Ya
nos cansa la guerra de Ucrania. Cómo se nota. Más de sesenta días de
atrocidades y el aburrimiento hace mella en nuestra sensibilidad saturada. La
atención informativa decae. Da un poco igual lo que ocurra al final con tal de
que acabe pronto y no nos afecte demasiado. Es el sentimiento masivo expresado
en imágenes de un cinismo escalofriante. El déficit del interés tras la
inflación mediática inicial, tan perjudicial como la económica. La inflación
favorece siempre las peores causas. En este caso, Putin gana por goleada.
“Afeminado demócrata” o “marica occidental” son los insultos que te dirigen sus
descerebrados secuaces en cuanto criticas al macho supremo del Kremlin por
imponer su virilidad tóxica sobre Ucrania. Mal andamos de recursos mientras la
economía baila al ritmo infalible de las matanzas y las violaciones. Será, como
dice Pynchon con ironía, porque el negocio real de la guerra consiste en
comprar y vender y la verdadera guerra es el jolgorio de los mercados.
La
inteligencia es un don angelical y está por encima de todas las cosas. Es la
verdad, aunque en España cueste entenderla por razones históricas y culturales.
Así nos va. Cuando la inteligencia actúa, no se llama espionaje. Se llama
información. Se llama investigación. Se llama análisis. La inteligencia no es
solo un aparato estatal, sino la facultad crítica de descifrar y conocer cuanto
sucede en un mundo compuesto de datos infinitos y ruido inmenso. Es lógico que
su ejercicio eficaz moleste a los que les va el ser en no ser descubiertos,
como decía Gracián.
El gobierno ha cometido la torpeza de caer en la trampa estratégica de sus socios más dudosos. La conexión catalana del Citizen Lab y la simpatía de ciertas élites americanas por la causa separatista explican la trama del escándalo Pegasus. Pero no los errores groseros del “New Yorker”. Esta revista es famosa por publicar ficción. Pura ficción, mentira literaria con firma de autor, no falacias tendenciosas con ínfulas de realidad. La inteligencia, en suma, cumple con sus fines cuando no considera fiables a quienes conspiraron contra el Estado buscando, además, la complicidad de los servicios secretos de Putin. Y ahora el gobierno. Qué enredo. Es cómico. Espero que la inteligencia sonría al leer esto. La sonrisa de la inteligencia implica la derrota del supervillano global más peligroso. El algoritmo de la necedad nacionalista. En todo lo que está pasando, por desgracia, sobra propaganda y falta inteligencia.
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