[Simon Critchley, En qué pensamos cuando pensamos en fútbol,
Sexto Piso, trad.: Milo J. Krmpotic, 2018, págs. 168]
Esta es una buena pregunta. Una pregunta
filosófica. Una pregunta que se hace un filósofo, experto en cuestiones
trascendentales, y que tiene su enjundia, aunque muchos lectores no lo crean.
La mala reputación del fútbol se debe más, como Simon Critchley demuestra en
este estupendo libro, escrito con el corazón y con la cabeza, como suele
decirse, a los dirigentes de los equipos y los directivos de las federaciones internacionales
y ligas nacionales que a los jugadores y a los seguidores. La alianza entre
estos y aquellos constituye la dimensión utópica de este deporte, la que se
renueva cada jornada, partido a partido, campeonato a campeonato, competición tras competición,
mientras que su dimensión corrupta se ubica en otras instancias, ajenas a los
lances del juego y la pasión de los hinchas, en despachos y comisiones, por
intereses comerciales y financieros ligados al desarrollo del negocio
capitalista y la ideología neoliberal del éxito a ultranza.
Es lógico que un filósofo prestigioso como
Critchley, quien considera que la filosofía se origina en la decepción y el
desengaño ante la realidad y no en el deslumbramiento y la fascinación del mundo, consagre un ensayo a resolver los
entresijos de esa ambigua naturaleza del fútbol. El fútbol contiene todo lo que
hay de mejor y de peor en la existencia humana. Y nos permite acceder, en
palabras de Critchley, a un “conocimiento permanente sobre lo que significa ser
humano en este mundo”. En el fondo, cuando hablamos de fútbol hablamos de mito
y religión, creencia colectiva y fiesta comunitaria, experiencia asociativa y genio
individual, violencia y fanatismo, esfuerzo físico y espectáculo popular,
nacionalismo y atavismo, inmediatez y tradición, pensamiento y acción.
El filósofo Critchley aspira a saber en qué
pensamos cuando pensamos en fútbol y, para averiguarlo, se atreve a preguntarle
a Aristóteles y a Gadamer, a Sartre y a Heidegger, a Kant y a Hegel, nada
menos, antes de formular su propia respuesta, la de un filósofo que es también
un forofo futbolero, un pensador crítico que no se avergüenza de ser un seguidor
fanatizado desde su más temprana edad. Critchley no es Heidegger, que admiraba al führer Beckenbauer y escondía
un televisor en su despacho universitario para poder ver los partidos sin que
nadie lo supiera, y no encubre su pasión por el fútbol y sus profundos
conocimientos sobre cuestiones específicas sobre las que muchos ciudadanos,
sean o no aficionados a este singular deporte, lo ignoran casi todo.
El fútbol es polifacético y está repleto de paradojas y Critchley
las va analizando a medida que avanza el libro con regates y remates dignos de
un jugador veterano. El fútbol es estupidez e inteligencia, frialdad
estratégica y ardor mediático, contabilidad mercantil y pasión sectaria,
mercadeo indecente de efectivos y heroísmo trágico, teatro dionisíaco y disciplina
apolínea. Critchley habla de numerosos jugadores, estrellas del campo o simples cancheros, y entrenadores, triunfantes o fracasados, partidos memorables y
ligas históricas, equipos nacionales en posición crítica y competiciones al límite,
rutinas semanales y costumbres excéntricas, entrenamientos catastróficos y enfrentamientos míticos. Hay un par de capítulos, no
obstante, donde Critchley se supera y es cuando analiza las figuras de dos
entrenadores carismáticos: el estratega cerebral Zidane y el creyente y
currante Klopp. Cuando escribió este ensayo, en 2017, Critchley no podía imaginar que esas maneras
antagónicas de concebir el fútbol contemporáneo acabarían enfrentándose en un partido
decisivo. Sin pretenderlo, la realidad más prosaica del gran trofeo en disputa ha venido a refrendar los brillantes postulados de su discurso
intelectual.
La final de la Champions entre el Real Madrid y
el Liverpool tendrá esta noche en Critchley a un espectador de lujo. Critchley
es un hincha del Liverpool, por tradición familiar y por destino personal,
según confiesa. Esta noche irá a muerte con su equipo. Yo vibraré con el juego eléctrico de su contrincante. Pero gane quien gane, el fútbol saldrá siempre victorioso. Esa
es su grandeza.
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