[Philip K. Dick, Nick y el Glimmung, trad.: Juan Pascual
Martínez, Minotauro, 2017, págs. 126]
Un gran libro de literatura infantil
y juvenil basa su éxito o su fracaso artístico en el impacto que causa en la
mente de los lectores de cualquier edad. Si los grandes clásicos de esta literatura
en que todos pensamos no hubieran encontrado en su carrera el soporte de los
lectores adultos, habrían caído en el olvido implacable del tiempo.
Imagino que Philip K. Dick, genial autor de
novelas de ciencia-ficción que aún intrigan a las inteligencias más despiertas,
debió pensar lo contrario al escribir esta novela donde se plasman muchas de
sus obsesiones y motivos más recurrentes pero destinadas esta vez a la mente inquieta
de los menores. En suma, Dick invirtió el concepto hasta el punto de que pudo
pensar que si su literatura no lograba impregnar de ideas e imágenes sugestivas
el cerebro de los más jóvenes era porque carecía de un componente fundamental.
En la época en que Dick compone esta maravillosa
novela está obsesionado con dos personajes bastante afines. El músico Wagner y
el psiquiatra Jung. Es decir, el lenguaje profundo de la mitología y la
leyenda, las resonancias simbólicas de los arquetipos en el alma individual y
el inconsciente colectivo, la invención de fábulas grandiosas que cristalicen
los mitos ancestrales de la imaginación humana. Por desgracia, cuando Dick
terminó de escribir “Nick y el Glimmung” en 1966 nadie supo entender su ambicioso
planteamiento y sufrió no menos de quince rechazos editoriales. Fue de hecho la
última novela de Dick en ser publicada póstumamente, en 1988 y en edición
inglesa, no americana.
Otro detalle revelador es que Dick compuso su
novela mientras su mujer Nancy Hackett estaba embarazada de una hija que al
nacer se llamaría Isolde Freya, en honor a la famosa heroína germánica luego
recreada por Wagner y a la gran diosa nórdica del amor, la belleza, la magia y
la profecía. En fin, referentes y alusiones aparte, lo que cabe deducir de todo
esto es que Dick escribió esta novela con la convicción de que el formato de la
literatura infantil era el idóneo para comunicar a su futura hija (y a todos
los niños lectores) una visión del mundo tan cargada de gnosticismo y oscuridad
metafísica como de esperanza en la especie humana.
Dick era un gran amante de los animales y no por
casualidad esta fascinante historia comienza cuando Nick y sus padres se ven
obligados a abandonar la Tierra, donde la tenencia de mascotas está prohibida
tras un holocausto nuclear que ha reducido los recursos alimentarios al mínimo,
y emigrar a otro planeta ignoto con tal de conservar a su gato Horace. El Planeta
del Labrador, donde arriban tras un largo viaje interestelar, está dominado por
un aciago demiurgo llamado Glimmung que sostiene una guerra secular contra una
parte de los grotescos alienígenas que lo pueblan. El aspecto borgiano de la
trama es que el poder con que la siniestra deidad sojuzga a sus pobladores proviene
de un libro mutante que prefigura todos los acontecimientos que tienen lugar en
las ásperas regiones del planeta agrícola. El niño Nick, para salvar a su gato,
se hace con el libro original, vence al Glimmung con ingenio y cambia para
siempre la vida del Planeta del Labrador.
Es una ficción optimista en la que, además, Dick
demuestra dotes extraordinarias para escenificar un alucinante paisaje de
maravillas y horrores, entre Carroll y Lovecraft para entendernos, con el fin
de transformar al niño protagonista en héroe y salvador de un mundo. Un
precioso regalo para niños inteligentes.
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