España
es una hoguera pública en la que todo se quema. Los bosques arden y se
incendian las opiniones. El
país ha entrado en combustión y nadie se salva de la quema. El cambio climático
es un hecho científico, pero también un escenario político. Escucho a un
experto en ingeniería forestal decir que el cambio climático no puede servir de
escudo para justificar la incompetencia de los gobiernos. El abandono del medio
rural es desastroso. Ocuparse del campo y preocuparse por las cosas del campo
ni da votos ni gana elecciones. La inversión en medios y remedios es tan
ridícula como rasgarse las vestiduras cuando ocurre la catástrofe.
Los
políticos van a lo suyo y no escuchan a los expertos. No entiendo para qué los
tenemos entonces. Para qué ese caudal de conocimiento acumulado. Es el fallo
propio de un sistema de gestión que solo piensa en politizarlo todo y
capitalizar el beneficio electoral derivado. Lo vimos con la pandemia y lo
volvemos a ver ahora con las secuelas energéticas de la guerra de Ucrania. Es
irónico que en un verano tórrido como pocos estemos planificando las cantidades
de gas que podremos quemar para combatir el frío extremo y el gélido cerebro del
supervillano Putin.
Cuando un
gobierno se quema, todos los ciudadanos se vuelven árboles, dicho confuciano.
Sánchez está dispuesto a quemar lo que haga falta para que no se le escapen las
próximas elecciones. La sede socialista está que arde con tanta pira
improvisada. El holocausto anual forma parte ya del folclore del partido. Los
quemados y las quemadas, como dice la aritmética feminista, han consumido su
energía al servicio del líder supremo y no saben cómo reciclarse. Sánchez tiene
algo de pirómano paradójico. Quema cuanto toca y está más quemado que el bosque
castellano. El incendio democrático que prepara Sánchez promete ser un infierno
electoral para sus competidores. Piensa arrasarlo todo con tal de no perder el
poder. Sus ataques fiscales a bancos y eléctricas son mera retórica y postureo,
según los expertos, para movilizar al sector más quemado de la izquierda incendiaria.
En este contexto, cuanto más complejo se vuelve el mundo, menos rancia y más inteligente debería ser la respuesta cultural mayoritaria. Hay que ver, por eso, la teleserie “Devils”, donde se muestra la influencia del poder financiero en la política y cómo los grandes datos corporativos sirven para ganar elecciones y referéndums. Esta lección Soros se la recuerda a Sánchez a diario. Lo dicho. Achicharraditos.
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