[Publicado ayer en medios de Vocento]
Se
cumplió la profecía. El Barça está en la ruina y Messi se marcha a jugar en un
club de fútbol multimillonario. Un equipo parisino propiedad de un jeque
catarí. Esto no va de fútbol. No te equivoques. Esto va de valores, bursátiles
y de los otros. Esto va del mundo en que vivimos. Vivimos en un mundo donde a
Messi le pagan millones por hacer lo que hacen los futbolistas. En realidad, el
gol publicitario se lo cuelan estos a la sociedad, que les premia con una suma
exorbitante a cambio de sus servicios lúdicos, como los gladiadores romanos.
Por este trabajo, Messi, antes del desastre, cobraba setenta y cinco millones
netos al año. Ningún profesional gana más. Y no es el único en el negocio del
fútbol. El fútbol genera tal cantidad de pasta que cuesta creer que los grandes
clubes tengan ahora problemas económicos.
El caso,
según cuentan, es que a Messi le ofrecieron una rebaja salarial considerable por
quedarse en el club que le dio la vida cuando era un pibe enclenque sin futuro.
Messi es eso también, no se olvide. Un fenómeno circense. No una fuerza de la
naturaleza imponiendo su talento sobre el juego, sino una creación de
laboratorio, un ciborg futbolero, una criatura artificial fabricada mediante manipulaciones
quirúrgicas e inyecciones de fármacos de crecimiento. Messi, sin los
experimentos de la medicina y la inversión del Barça, no sería nada. El
homúnculo espectacular no acepta, sin embargo, ganar solo veinte millones netos
y seguir amortizando en el campo la deuda vitalicia contraída con el club que
lo creó.
La culpa de todo esto es nuestra, desde luego. Una sociedad que admite pagar esas cifras galácticas a un futbolista, por mucha magia goleadora que albergue en sus “borceguíes”, como diría Matías Prats, es una sociedad en decadencia. Una sociedad que ha puesto al futbolista por encima de todas las profesiones es una sociedad inculta y corrupta, sin otros valores que los caprichos de los ricos y el dudoso gusto de las masas. Millonarios del mundo uníos, es el eslogan de la nueva Internacional del siglo XXI. El dinero es el único valor reconocido en bolsa. Los otros valores se los venden los políticos y los medios a los ciudadanos como consuelo por no poder participar en el reparto del botín más que con un porcentaje ínfimo y no tener dinero suficiente para hacer con sus vidas lo que les dé la real gana. Como los millonarios y los clubes millonarios que compran todo lo que se les antoja. ¿Cinismo? No. ¿Demagogia? Tampoco. Puro realismo.
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