martes, 22 de septiembre de 2020

AMNESIA



[Publicado hoy en medios de Vocento]

Esta pandemia ha matado a mucha gente. Y ha matado también el sentido crítico. Ha anulado la inteligencia de analizar y discutir. La pandemia ha impuesto la exigencia ciega y el mandato colectivo como argumento de autoridad moral. La gente se ha convencido de que usar las facultades intelectuales conduce al error. Que la inteligencia traiciona al corazón, es decir, los sentimientos y las emociones, y, en las circunstancias actuales, deben gobernar los dictados del corazón, ese tirano cursi de una realidad que se ha vuelto un desafío diario.
Otro mal de nuestra época se llama amnesia histórica y la memoria sentimental es, al parecer, la vacuna infalible. Tiene gracia. De modo que los mismos que pretenden olvidar a toda prisa a los muertos de la pandemia arden por conocer con exactitud científica no solo el número, sino la identidad y localización de los muertos republicanos de la guerra civil. No veo nada malo en lo segundo, pero la ironía de lo primero me parece escandalosa. En este contexto, ciertos canales televisivos han encontrado su razón de existir en satisfacer la demanda de convicción de los espectadores. Garantizarles que no es necesario pensar por su cuenta, ni criticar, ni cuestionar. Basta con creer en los dogmas de fe que se les administran a través de la pantalla y les consuelan de los sinsabores de este tiempo desabrido. Es una innovación mediática. Uno enciende la televisión y conecta con el canal favorito para recibir la dosis indispensable de credulidad ideológica con que seguir viviendo sin desengaño.
Muchos creen que la inteligencia emocional consiste en tirar la inteligencia a la basura y conservar las emociones y los sentimientos como único criterio de juicio. Si se produce la conexión emocional, la cosa funciona y, si no, el mecanismo falla. Este es el mundo inestable donde nuestros gobernantes han aprendido a moverse como estrategas, más preocupados por las reacciones y opiniones de los electores que por tomar decisiones eficaces que resuelvan problemas y mejoren las condiciones de vida. Me siento ingenuo diciendo esto. Será que estoy releyendo a Milan Kundera, más actual ahora que nunca. Como si lo que describen sus novelas con lucidez, la experiencia totalitaria y sus terribles secuelas para la vida y la inteligencia, se repitiera aquí y ahora de un modo irónico, bajo el imperio del kitsch democrático. La lucha humana contra el poder, decía Kundera, es la lucha de la memoria contra el olvido. En 1936 y en 2020. No lo olvidemos.

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