jueves, 8 de octubre de 2020

TRAPACERÍAS


[Publicado en medios de Vocento el martes 6 de octubre]

 Cuando se gobierna a fuerza de trapacerías se consigue esto. Este caos y esta tristeza. Un país agostado por un virus que produce más incompetencia que muerte. Una infección que agrava la hostilidad entre partidos y gobiernos. Una pandemia que acaba atacando a los que la niegan. Este virus parece concebido para dejar a todo el mundo en evidencia. La derecha y la izquierda, el poder central y el autonómico, los ecologistas y los negacionistas, los papanatas y los fanáticos, los voceros y los taimados. A todos retrata con crudeza, de todos se mofa sin piedad, a todos desnuda de máscaras y adornos. Quien lo haya diseñado es un estratega diabólico, un genio socarrón.
        Ni me pregunto ya si el primigenio transmisor tenía los ojos rasgados o la panza desgarrada. El origen del mal es menos intrigante que las secuelas de su irrupción en el escenario mundial. Todo mandatario solo aspira ahora a explotar el pánico de la pandemia en su provecho y así perpetuarse en el poder. El marketing político es clave para lograr ese objetivo. En medio andan los ingenuos votantes que ya no tienen a dónde mirar sin sentir bochorno ético. Al grito de pandemia y cierra España, nos quieren confinar otra vez por causas inexplicables. Restringir la libertad invocando cómputos abstrusos. El coronavirus no puede ser la coartada perfecta para todo. Esa gestión abusiva generará reacciones imprevistas. Esto no es un juego. No todo vale en nombre de los intereses de unos cuantos. El capitalismo prospera en el desastre como la ambición de algunos gobernantes oportunistas.
        En esta situación, las elecciones americanas, gane quien gane, confirman los peores augurios. Dos candidatos disputándose con desmaño senil una presidencia desprestigiada por los desmanes y amaños de la campaña electoral dan una pésima imagen del país. La política del mal menor ya no sirve con Trump postrado en un hospital militar con síntomas inciertos. Al energúmeno Trump lo noquea el virus que negó hasta la ceguera patológica mientras al robótico Biden los chutes vigorizantes y el pinganillo dialéctico le mantienen las constantes vitales. Cuentan que el virus se infiltró como un intruso indeseable en la Casa Blanca hace dos semanas. El nexo entre la reelección de Trump y la expansión global del coronavirus es tan íntimo como el de una madre de alquiler y su feto. La infección de Trump podría ser otra argucia electoral para no abandonar la presidencia. Todo es posible bajo el nefasto imperio de la covid y la mascarilla totalitaria. 

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