martes, 21 de agosto de 2018

EXTRAÑA VIDA



[Antonio Damasio, El extraño orden de las cosas (La vida, los sentimientos y la creación de las culturas), Destino, trad.: Joandomènec Ros, 2018, págs. 415]

El que escribe el código genera el valor.
-Eso ni siquiera se acerca a la verdad.
-Claro que sí. El valor reside en la vida y la vida está codificada, como el ADN.
-¿O sea, que las bacterias tienen valores?
-Claro. Todas las criaturas vivas quieren cosas y las persiguen. Desde los virus y las bacterias hasta nosotros.

-Kim Stanley Robinson, Nueva York 2140-

Una vez que hemos superado ese primer vínculo, puramente sentimental, y que lo profundizamos en todos los sentidos, constatamos que no es solo afectivo sino que significa la realidad misma, es decir, lo Inhumano. Querría hacerle comprender que la vida no es algo enteramente asimilable a las diversas facultades de comprensión del hombre, y que los valores éticos o estéticos que le atribuimos no pertenecen a todas esas formas y, por consiguiente, aún menos a la Vida en Sí.

-Raymond Queneau, Saint Glinglin (mi traducción)-


       Debemos repensar la vida. Se nos han proporcionado en la historia demasiadas creencias, mitos, razonamientos y dogmas sobre los orígenes y sentido de aquella, por parte de religiones y filosofías, como para que debamos aceptar sin discusión en el nuevo siglo las ficciones y tesis sustentadas por estos discursos infundados. A esta ardua tarea de pensamiento desmitificador dedica su esfuerzo un brillante neurocientífico como Antonio Damasio. Con proverbial modestia, el mismo Damasio reconoce en la conclusión de este magnífico libro que carecemos de una teoría fiable que explique el sentido último de las cosas y muchos de sus análisis podrían ser refutados en los próximos años cuando conozcamos con mayor exactitud los verdaderos mecanismos de la realidad.
Conviene empezar por aquí para celebrar la magnitud del gesto que da origen a este libro, un ejemplo de la mejor ciencia actual, la que se practica sin olvidar la integridad de lo que significa ser humano y pertenecer a una especie que se ha organizado en culturas y civilizaciones para canalizar durante siglos los valores que le han permitido sobrevivir y prosperar en un contexto natural de lucha y depredación incesantes. Las cifras son tremendas. El universo comenzó con una gigantesca explosión hace unos 13.000 millones de años. Un episodio menor de esa deflagración descomunal fue la posterior formación del planeta Tierra hace 4.600 millones de años y el surgimiento de formas de vida simples hace 3.800 millones de años. Si tenemos en cuenta que la aparición de los primitivos homínidos se remonta a 2 millones de años y la irrupción del “Homo sapiens” tuvo lugar hace solo 400.000 años, el primer vértigo que nos asalta es el de la insignificancia del tiempo, en comparación, que sus tumultuosos descendientes llevamos pisando el suelo del planeta y alterando su clima con nuestras nocivas acciones.
La modestia de Damasio se revela justificada cuando describe, sin inmutarse, la doble génesis cognitiva del libro. Por un lado, cómo algunas especies de insectos desarrollaron hace 100 millones de años “comportamientos, prácticas e instrumentos sociales que pueden calificarse como culturales cuando los comparamos con los equivalentes sociales humanos”. Y, por otro, cómo varios miles de millones de años atrás organismos unicelulares como las bacterias “también exhibían comportamientos sociales” comparables con los humanos. Este es “el extraño orden de las cosas” con el que Damasio estaría fundando, desde una perspectiva abierta, una nueva rama científica: la “biología de las culturas” que permite entender la singularidad de la revolución humana en los ciclos de complejidad creciente de la vida terrestre. La vida, como el ser de Parménides, Heráclito, Spinoza, Nietzsche o Heidegger, se concibe como un bucle paradójico: solo cambia o evoluciona para permanecer y perseverar.
Si la homeostasis es el principio básico, el patrón fundamental que pone límites a la expansión de las formas de vida, un mecanismo de control y corrección de excesos, como explica Damasio, eso no significa que la vida, en su propia exuberancia, no sea una lucha constante por desbordar esos límites e imponer su poder sobre otras especies o grupos. El intercambio, la conexión, el flujo definen los procesos vitales, así como el conflicto, la agresividad, la conquista. Y todo ello como subproducto de las complicadas relaciones entre el cerebro y el cuerpo, la mente consciente y el sistema digestivo. Los afectos, los sentimientos, las emociones son determinantes en las decisiones de la vida, en especies sin cerebro o en especies como la humana donde el cerebro es una instancia suprema de su evolución. Sentimientos y afectos, concluye Damasio, son los agentes instintivos que guían a la inteligencia neuronal en la construcción de las instituciones socioculturales y la fabricación de los utensilios, instrumentos y prótesis tecnológicas que definen a los humanos. El problema es que estos, pese a sus grandes logros, son una especie tan arrogante como peligrosa para sí misma y para las demás especies.
Un libro inagotable, repleto de ideas y datos fascinantes, que proporciona una visión total de la odisea de la vida en el único planeta conocido donde se despliega su extraña existencia.

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