martes, 15 de octubre de 2019

UNA ESFINGE POSMODERNA



[Kathy Acker, Aborto en la escuela, Anagrama, trad.: Antonio Mauri, 2019, págs. 225]

Si eres mujer, deja de leer la novela que te han vendido como imprescindible y comienza a leer este libro de Kathy Acker donde se habla de ti y de tu paradójica condición de un modo que nunca hubieras imaginado. Si eres hombre, abandona tus necias distracciones diarias y ponte a leer de una vez a ver si te enteras, antes de que sea demasiado tarde, de por dónde van los tiros con las mujeres. 
Se han dicho muchas cosas sobre este libro desde que se publicó en 1984. No todas siguen siendo válidas ni todas comportan el mismo grado de lucidez. Es un libro que recoge en estado de efervescencia el espíritu radical de los setenta referido al sexo y a la vida, el cuerpo y la feminidad, el lenguaje y la literatura, la cultura y el patriarcado. Es un libro más actual ahora quizá de lo que lo era en el momento de su aparición y, desde luego, mucho más en la España de hoy que en la de 1987 cuando se tradujo por primera vez. Para quien no la conozca de nada, se podría decir que Acker es una Lady Gaga gamberra de la literatura posfeminista más innovadora y punk de los ochenta y noventa, nacida en Nueva York, renacida en Londres y formada en una escuela de élite como la Black Mountain School de donde salieron en los sesenta y setenta algunos de los artistas americanos más creativos.
Esta novela extraordinaria cuenta el largo viaje de Janey, su niña protagonista, al fin de la noche femenina: un periplo alegórico compuesto de amantes carismáticos (su padre, el presidente Carter, un chulo esclavizador, el escritor Jean Genet, etc.) y de ciudades cargadas de simbolismo como Nueva York, Tánger o Alejandría, donde Janey muere de cáncer de mama, como su autora muchos años después. Acker se comporta como una esfinge posmoderna que transmite sus acertijos textuales y enigmas sexuales, con tanta radicalidad como desparpajo, por todos los medios a su alcance: parodias y plagios literarios, dibujos, tatuajes obscenos, collages verbales, viñetas, grafitis, diarios, poemas.
Como la bad painting de su colega David Salle, conformando un montaje pictórico hecho de retazos gráficos y citas artísticas, imágenes fragmentadas de procedencia promiscua, la escritura de Acker se podría caracterizar como bad writing por su afán de reescribir el canon que somete a las mujeres a la cárcel simbólica llamada cultura patriarcal. Pero Acker, a pesar de las apariencias, no es una ingenua. Es una romántica genuina y sus quejas y protestas, sus sátiras y diatribas, vienen cargadas de una insolencia irónica y una incisiva capacidad de autoflagelación masoquista. Sin dolor no hay identidad, sin placer en el dolor no hay ser, sin la experiencia del sufrimiento ligada al ser la mujer será siempre solo madre, hija o esposa, jamás un sujeto pleno, aunque repleto de contradicciones y desgarramientos. El nacimiento es uno de estos. El aborto otro: “Los abortos son el símbolo, la imagen exterior, de las relaciones sexuales tal como ocurren en este mundo”. Negarse a dar a luz es otra forma de negarse a nacer. En Beckett, el aborto es ontológico, existencial, un emblema de la fallida condición humana. En Acker, el aborto es una técnica biopolítica y creativa para renacer dentro de un cuerpo de mujer, liberada de ataduras convencionales, a través de las palabras y las ficciones.
La madre de Acker no quiso tenerla y estuvo a punto de abortar cuando ella estaba en su vientre. Acker abortó al menos cinco veces en su vida. No vivió mucho, apenas cinco décadas. Las cuentas salen. Un aborto por década. Hubo muchos más libros, por supuesto. Y mucha vida. El libro se llama en realidad “Sangre y tripas en la escuela”. Ese es el nivel básico del libro. A partir de ahí, la sangre en todas sus dimensiones, menstrual o arterial, y las tripas en sus variantes digestivas o reproductoras, saturan las páginas de este libro explosivo con su discurso visceral.
En la literatura de Acker el amor es la única droga que hace soportable el mundo. La escritura es un sucedáneo. La búsqueda desesperada del amor y el rechazo a la familia son los motivos nucleares de la escritura de Acker: una escritura transgresora que se concibe como escritura de y sobre un cuerpo singular conectado a los desarrollos sociales y culturales más avanzados de su tiempo. En esta época de feminismo normalizado y normativo, la obra de Kathy Acker constituye una escandalosa provocación. Cuando el sujeto aspira a vivir en libertad en un contexto de contrarrevolución sexual, como señala Eloy Fernández Porta en su magnífico prólogo, Acker es una cómplice infalible.

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