Escribas
lo que escribas, le dijo el viejo periodista al joven becario, la realidad te
desmentirá. Es falso. La realidad no desmiente. La realidad actual confirma las
peores expectativas. Lo hemos vuelto a comprobar con la quiebra de los bancos
americanos. Esta nueva amenaza fantasma que se cierne sobre el sistema
financiero sin que aún conozcamos su verdadero alcance, sus intenciones
profundas y sus secuelas inmanentes.
Corregir a
estas alturas los excesos del capitalismo es una tarea descomunal, una hazaña
digna de superhéroes. La dinámica transgresora del capitalismo supera siempre sus
crisis sistémicas. La única forma de imaginar el fin del capitalismo es imaginar
el fin del mundo, como predican los apocalípticos. Teleseries de éxito masivo como
“The Last of Us” prefieren mostrarnos un planeta sumido en la catástrofe antes
que una utopía alternativa como la soñada por Bernie Sanders. Los signos de
impotencia son evidentes. Caminamos hacia el horizonte de una dictadura
tecnócrata que pretende el control total. No es ciencia ficción. “Todo a la vez
en todas partes”, título de la película triunfadora en los Óscar, sirve como
eslogan del programa de gestión del capitalismo futuro. Un capitalismo sin cabeza
visible, un capitalismo de rostro inhumano, como el que se va imponiendo en el
multiverso del mundo globalizado.
En el escenario
local, no me importa si es justo o injusto lo que se aduce contra Sánchez en la
moción de censura. El medio es el mensaje. La ley de McLuhan, que rige el mundo
mediático, despeja todas las dudas. El medio, la moción de censura presentada
por Tamames en nombre de Vox, o viceversa, es erróneo, y el mensaje fallido. No
se opone una impostura a otra impostura. Esto es Vox, con o sin la complicidad del
economista Tamames. Un simulacro de proyecto político, una solución simulada a
una situación crítica nacional.
La moción de censura es otro simulacro, una pantomima degradante. Da igual quién gane en términos partidistas. El daño es terrible. El descrédito institucional, la inutilidad y el ridículo de la propuesta, el esperpéntico espectáculo. No nos merecemos este sainete sin gracia, mal escrito y peor actuado, un entremés deprimente. La moción de censura representa la triste escenificación de un fracaso, una farsa que certifica la muerte definitiva del espíritu de la Transición. Una catarsis cutre. Falla el alma económica, ya lo sabemos, y el cuerpo político está viejo y enfermo. Democracia sin cabeza. Es lo que hay.
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