Tras la muerte de William Gass la pasada semana, padeciendo durante años el mal de Alzheimer, que tantos estragos le causó a un hombre que vivía en y por la memoria de lo leído y lo vivido, recupero este post reciente para rendirle a Gass el homenaje que merece. Ojalá algún editor se anime pronto a traducir El túnel, su obra maestra novelística, a la que dedicó no menos de 25 años de escritura, lo que en el caso de Gass significa tanto un ejercicio de rigor como de imaginación, inventiva verbal y exigencia intelectual, disciplina y placer...
[William H. Gass, En el corazón del corazón del país, La Navaja Suiza, trad.: Rebeca García Nieto, 2017, págs. 275]
[William H. Gass, En el corazón del corazón del país, La Navaja Suiza, trad.: Rebeca García Nieto, 2017, págs. 275]
Si hay un escritor norteamericano que ha
recobrado actualidad, tras la victoria del espantajo Trump y la América
esperpéntica que representa con su ejercicio del poder, es William H. Gass
(1924), olvidado durante decenios por las editoriales españolas y uno de los
escritores más originales de la segunda mitad del siglo XX.
Compañero de viaje de brillantes postmodernos como
Gaddis, Barth, Hawkes, Barthelme o Coover, con los que llegó a fundar el club
de los cerebros más despiertos de Norteamérica en una época histórica convulsa,
es quizá el menos reconocido en España en la multiplicidad de su talento.
Filósofo de formación, grandísimo ensayista y pensador literario, autor de algunas
de las ficciones breves más perfectas y perturbadoras de su tiempo y de una
novela suprema (El túnel; 1995), una
sátira experimental de estilo bernhardiano
sobre un solitario profesor universitario experto en la historia nazi y
fundador infame del partido de la gente amargada y resentida.
Este libro deslumbrante supone una puesta en
práctica del ideario de Gass sobre la ficción. Fue publicado en España por
primera vez en 1985 por Alfaguara y estaba descatalogado desde hace años. Es
una excelente iniciativa recuperarlo en una nueva traducción más literal y
actualizada. Contiene cuatro relatos y una novela corta y el mejor itinerario
de lectura es el inverso al propuesto en el índice. Para captar toda la
intención del libro sería conveniente comenzar por el relato que titula el
volumen, una muestra magistral del arte narrativo de Gass y un privilegiado portal
de acceso a la realidad de la América profunda, repleta de resentimiento,
frustración e ignorancia, que retroalimenta la ficción del autor con el
conflicto inevitable contra su erudita inteligencia. Leyendo marcha atrás, irán
encajando en el cuadro el ama de casa que se mira en el espejo abyecto de las
cucarachas (“El orden de los insectos”), el voyeurismo malsano de la mediocridad
doméstica (“Carámbanos”, “La señora Ruin”) y, finalmente, la gótica tragedia de
los Pedersen y la violencia primordial de las planicies heladas del Medio Oeste
(“El chico de Pedersen”).
El país de Gass no se mide solo por la topología
y los topónimos sino también por los tropos especulativos con que el autor
construye sus mapas mentales del territorio americano. Los tropos son las
metáforas con que captura los peculiares tropismos de sus personajes. Este es
un libro, por tanto, compuesto más por un soporte de voces narrativas y tropos
textuales que por historias convencionales.
Como decía Gass en Fiction and The Figures of Life, una recopilación de ensayos contemporáneos
de la escritura de los textos incluidos en este libro fundacional: el novelista que comprende su arte ya sabe
que este consiste no en copiar sino en crear y recrear el mundo con el medio
del que es un maestro virtuoso, el lenguaje (“Philosophy and the Form of
Fiction”; 1970, p. 24). Por eso Gass se declara un escritor aquejado de la “enfermedad
verbal”.
La ficción para Gass es un cerebro consciente
del mundo y el tropo cerebro-mundo es uno de los que mejor definen su estética
y su filosofía narrativas y, a partir de ahí, el lenguaje de la ficción construye
su mundo de figuras y figuraciones. Como reflexiona en el magnífico relato que
da título a la colección ese narrador decepcionado al que se le ha echado el
tiempo encima sin que su corazón haya encontrado la quietud y la sabiduría que
la edad promete en el ideario humanista tradicional: “El mundo –qué grandiosa,
qué monumental, solemne y mortal es esta palabra: el mundo, mi casa, la
poesía”.
Por todo ello se puede decir que América es el
país de Gass y no de Trump. O que la América de Gass es y no es la de Trump en
la medida en que su literatura incorpora una dimensión de belleza
verbal y de crítica intelectual de la que carece la ramplona realidad. El mundo
paradójico de Gass puede ser habitado sin miedo por el lector y su geografía mental
recorrida de un extremo a otro con la certeza de que los únicos vicios
amenazados ahí son el puritanismo, la pereza intelectual y la estupidez política.
Coda:
La obra más jugosa de William Gass es Willie Masters´ Lonesome Wife (1968),
donde el gran experto en la “vida sexual de las palabras” (Will Gass) le daba
una lección secreta al supuesto experto en la vida sexual de los individuos y
las parejas (Will Masters) y no solo al otro Will palabrero (Shakespeare), como
muchos han creído desde su publicación. En la misma época (finales de los
sesenta) en que se hicieron públicos los resultados de los estudios de Masters
& Johnson, Gass contesta a su colega científico de la Universidad de
Washington (St. Louis, Missouri), recordándole que se le ha olvidado una
dimensión fundamental de la experiencia: las relaciones entre el verbo y la
carne, el verbo que se hace carne en la vida y la carne que se hace verbo profano
en la literatura y en la novela, retornando así al origen del bucle cultural. Con
su diseño original y sus páginas de colores y tonos paródicos replicando
mesetas de placer, grados de ardor y orgasmos consumados, Willie Masters´Lonesome Wife plantea la lectura, en un tropo
atrevido, como la posesión del cuerpo desnudo de la solitaria mujer
protagonista. El objeto de deseo de la lectura era tan promiscuo e impuro que
Gass, por precaución, recomendó al editor que incorporara un profiláctico al
libro para evitarle contraer la “Enfermedad Verbal”. El mismo Gass, según
reconoce, la habría contraído tiempo atrás leyendo a ciertos maestros
inconfesables (Chaucer, Rabelais, Joyce, entre los más probables).
El
verdadero designio del híbrido artefacto (narración y ensayo a partes iguales)
es la reivindicación de una literatura tan contaminada de impurezas mundanas
como caracterizada por una dicción deslenguada, impura e irreverente, el “estilo
democrático” demandado por los nuevos tiempos culturales: “Full of the future, cruel to the past, this time we live in is so much
in blood with possibility and dangerous chance, so mixed with every color, life
and death, the good and bad homogenized like milk in everything we think –new
men, new terrors, and new plans- that
Alexander now regrets his love to drink; Elizabeth, that only Queen, paws for
her wig to seek employment; and the Swift Achilles runs against his death to be
here. It´s not the languid pissing prose we´ve got, we need; but poetry, the human
muse, full up, erect and on the charge, impetuous and hot and loud and wild
like Messalina going to the stews, or those damn rockets streaming headstrong
into stars. YOU HAVE FALLEN INTO ART-RETURN TO LIFE”.
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