lunes, 10 de julio de 2017

EL FANTASMA DE LA LIBERTAD


[John Gray, El alma de las marionetas, Sexto Piso, trad.: Carme Camps, 2015, págs. 143]

El fantasma de la libertad es el irónico título de una de las películas más incomprendidas de Buñuel. Parte de ese malentendido procede de la época en que la realizó, a mediados de los setenta, en plena expansión social del libertarismo contracultural. Y otra parte, más importante aún, de la irreverencia cómica con que el genial cineasta abordó el ideal de la libertad: mito fundacional de la modernidad ilustrada y uno de los pilares constitucionales de la subjetividad moderna, según el romanticismo literario.
Para Buñuel, agudo conocedor de la naturaleza humana y de su increíble poder mental para convencerse de la realidad de sus ilusiones, la libertad es el valor con que los seres humanos dicen guiar los actos de sus vidas mientras todo en ellos, como muestra la película con ridícula obscenidad, ya sea la pasión erótica, la creencia religiosa, el ideal moral, la costumbre mundana, la identificación profesional o la rutina cotidiana, solo busca la sumisión, el sometimiento o la servidumbre.
“¡Oh, Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”, proclamó Madame Roland al pasar por delante de la estatua de la Libertad erigida en la plaza de la Revolución (hoy de la Concordia) momentos antes de ser guillotinada por traicionar a la revolución jacobina en la que había creído hasta entonces como una ingenua girondina.
Este excelente ensayo de John Gray cifra la importancia de la cuestión utópica de la libertad en la forma en que esta ha sido entendida a lo largo de la historia, como un desafío perpetuo a los límites de la inteligencia, tanto oponiéndose al libertinaje gratuito de los dioses y la irracionalidad de los animales, como, más tarde, al mimetismo inerte de muñecos, autómatas, androides, maniquíes y demás seres creados por los humanos como réplicas de sus rasgos singulares.
De ese modo, como expuso Kleist en un texto famoso, la conciencia humana aspiraba a recuperar la gracia perdida con la caída del Paraíso, según el relato bíblico, mediante un antagonismo creativo con los maleficios de la divinidad y las restricciones del animal. El aciago demiurgo, con sus desmanes, enseñó a los gnósticos una doble lección intemporal: la obligación de distanciarse de la creencia pasiva en la bondad divina y el anhelo de conocimiento como superación de los orígenes infames.
No obstante, la creación material de seres subordinados (entre los citados por Gray: los títeres de Kleist, la autómata de Villiers, el Golem de Meyrink, los maniquíes de Bruno Schulz o los androides de Dick), privados de una apariencia de libertad, enfrentaría a los humanos, como en el cuento de Andersen sobre la vida de las marionetas, a la verdad de su condición trágica.
“Más humanos que los humanos”, los replicantes de Blade Runner no solo se rebelan, como el titán Prometeo, contra su destino y su ingeniero creador sino que nos recuerdan la terrible fragilidad de la existencia y la conveniencia de asumir la caducidad y la muerte, como quería Leopardi, para vivir más intensamente una vida libre de angustias y mortificaciones inútiles. Como sentencia Gray, una época definida por la sobreexposición a internet, el desarrollo policial de sofisticados medios de control, los avances en inteligencia artificial e ingeniería cíborg y el despliegue de máquinas informáticas cada vez más autárquicas, vuelve a enfrentar a la especie humana, confirmando a Buñuel, con el círculo vicioso de la historia secular: “solo criaturas tan imperfectas e ignorantes como los seres humanos pueden ser libres del modo en que son libres los seres humanos”.

2 comentarios:

julian bluff dijo...

La libertad es solo un concepto que se usa para verbalizar una idea.

Solo los seres humanos tienen "ideas".

No existe otra "libertad" que las que las sociedades humanas han ido sucesivamente incorporando a su ideario metafísico.

Luego... la frase de Gray (el autor del ensayo) con la que cierras tu artículo es un poquitín "y tal".

¿A que otra libertad puede estar refiriéndose Gray que no sea la de los seres humanos? ¿Cuál sería esa otra libertad más deseable que el propugna? ¿La de las migas de las galletas "Oreo"? ¿La de los cupones de descuento del Leroi Merlin? ¿La de los druidas mancos de la "Tierra Media"?

¡Qué cosas! ;-)

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

La respuesta a tu atinada pero limitada pregunta la da el propio Gray en su libro anterior, El silencio de los animales. Digamos que los animales no necesitan el fantasma de la libertad para animar la intensidad de sus vidas, solo un animal enfermo puede concebir una idea que apenas si le sirve para hacer más gratificante la vida, etc. Todo esto, de todos modos, me encantaría discutirlo con usted en un panel de uno de esos
estériles cursos de verano con los que la inteligencia en horas bajas aspira a conjurar los rigores del calor y los excesos estivales!...