[Publicado en medios de Vocento el martes 21 de septiembre]
La energía es la cuestión esencial de este
mundo. Einstein revolucionó la física al descubrir su fórmula mágica y
propulsarnos con ella a las estrellas, el infinito y más allá, o mucho más acá,
a las simas de lo infinitesimal. Así que cada vez que pagues la abusiva factura
de la luz, acuérdate de Einstein y piensa en la energía nuclear, no en
Chernóbil. Imagina un paisaje apacible de miles de centrales nucleares
extrayendo su preciosa carga energética del corazón del uranio, como soñaba
Bill Gates hasta que fue consciente de la impopularidad de esta energía.
Cada vez que te “arruines” pagando los recibos
de la electricidad que encienden tu vida y apagan tus expectativas, piensa en
el sol que genera la energía que ilumina tus vacaciones y te broncea la piel.
Piensa en el astro gigantesco en combustión permanente que calentaría tus
noches de invierno a poco que hubieras podido instalar en tu vivienda los
paneles adecuados. Ahora te la ofrecen a un precio más caro las mismas
compañías que durante décadas hicieron lo imposible por evitar que la energía
solar, cuando era barata, se extendiera socialmente. Piensa en todo esto
mientras lees los datos oscuros de tu factura de la luz.
El filósofo Kant sintió en sus últimos días una
extraña fascinación por la electricidad, intuyendo el advenimiento de un mundo
que se movería al ritmo de la corriente eléctrica. Kant consideraba la
electricidad una energía sagrada, la fuerza unificadora de los fenómenos de la
vida, la llave de la realidad, el código secreto de Dios. Y mira en lo que la
hemos convertido. Hoy este mundo luminoso no está en manos de filósofos,
científicos o inventores, sino de corporaciones desaprensivas. Cada vez que te
indignes calculando el precio de la electricidad, piensa también en las
erróneas decisiones políticas del pasado que han conducido a esta situación
insostenible de mercadeo indecente y dependencia energética.
Donde se queman libros, dijo el poeta Heine, se acaban quemando personas. Ha empezado en Canadá y se expandirá pronto a todas partes. La corrección política es un movimiento de culpabilidad global para hacer tabla rasa de la historia y la cultura. No distingue entre quemar “El Quijote” o “Astérix”. Solo pretende borrar las huellas de crímenes históricos y repararlos con imposturas hipócritas. La energía implacable que incinera los libros se mide en grados Fahrenheit. Pero, para ser exactos, deberíamos medirla en grados de necedad y estupidez. Es la energía más barata y extendida.
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