[Anne F. Garréta, Ni un día, EDA libros, trad.: Sara Martín Menduiña, 2017, págs. 149]
Extrañar el lenguaje es un medio de
desnaturalizarlo y mostrar al desnudo los artificios y trampas que contiene y a
los que sus usuarios atribuimos un nivel de veracidad totalmente imaginaria.
Extrañar los artificios del lenguaje y jugar con la arbitrariedad del signo
lingüístico y con las posibilidades de la literatura fue la práctica deliberada
del Oulipo,
un grupo internacional de ludópatas de la palabra escrita que constituyeron bajo
estas siglas originales uno de los laboratorios más potentes de invención y
creación literaria del siglo XX.
Uno de los juegos más frecuentes entre los
oulipianos era el lipograma. De origen latino, la técnica consistía en excluir
una letra, normalmente una vocal, de la escritura de un texto, ya fuera poema o
novela. Anne Garréta, miembro del grupo desde 2000, escribió esta novela premiada
empleando muchas técnicas y licencias basadas en la retórica, pero sobre todo
imponiendo el “lesbograma” como traba creativa. El libro se compone, por tanto,
de doce ejercicios de lo que un pedante derridiano llamaría
“lesbogramatología”, o lo que es lo mismo: ejercicios estilísticos de
deconstrucción de la supuesta naturalidad del lenguaje realizados en clave lésbica, esto es, ejecutados con la intención lúdica de denunciar la falacia patriarcal
del lenguaje heredado y expresar al mismo tiempo, con lógica ironía, las
paradojas de la experiencia lesbiana del lenguaje y el mundo.
La autora se impone la obligación de invocar la
presencia de una mujer que la haya deseado, o haya sido deseada por ella, o con
la que haya mantenido relaciones amorosas, mediante el procedimiento de
dedicarle cinco horas diarias a la escritura de los recuerdos de cada una de esas
mujeres espectrales. Pero el orden alfabético de las iniciales de los nombres femeninos
termina imponiendo su ley sobre el orden numérico de las noches de la escritura,
discrepancia entre series narrativas que el índice acredita para hacer aún más juguetón
el dispositivo. Al final, la autora confiesa haber hecho trampas, ya que no ha
cumplido con la constricción de escritura impuesta ni tampoco ha sido capaz de rememorar
a todas las mujeres que hubiera deseado, ni mucho menos de hacerlo sin emplear
la ficción.
Esta última confesión desbarata toda la veracidad
del libro e invita a sospechar que todo es inventado, o podría serlo, y que en
el fondo importa muy poco, ya que lo verdaderamente esencial es la manera con
que la sintaxis sinuosa e insidiosa de la autora va cercando la anomalía de su
deseo hacia otras mujeres mediante expedientes que convierten a esta falsa
novela, más allá de su adscripción estética, en una muestra consumada de arte
libertino. Esa tradición tan francesa que conjuga, desde el siglo dieciocho, del
modo menos cartesiano imaginable, la inteligencia y el placer, las ideas y los
sentidos, la mente y el cuerpo.
Una investigación intelectual en torno del
conocimiento subjetivo de la carne y el sexo, como examinan las admirables novelas
de Crébillon y, en especial, “Los extravíos del corazón y el espíritu”, citada
por Garréta (p. 103), sobre la que el gran comparatista René Étiemble escribió
con sutil ironía: “lo esencial, lo mejor, Crébillon lo ha puesto en el análisis
refinado de los sentimientos que se ejercen o de los sofismas que se encadenan
a fin de llegar a donde uno piensa”.
Ahí donde se piensa, en efecto, es donde llega
Garréta con la escritura y el cuerpo, como Chantal Akerman en su cine, en este
estupendo libro que es también un método y un discurso del método para la vida
y la creación.
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