En un gran televisor, hasta las primarias socialistas
parecen la Revolución rusa.
El
escritor no se sorprende de nada. Es el mundo, más bien, el que está
sorprendido de que sigan existiendo individuos que prefieren escribir a
realizar cualquiera de las atractivas actividades en que se entretienen sus
semejantes. El mundo es así, una caja de sorpresas para tontos, nadie quiera
cambiarlo sin tener una alternativa seria.
Cuando el
mundo le aburre, el escritor enciende la televisión. Visto en una pantalla curva
de 65 pulgadas, el mundo adquiere una transparencia total. El tamaño del
dispositivo importa. Así que el escritor se pasa la vida escrutando el
pantallazo donde las menudencias se transforman en acontecimientos planetarios.
Fue ahí donde
se enteró de que existían las “primarias” en un partido más partido que nunca.
Tres eran tres los candidatos que se disputaban con gárrula agresividad la
candidez infinita de sus militantes. Una marioneta malhablada que se creía dueña
de las siglas en liza y aspiraba a desflorar la rosa emblemática con la rudeza
de su puño. Un guaperas de barrio madrileño que pretendía liderar la próxima
revolución fallida de la izquierda guay. Y un plomizo mediador vasco interpuesto
para mitigar el ardor guerrero que amenazaba con provocar una úlcera acelerada en
la entrañas del partido. Tras la desazón electoral, la califa andalusí
redescubre el encanto natural de las fronteras de su reino de taifa mientras el
doncel Sánchez cabalga de nuevo como un comunero al frente de la tropa rebelde.
Cuanto más
pontifique Iglesias desde el púlpito de la indignación de la Puerta del Sol
menos podrá evitar que los malvados votantes de Rajoy se multipliquen como los
peces evangélicos por miedo al escozor podemita. Si quiere gobernar algún día,
aunque sea en coalición precaria, Iglesias no debería hacer tantas proclamas a
la patria bolivariana. Patria y patraña son sinónimos políticos buenos para el
PP y malos para sus antagonistas. Un politólogo debería saberlo mejor que el vetusto
escritor que lo tildó de falangista. Qué insulto a la inteligencia.
Tampoco es
inteligente aparecer en televisión para reivindicarse homosexual, como hace un
tal Alegre, y acusar a las mujeres de ser ligonas apocadas en comparación con los
hombres gays, hombres lobo para otros hombres. Eso es alegría fálica de
envergadura y no el desfile de misiles en Corea del Norte. En otro canal, el
superhéroe Assange contraataca, el villano Putin maquina y la familia Trump prosigue
su ronda arábiga vendiendo la marca Ivanka como fantasía venérea para jeques en
jaque.
Si no es un
anticuado, los múltiples canales televisivos ofrecen al escritor una imagen del
mundo como nunca imaginaron sus precursores más ingeniosos. Y si, además, te
anuncian la emisión simultánea de la tercera temporada de “Twin Peaks” de
madrugada, cuando todo el vecindario esté teniendo pesadillas con el programa fiscal
del vencedor socialista, te ahorras una buena pasta en somníferos.
2 comentarios:
¡Qué gusto entrar en tu blog y encontrar textos tan apetecibles como este!
A la gente le gusta más el politikeo más que a un tonto, una bengala.
Todo este chorreo de polítikos -cada vez son más y más que van a ser- compone el verdadero retablo de las maravillas del siglo XXI español. Nuestra verdadera kultura. Una sociedad en la que... -como siempre ha sucedido, por otro lado- ... el espectador no busca, porque nos las quiere, sutilezas, si no más bien de resbalones con la piel de plátano y tartazos en toda le jeta. Puro slapstick. Sin llegar a darse cuenta que es precisamente él, y no ellos, el manipulado, el burlado, el usado... El que está resbalando y llevándose los bofetones. Una calamidad. ;-)
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