[Antonio Damasio, El extraño orden de las cosas (La vida, los
sentimientos y la creación de las culturas), Destino, trad.: Joandomènec
Ros, 2018, págs. 415]
El que escribe el código
genera el valor.
-Eso ni
siquiera se acerca a la verdad.
-Claro que
sí. El valor reside en la vida y la vida está codificada, como el ADN.
-¿O sea,
que las bacterias tienen valores?
-Claro. Todas
las criaturas vivas quieren cosas y las persiguen. Desde los virus y las
bacterias hasta nosotros.
-Kim Stanley Robinson, Nueva
York 2140-
Una vez
que hemos superado ese primer vínculo, puramente sentimental, y que lo
profundizamos en todos los sentidos, constatamos que no es solo afectivo sino
que significa la realidad misma, es decir, lo Inhumano. Querría hacerle
comprender que la vida no es algo enteramente asimilable a las diversas
facultades de comprensión del hombre, y que los valores éticos o estéticos que
le atribuimos no pertenecen a todas esas formas y, por consiguiente, aún menos a
la Vida en Sí.
-Raymond Queneau, Saint
Glinglin (mi traducción)-
Debemos repensar la
vida. Se nos han proporcionado en la historia demasiadas creencias, mitos,
razonamientos y dogmas sobre los orígenes y sentido de aquella, por parte de
religiones y filosofías, como para que debamos aceptar sin discusión en el
nuevo siglo las ficciones y tesis sustentadas por estos discursos infundados. A
esta ardua tarea de pensamiento desmitificador dedica su esfuerzo un brillante neurocientífico
como Antonio Damasio. Con proverbial modestia, el mismo Damasio reconoce en la
conclusión de este magnífico libro que carecemos de una teoría fiable que
explique el sentido último de las cosas y muchos de sus análisis podrían ser
refutados en los próximos años cuando conozcamos con mayor exactitud los verdaderos
mecanismos de la realidad.
Conviene empezar por aquí para celebrar la
magnitud del gesto que da origen a este libro, un ejemplo de la mejor ciencia
actual, la que se practica sin olvidar la integridad de lo que significa ser
humano y pertenecer a una especie que se ha organizado en culturas y
civilizaciones para canalizar durante siglos los valores que le han permitido
sobrevivir y prosperar en un contexto natural de lucha y depredación incesantes.
Las cifras son tremendas. El universo comenzó con una gigantesca explosión hace
unos 13.000 millones de años. Un episodio menor de esa deflagración descomunal
fue la posterior formación del planeta Tierra hace 4.600 millones de años y el surgimiento de formas de
vida simples hace 3.800 millones de años. Si tenemos en cuenta que la aparición
de los primitivos homínidos se remonta a 2 millones de años y la irrupción del “Homo
sapiens” tuvo lugar hace solo 400.000 años, el primer vértigo que nos asalta es
el de la insignificancia del tiempo, en comparación, que sus tumultuosos descendientes
llevamos pisando el suelo del planeta y alterando su clima con nuestras nocivas acciones.
La modestia de Damasio se revela justificada cuando
describe, sin inmutarse, la doble génesis
cognitiva del libro. Por un lado, cómo algunas especies de insectos
desarrollaron hace 100 millones de años “comportamientos, prácticas e
instrumentos sociales que pueden calificarse como culturales cuando los
comparamos con los equivalentes sociales humanos”. Y, por otro, cómo varios
miles de millones de años atrás organismos unicelulares como las bacterias
“también exhibían comportamientos sociales” comparables con los humanos. Este
es “el extraño orden de las cosas” con el que Damasio estaría fundando, desde
una perspectiva abierta, una nueva rama científica: la “biología de las
culturas” que permite entender la singularidad de la revolución humana en los
ciclos de complejidad creciente de la vida terrestre. La vida, como el ser de
Parménides, Heráclito, Spinoza, Nietzsche o Heidegger, se concibe como un bucle
paradójico: solo cambia o evoluciona para permanecer y perseverar.
Si la homeostasis es el principio básico, el
patrón fundamental que pone límites a la expansión de las formas de vida, un
mecanismo de control y corrección de excesos, como explica Damasio, eso no
significa que la vida, en su propia exuberancia, no sea una lucha constante por
desbordar esos límites e imponer su poder sobre otras especies o grupos. El
intercambio, la conexión, el flujo definen los procesos vitales, así como el conflicto,
la agresividad, la conquista. Y todo ello como subproducto de las complicadas
relaciones entre el cerebro y el cuerpo, la mente consciente y el sistema digestivo.
Los afectos, los sentimientos, las emociones son determinantes en las
decisiones de la vida, en especies sin cerebro o en especies como la humana donde
el cerebro es una instancia suprema de su evolución. Sentimientos y afectos,
concluye Damasio, son los agentes instintivos que guían a la inteligencia neuronal
en la construcción de las instituciones socioculturales y la fabricación de los
utensilios, instrumentos y prótesis tecnológicas que definen a los humanos. El
problema es que estos, pese a sus grandes logros, son una especie tan arrogante
como peligrosa para sí misma y para las demás especies.
Un libro inagotable, repleto de ideas y datos
fascinantes, que proporciona una visión total de la odisea de la vida en el
único planeta conocido donde se despliega su extraña existencia.
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