miércoles, 4 de agosto de 2021

EL SEXO POR VENIR


[Katherine Angel, El buen sexo mañana, Alpha Decay, trad.: Alberto García Marcos, 2021, págs. 171] 

            Si te has despertado la mañana después desnuda en una cama que no es la tuya y lo único que recuerdas es estar en dudosa compañía bebiendo de un barril de cerveza y escuchando canciones de Taylor Swift, y no sabes ni cómo nombrar lo que te sucedió, debes leer enseguida este libro. Y no solo para entender que esta experiencia de extrema confusión es muy frecuente entre mujeres jóvenes, sino para comprender lo que significa vivir, desear y gozar en la era del consentimiento. El consentimiento es un concepto ético que se ha impuesto como normativa reguladora de las relaciones sexuales con el fin de proteger a las mujeres contra la tendencia al abuso y la violación de muchos hombres.

Como Angel es una provocadora feminista disfrazada de académica reflexiva, comienza su valiente libro evocando la anécdota del actor porno James Deen y una de sus fans, la chica X, que se prestó al juego de grabar un vídeo erótico con su actor favorito y, durante la experiencia, escenificó al completo las fases por las que pasa una mujer en el trance de satisfacer su deseo. La chica experimenta todos los estados de reticencia, indecisión y duda, por miedo a la denigración colectiva, y también la vivencia del placer intenso y la plenitud carnal de ver realizado su deseo por encima de sus expectativas. Angel centra el foco del análisis en esta pieza audiovisual para enunciar las principales tesis sobre las cuatro categorías que sostienen su ensayo: el consentimiento, el deseo, la excitación y la vulnerabilidad.

En una ética sexual que no pretenda mantener a raya la incertidumbre del sexo, como dice Angel, consentir no es la clave, ni lo es desear abiertamente, ni excitarse sin fin, mucho menos sentirse vulnerable: “una ética del sexo digna de ese nombre tiene que admitir la vaguedad, la opacidad y el desconocimiento”. Para Angel, que no ve tan distintos a los hombres de las mujeres en lo que se refiere a esto, aunque sí sus problemáticas particulares, no es malo no saber lo que se desea, ni estar excitada, como tampoco lo es no saber con exactitud qué se quiere o preferir dejarse llevar. Lo único que Angel tiene claro es que las mujeres deben aprender a combinar esas cuatro categorías de modo que pierdan el miedo a sus deseos, o a las experiencias a que estos las puedan arrastrar, al mismo tiempo que sepan distinguir en la realidad lo que les conviene o no con independencia de lo que piense el entorno (“Resolver lo que queremos es una tarea para toda una vida, y hay que hacerlo una y otra y otra vez. Puede que la gracia esté en no conseguirlo nunca”).


Es irónico que Angel recurra, en el documentado capítulo sobre la excitación, a los experimentos de laboratorio al estilo de los desarrollados por el dúo dinámico de Masters y Johnson, o las incisivas entrevistas de Kinsey, y a la estadística científica de cifras y gráficas, para afirmar con una objetividad pasmosa que el divorcio entre excitación genital y aprobación subjetiva es una evidencia flagrante de que las mujeres, en primer lugar, son más fogosas y receptivas que los hombres y se excitan casi con cualquier insinuación sexual; y poseen, en segundo lugar, un control mental muy superior al otro sexo con objeto de reorientar eficazmente sus desmedidos apetitos: “la premisa que ronda tras la investigación y las discusiones al respecto es que tenemos que conocer la verdad sobre el deseo sexual femenino para enjuiciar la tensa dinámica entre hombres y mujeres; la dinámica que hemos visto desarrollarse en los últimos años con tanta incomprensión mutua, tanta rabia y resentimiento”.

Michel Foucault, una de las influencias más notorias del libro, decía que la cultura moderna occidental no ha sabido crear un arte erótica (ars erotica), al revés de las culturas orientales (China, India, Japón, las sociedades musulmanas), pero sí una ciencia sexual (scientia sexualis). Revisando la bibliografía ingente de este libro de Katherine Angel y muchas de las ideas expuestas en él, podría decirse que la singularidad occidental consiste en haber construido, desde el siglo XX hasta hoy, un Eros enteramente nuevo, traspasado por el conocimiento y la lucidez.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Parece interesante estas reflexiones de la autora. Y más, como bien dices en la entrada, en este momento en que tanto se habla de consentimiento para evitar violaciones que desgraciadamente se producen. Creo que la lectura tiene un inmenso interés.
Gracias por dar a conocer este libro.
Un abrazo

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Muchas gracias a ti, Juan Carlos, por tu pertinente comentario. Me alegra que el libro te interese. En este contexto, su lectura es más que recomendable, por muchas razones, no todas evidentes. Un abrazo.