[Manuel Arias Maldonado, Antropoceno.
La política en la era humana, Taurus, 2018, págs. 254]
The Anthropocene means that “we” (human beings) have
irreversibly altered the entire biosphere; but it also means that, in doing so,
we have exposed ourselves, more fully and more nakedly than ever before, to the
geological and biological forces that respond to us in ways that we cannot
anticipate or control.
-Steven Shaviro-
No hace falta esperar hasta el final del libro
ni al apocalipsis, augurado tantas veces por las voces más catastrofistas de la
actualidad, para entender el verdadero sentido y la importancia del
Antropoceno. No es solo una cuestión científica o ideológica o filosófica. Es
un asunto pragmático. El concepto de Antropoceno, la convicción de que hemos
entrado desde mediados del siglo XX en una era donde la acción humana ha
alcanzado una repercusión desmesurada sobre la vida planetaria, es el modo más
útil de volvernos no solo conscientes de nuestro papel en el mundo natural, sino
responsables en primer grado de lo que le ocurra a este.
Este es un libro pionero en español
sobre temas que en otras latitudes culturales ya han generado una amplísima
bibliografía, de la que Arias Maldonado, con su habitual sutileza, da cumplida
cuenta en las notas finales. El Antropoceno, como se explica en los capítulos
iniciales, es un término formulado por primera vez por el químico Paul Crutzen
en 2000 y que aún no ha conquistado el consenso de la comunidad científica e
intelectual. De hecho, el criterio utilizado para fechar la llamada “era
humana” es su impacto radiactivo sobre la geología del planeta. La geología, en
definitiva, es la ciencia terrestre primordial, como sabía Darwin, que antes de
descubrir la evolución biológica pensó en hacerse geólogo.
En
este sentido, uno de los
conceptos más reveladores de esta inteligente monografía es el de “tiempo
profundo”. Esa cronología pétrea del planeta es la que se ha desplegado en
paralelo, bajo el suelo que pisamos, al acelerado desarrollo del mundo humano.
Eso significa también el Antropoceno: la convergencia del tiempo geológico, el
más profundo y arcaico, con el tiempo histórico, el más superficial y reciente.
La influencia en el medio natural de la tecnología o la técnica, como prefería
llamarla el filósofo Heidegger, considerando pernicioso que ambos mundos entraran
en contacto, es la razón que ha propiciado el surgimiento de una nueva era en
la historia planetaria. Y así cabe entender la paradójica definición del
Antropoceno: primero, como era de dominio humano sobre un planeta que no se
deja controlar en sus procesos fundamentales y responde de manera imprevisible, como sugiera la cita en epígrafe de Shaviro; y, segundo, como instrumento para
fomentar debates políticos y decisiones gubernamentales a fin de mitigar el
daño que ese dominio causa al mundo animal y vegetal y, por descontado, a la
especie humana.
En suma, el informado análisis de Arias
Maldonado permite entender al lector menos radical que la voluntad de poder del
capitalismo y la tecnociencia alcanza su límite efectivo al afrontar las
peligrosas secuelas de su acción programática sobre el ecosistema y la
sociedad, plenamente imbricados en el mundo “posnatural” del Tecnoceno o el Capitaloceno, denominaciones menos humanistas del nuevo período. Sin olvidar la
ironía marxiana de que el capitalismo es más devastador con las almas de sus
consumidores que con la naturaleza. No es necesario, sin embargo, suscribir las
tesis más negativas sobre ese poder para comprender los beneficios que para los
humanos tiene a estas alturas de su intrascendente historial ser capaces de
asumir esta conclusión pesimista. Por primera vez en la evolución, una especie
animal que ha superado numerosas catástrofes, pese a su tendencia
autodestructiva, se enfrenta al futuro con la posibilidad de decidir por sí
misma entre supervivencia y extinción. Depende de muchos factores, no todos
políticos o económicos, que se adopten las medidas eficaces para evitar lo
peor. Y todo ello si la Tierra no se impacienta y nos extermina de un coletazo
descomunal como ha hecho antes con millones de especies.
Post-Scriptum: No obstante,
analizando la situación conforme a los postulados de otros analistas perspicaces, no estaríamos viviendo en el Antropoceno, concepto demasiado mediatizado
por la versión humana del problema y el peso aplastante de la geología, sino en el Capitaloceno, ya mencionado más arriba, que es como denomina
Jason Moore al período de dominación del capitalismo tecnológico que se extiende desde la primera revolución industrial hasta nuestros días, o el Cthulhuceno de la gran Donna Haraway: esa era turbulenta caracterizada por la expansión de una monstruosidad (metafórica o no) sin límites. La discusión
nominalista (e ideológica) queda abierta, una vez más, a las inteligencias más
despiertas e informadas…
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