lunes, 2 de marzo de 2020

PENSAMIENTO WAGNERIANO



[Fredric Jameson, Los antiguos y los posmodernos. Sobre la historicidad de las formas, Akal, trad.: Alcira Bixio, 2019, págs. 328]

Asistimos, en este fundamental libro de Fredric Jameson, a un prodigioso despliegue de inteligencia analítica aplicado a un campo tan vasto y complejo como la cultura contemporánea. Los contenidos expuestos son tan heterogéneos que muchos puristas rechazarían la extrañeza de su rico ensamblaje teórico. El arte barroco de Rubens y Caravaggio como primera forma de modernidad y de representación moderna del cuerpo, la sonoridad oceánica de las sinfonías de Mahler, la modernidad tardía del cine de Sokurov, Angelopoulos y Kieslowski, la conciencia nacional y la narrativa colectiva en las películas de Robert Altman, la literatura sobre la República Democrática Alemana y la efervescencia soviética de los años sesenta, así como el mapa de conflicto social diseñado por una teleserie como The Wire, la trascendencia del Neuromante de William Gibson en la definición de una estética ciberpunk de la globalización y la era de la información, o la influencia determinante de los programas de escritura creativa en la concepción de una historia de la literatura norteamericana del siglo XX, desde John Barth a Raymond Carver.
El éxito como pensador de Jameson se debe a una inteligente jugada en el tablero  intelectual de su tiempo. Jameson es ese pensador que examinó a fondo, sin prejuicios, las verdades y mentiras de lo posmoderno y acabó aprendiendo a pensar como un posmoderno, convencido de que era la mejor manera de comprender lo que estaba pasando en la cultura, al principio, y luego fuera de ella, ya que la esfera cultural lo envolvía todo y, al mismo tiempo, era determinada por factores como la economía de mercado o el simulacro mediático. Así Jameson llegó a ser, como vuelve a demostrar aquí, el pensador posmoderno más wagneriano, es decir, el pensador ambicioso que sabe atender a los detalles microscópicos de la realidad sin perder nunca de vista el designio de la totalidad, usando un método fundado en la dialéctica del minimalismo y el maximalismo que funciona en todos los ámbitos de la cultura con similar fuerza. Aplicando su método alegórico de análisis a objetos singulares y conduciéndolo hasta límites insospechados, Jameson se transforma en el intérprete supremo de la cultura contemporánea, conocedor de sus más oscuros secretos (económicos, sociales y políticos) y visibles grandezas (creativas de novedad estética). El rey de la exégesis insuperable.
De hecho, las grandiosas óperas de Wagner ocupan a Jameson en dos de los más brillantes ensayos de los trece que componen el libro. Pero Jameson, como posmoderno crítico, no se limita a reivindicar la ingeniosa dramaturgia de Wagner, o la originalidad plástica de las puestas en escena del Anillo y Tannhäuser por Kasper Holten. Wagner sirve a Jameson, además, para establecer una diferencia esencial entre emociones y afectos que es ahora más pertinente que nunca. El afecto es un estado del cuerpo, y no se puede fingir, mientras la emoción es un estado de conciencia, y admite ser fingida. Hay algo incontrolable en los afectos, como en el cuerpo, y hay mucho de representación en las emociones, como en la conciencia. Las emociones y los sentimientos fundan culturas e instituciones culturales mientras los afectos las amenazan y perturban.
Al final, comprendemos la clave irónica del título, más allá de la obviedad histórica de que los modernos son los nuevos antiguos respecto de los posmodernos. Esta clave sesgada establece una conexión cultural de doble sentido, relativizando la supuesta vejez de los antiguos modernos y la flamante novedad de los posmodernos. Y logra expresar así una continuidad entre creación e interpretación, fecundándose mutuamente a fin de vencer al gran enemigo de las obras artísticas, que es el tiempo: en su variante banal, como moda pasajera, o en su versión destructiva, como obsolescencia y decrepitud estética. Los antiguos renacen en el tiempo posmoderno recargados de valor simbólico y lecciones vitales y los posmodernos permiten este vibrante renacimiento arrojando sobre el pasado una lucidez insólita y regenerativa. 
De ese modo, la posmodernidad, donde la exégesis se vuelve creativa y la creación incorpora su propia interpretación alegórica, es considerada como culminación de la historia de la cultura y el arte y apertura hacia nuevas formas de relación y pensamiento entre los múltiples órdenes de la experiencia y el discurso. 

1 comentario:

Peio Aguirre dijo...

Muy buena reseña, certera y apasionada. Mi sensación es que aunque se traduce todo lo de Jameson, su impacto teórico es mucho menor que el de otros muchos teóricos, filósofos y pensadores. ¿Será porque Fred es imprevisible y cada texto un reto? Solo por la calidad de su escritura, que es enorme, merece un lugar prioritario. ¿Quien es capaz de mezclar Wagner con The Wire (aunque sea una colección de ensayos) y salir victorioso?