[Giorgio Agamben, ¿Qué
es un dispositivo?, Anagrama, trad.: Mercedes Ruvituso, págs. 67]
Por ello la derecha y la
izquierda que hoy se alternan en la gestión del poder tienen muy poco que ver
con el contexto político del que provienen los términos y designan simplemente
los dos polos -aquel que apunta sin escrúpulos a la desubjetivación y aquel que
en cambio querría encubrirla con la máscara hipócrita del buen ciudadano
democrático- de la misma máquina gubernamental.
-G. Agamben-
Uno puede leer solo a Baudrillard, Žižek y
Jameson para entender la deriva terminal del mundo globalizado. Pero nadie
puede entender nada en los cambios políticos de las últimas décadas y su
conexión con la totalidad de la historia y la cultura occidentales si no ha
leído a Giorgio
Agamben, el pensador italiano que ha opuesto una potencia intelectual
insospechada al “pensamiento débil” de moda en decenios anteriores.
Agamben es, en efecto, “el filósofo más
importante, leído y respetado de la Europa actual”, y, sobre todo, un
continuador crítico de Walter Benjamin y Martin Heidegger (con lo que este
acoplamiento de adversarios ideológicos supone de estimulante) tanto como de
Michel Foucault y Guy Debord, entre otros, por lo que la impronta de su
pensamiento podría caracterizarse apresuradamente como el perfecto relevo del
postestructuralismo francés y la escuela de Francfort, al mismo tiempo, una
alternativa geopolítica imprescindible al pensamiento anglosajón de Richard
Rorty y otros.
Sin embargo, Agamben es un pensador exigente e
intempestivo, de ideas o argumentos de imposible aceptación en un contexto
comunicativo dominado por lo que denomina el “pensamiento espectacular”, esa
amalgama tóxica de tópicos sesgados y eslóganes ramplones con la que los
poderes mediáticos polucionan la conciencia colectiva de las democracias
occidentales. En Agamben hallará el lector, por el contrario, una inteligencia
que persigue la esperanza en la desesperación del presente, la lucidez en la
oscuridad del pasado y la promesa del futuro en el compromiso con una comunidad
imposible.
De entre todos sus libros, tratándose de un
pensador de una coherencia asombrosa a pesar de la multiplicidad de campos en
los que ejerce su sabiduría y penetración intelectiva, destacaría Estancias, La comunidad que viene y, muy especialmente, la ingente tetralogía Homo Sacer, el tratado filosófico que ha
revolucionado el pensamiento político contemporáneo al analizar el
funcionamiento del poder y la organización social a partir de paradigmas
extremos como el “campo de concentración” o el “estado de excepción”. La
categoría más recurrente de Agamben, tomada de Foucault, la constituye la
“biopolítica”, esto es, la lucha de la vida y las formas de la vida contra el
poder que trata de someterlas a sus fines por medios a menudo ilegítimos: “la
historia de los hombres no es acaso otra cosa que el incesante cuerpo a cuerpo
con los dispositivos que ellos mismos han producido –con el lenguaje en primer
lugar”.
En este libro se reúnen tres textos de Agamben
sobre cuestiones tan decisivas como la importancia de los dispositivos en la
definición histórica de lo humano, los equívocos de la amistad masculina como
fundamento filosófico o la genealogía teológica de la economía. Esto se da en
un primer nivel, ya que el discurso de Agamben adopta también la estructura de
un dispositivo complejo y procede a registrar brillantes instantáneas de su
ideario mientras las conecta en un montaje elíptico e intangible que, en el fondo,
ofrece un despliegue integral de su pensamiento.
En resumen: la idea del dispositivo que produce
sujetos que pugnan por ser contra los límites definidos por el mismo
dispositivo (tecnológico, legal o cultural) que les da origen le permite abrir
la vía por donde se llega a la sustitución ilegítima de la política como
práctica redentora de la realidad degradada por una política mediática de
consenso (dominante en las democracias actuales) y la conversión de la gestión
económica en infernal por su deseo de control infinito de la actividad humana.
Agamben finaliza su alegato asumiendo el impostado papel de profeta laico con
la predicción catastrófica de una ruina institucional inminente y globalizada.
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