuicios vacuos, más que nada, con que se la ataca sin entender del todo el designio de un artefacto como éste…
10. Y última pero no la última: con Malditos bastardos y Anticristo ya tendría más que bastante para darme por satisfecho como espectador. Todo lo demás entiéndase sólo como un postre prolongado y muy pero que muy suculento…
8 comentarios:
Pues, chico, me disculpas, pero Avatar, con todas esas conexiones neuronales que según parece defiendes como lo más de lo más del cine contemporáneo y por venir y que pasaremos, claro está, casi todos por alto, me parece más, mucho más cercana a Pocahontas, la verídica, tal vez (je, je), la de hace más de quinientos años, no la de dibujitos, que a algo que olfatee mínimamente, o lo intente siquiera, lo que pudiera ser cine novedoso de verdad (si obviamos las florecillas naranjas y los pajaritos violetas, claro está, que eso sí que es un derroche de imaginación). Bueno, Y eso sin olvidar lo que le debe a cimas como Bailando con Lobos, Titanic y otras lindísimas epopeyas, incluida Piratas del Caribe (que gana mucho al lado de ésta, de veras, échale un vistazo). En la Warner vi yo una mejor en 3D sobre un ratoncillo astronauta que duraba 15 minutos.
A mí me hablas de las excelencias de la imagen digital, en 3D, etc., y asiento. Pero yo ya dije por ahí que me da exactamente igual que una peli esté rodada en papel higiénico siempre y cuando funcione. Y Avatar no lo hace. Es un plomazo sensiblero y caduco en sus planteamientos ideológicos, en todos ellos. Avatar, con toda su apabullante tecnología es, no deja de ser, un subproducto que se nos ha vendido otra vez a hole the planet para sacarnos los cuartos. Lo cual me indigna profundamente, para que voy a negarlo.
Y no me salgas con eso de que no entendemos nada de nada, que te veo venir. No me vengas con eso de que estamos negando el futuro, lo nuevo, enrocándonos ante lo desconocido, etc., por favor ¿eh? Con todo lo demás de acuerdo, pero por esto no paso, no paso... (je, je)
Lo único que cabe reprocharle no es que no le guste Avatar, a mí eso me da igual, no cobro nada. Lo lamentable es que usted, teniendo tanta materia suculenta ante sus ojos, sólo cebe su verbo, del modo más prolijo y farragoso, por cierto, en una nimiedad como ésa. Coma, coma de la lista, que lo es además de sabrosa y nutritiva, y déjese de batallas perdidas...
Ya. De todas formas, usted debe saber, y si no se lo digo yo, que lo obvio no merece demasiado comentario. Lo tendencioso es lo que enerva, amigo mío. Y aquí, pues eso...
En cualquier caso, ya que estamos, yo incluiría en su lista listilla Surveillance, de Jennifer C. Lynch, y La cinta blanca de Haneke (corra a verla, corra).
Y que sepa usted también que este ha sido mi último comentario, nunca más volvere a escribir en este blog (por esta noche, jajaja).
Para alimentar el debate no me resisto a reproducir en todo caso lo que un escritor de ciencia ficción tan serio como Greg Egan, que no ha gustado de los esplendores de Avatar, dice, sin embargo, sobre ella: “if you want to see the technical state of the art right now, go ahead and pay your share of Avatar's nine-figure budget. Think of it less as a piece of entertainment than a glimpse of the kind of day-dreams your not-too-distant descendants might well be scripting and directing in real time themselves.”
Amigo mío, le veo picajoso con tanta obviedad y tanto enervamiento y tanta suficiencia (¿ha tomado algo que no le ha sentado bien?). Sepa usted que lo que usted llama obvio sólo lo es una vez que alguien lo ve y hace visible a otros, que luego dirán, mintiendo, que ya lo habían visto, como hace usted. Lo tendencioso es lo que da vida, lo que saca de lo obvio y lo adocenado, precisamente. Sus opiniones sobre Avatar me las sé de memoria y las he oído y leído ya cientos de veces desde su estreno, así que obviedad por obviedad la suya lo es de verdad...
Y hablando de listezas: la cinta blanca es una cinta (!) que sólo podrá estar en la lista de 2010, que es cuando se ha estrenado en los países que frecuento. La de Lynch no despierta demasiado mi curiosidad, es obvio que el padre me tira más...
Por cierto, hablando de obviedades: ¿sería usted tan honesto, para probar la obviedad de mis listas, de reconocer cuántas y cuáles de las películas que cito ha visto?...
Acepto el reto. De las estrenadas fallan 3. De las por estrenar algunas más, bastantes más, pero ya irán cayendo, ya, a la luz de usted, que acaba de iluminarlas. Según le he señalado, creo recordar, mi grado de aceptación de su listilla lista es casi completo: de acuerdo en todo, en todo menos en lo de Avatar como una de las mejores películas del año. Inicia lo que vendrá, como indica el amigo Egan, pero nada más. Reséñela usted pues adecuadamente. Desde mi punto de vista, insisto, no vale un pimiento. También tengo mis dudas sobre Still walking, pero bueno, pase...
Aclarado el tema. En cualquier caso, el apareamiento Avatar-Gamer es lo que me interesa, como propuesta además de vindicación de la ciencia ficción cinematográfica a través de dos cintas que no ocupan el mismo nivel ni de atención ni de aprecio ni de producción, pero comparten muchas otras cosas importantes...
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