¿Qué es la verdad? Un ejército de metáforas, metonimias y antropomorfismos, en pocas palabras, una suma de relaciones humanas que han sido sublimadas poética y retóricamente, traspuestas y embellecidas hasta que, al cabo de un uso largo y repetido, un pueblo las considera como sólidas, canónicas e inevitables. Las verdades son ilusiones cuya naturaleza ilusoria ha sido olvidada, metáforas que han sido abandonadas y que han perdido su impronta original.
En el Discurso LV de su tratado Agudeza y arte de ingenio, cuenta Baltasar Gracián la fábula que transformó a la Verdad en política para vencer a su émula la Mentira y así adquirir protagonismo en un mundo que, por querencia innata, prefiere los engaños y los embustes, las ficciones y artificios, antes que la cruda verdad. Muñoz Rengel, tras llevar hasta límites insospechados la invención y la imaginación cervantinas en su última novela publicada (El gran imaginador), ha sentido la necesidad de explicar los fundamentos de su arte narrativo y de la visión del mundo y la historia que lo sustentan. El resultado es un libro ambicioso y sagaz que permite a la inteligencia del lector completar todo aquello que el autor deja sin decir o solo apunta.
No hay orden de la realidad donde no prime la mentira y Muñoz Rengel, con una estrategia amena y penetrante, los va revisando con mirada repleta de agudeza y sentido crítico. Desde que el mono desnudo decidió abandonar su condición animal para ingresar en la historia de la cultura, sin renunciar a la violencia y la agresividad de sus orígenes, hasta el momento actual en que el simio gramático impone su hegemonía en la desinformación de las redes sociales e internet, han pasado demasiadas cosas, o demasiadas cosas, como diría Borges, que se resumen en una sola. La historia humana es un gigantesco bucle por el que no podemos escapar a las trampas con que nuestro cerebro pretende engañarse y no reconocer su incapacidad para comprender la realidad.
Esa imposibilidad ontológica acarrea la
imposibilidad de la verdad y la necesidad de la mentira, que es una de las
primeras tesis sobre la que el libro avanza con rigurosa desenvoltura. Todo es
mentira sería la conclusión evidente. Todo es producto de la simulación, el
fingimiento, el fraude y la ficción. Mitos y religiones, creencias y leyendas,
naciones e individuos, costumbres y sentimientos, ideologías políticas y
sistemas económicos, son construcciones seculares de un yo ilusorio que se
proyecta sobre un cosmos en el que su papel es insignificante y trágico al
mismo tiempo. La cultura recubre al mono impostor con sus adornos y artificios
y le hace creerse rey del universo. Luego este inventa a un dios supremo que
ratifica su presunta grandeza, legitima sus crímenes e impone su culto fanático
como verdad absoluta.
En los capítulos sobre el cristianismo brilla con especial
saña la cuchilla analítica del autor, mostrando los infundios históricos y
textuales que constituyen esa religión desde sus comienzos y que no han cesado,
sin embargo, de actuar como dogmas eficientes en la historia. La mentira
religiosa, como la política, ha pretendido pasar por verdadera, como dice Muñoz
Rengel, mientras la mentira del arte y la literatura no ha hecho sino reconocer
su falsedad y condición ficticia, alzándose a un estatuto de verdad en segundo
grado. Las especulaciones simbólicas, los lenguajes figurados y las metáforas
que dan acceso a la verdad sobre lo que somos y podemos ser como especie y como
individuos. Esa es su singularidad frente a los otros discursos.
En los capítulos finales, Muñoz Rengel realiza un salto cualitativo en pos de un modo de vida y de pensamiento que trascienda la disyunción entre verdad y mentira mediante la asunción plena de la ficción como categoría existencial. Acaso así, reconociéndonos seres ficticios pertenecientes a un mundo compuesto de simulaciones y simulacros, pero ejerciendo la más alta potencia de lo falso, como decía Nietzsche, seamos capaces de alcanzar al fin la deseada libertad.
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