jueves, 4 de junio de 2015

MENTIRA ROMÁNTICA

  [Eva Illouz, Erotismo de autoayuda. Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico, Ed. Clave Intelectual, trad.: Stella Mastrangelo, 2014, págs. 124]

Sabemos por Fredric Jameson que todos los fenómenos de la cultura contemporánea, ya sean alta cultura o cultura de masas, tienen como impulso subyacente nuestras más profundas fantasías sobre la naturaleza de la vida social. Y esto vale para un movimiento político como Podemos y para una novela superventas como Cincuenta sombras de Grey, objeto paradójico del análisis de este interesante libro de Eva Illouz. Ambos ejemplos se presentan como expresiones simultáneas de rechazo y anhelo. Como respuesta efectiva a la problemática social colectiva en un período histórico indignante y como solución imaginaria y real a los dilemas actuales derivados de la crisis de las relaciones heterosexuales normativas, respectivamente.
En este sentido, la dimensión ideológica de una trilogía novelesca como Cincuenta sombras de Grey, constatando la frustración y el deseo de las mujeres actuales por preservar el peso del amor sublime y lo emocional en sus vidas y la necesidad de asociarlo a una figura masculina poderosa, no puede funcionar si no va acompañada por una dimensión utópica que incluye, con cierta originalidad, una práctica sexual liberada de tabúes y una afirmación ética de fuerza individual. De ese modo, la apasionada relación entre Anastasia Steele y Christian Grey constituye una potente alegoría sobre lo que una cultura como la occidental puede hacer aún, en un tiempo de mutaciones fundamentales, para reinventar el contrato sexual entre hombres y mujeres y acabar con las brechas y agujeros que los avances incuestionables en libertad e igualdad han causado en el corazón de unas relaciones tan complejas como atávicas.
Ya en un libro anterior (Por qué duele el amor; 2012) Illouz había abordado la cultura mediática que, desde el siglo veinte, reconfiguró la experiencia amorosa a imagen de las fantasías colectivas y la imaginación individual, permitiendo la implantación de un nuevo régimen afectivo. Ese capitalismo de signo emocional (“el nuevo orden romántico”) afecta al trabajo y el consumo tanto como a la vida personal y el modo persuasivo de institucionalizar los afectos y los deseos, dando lugar finalmente a lo que Illouz define como “campo sexual”: ese dominio público donde el imperativo sensual del cuerpo transformado en objeto de intercambio y la avidez de aventuras carnales disminuyen el gravamen de lo sentimental. Este proceso culmina, desde la expansión social de internet, en una contaminación de las relaciones íntimas y el “mercado matrimonial” por la cultura comercial y pornográfica, produciendo una conflictiva confusión entre lo privado y lo público.


Cincuenta sombras de Grey es un producto carismático de esta cultura de novedades sucedáneas en que las paradojas e incongruencias de la situación se plantean y resuelven con habilidad recurriendo a una de las combinaciones más ingeniosas y perversas generadas por la publicitaria cultura de masas: el sadomasoquismo y la autoayuda. No en vano, su autora (Erika Mitchell, alias “E. L. James”) fue ejecutiva mediática y gestó la primera entrega de la saga novelesca en foros interactivos de internet. Ese dudoso acoplamiento de la disciplina erótica más refinada y extrema, pese a su estandarización comercial, y el efecto performativo de ayudar a superar graves problemas íntimos y realizar modelos satisfactorios de vida, conjugando hedonismo y sentimentalidad, perversión y romanticismo, son las claves del exitazo popular y de la enorme influencia de la trilogía en mujeres del siglo XXI de todas las edades y condiciones.
Cincuenta sombras de Grey, como sentencia Illouz, es “una narración que en realidad es un manual de autoayuda sexual”, lo que transforma su lectura para la mayoría de las mujeres “en un acto supremo de afirmación de un yo moderno: un acto de autoempoderamiento y de automejoramiento”.

PS.: Que Jamie Dornan, el actor que encarna a Christian Grey en la anodina versión fílmica de Cincuenta sombras de Grey, interprete también al seductor psicópata de la espléndida teleserie británica The Fall no deja de ser un guiño irónico entre contrincantes (o quizá cómplices, si hemos de hacer caso a la lectura romántica de Illouz) ideológicos producidos dentro de la misma cultura de masas…

5 comentarios:

julian bluff dijo...

¡Hola a todos!

El libro de Grey es la enésima versión de un relato erótico, de corte clásico, dirigido al sexo -sí, conscientemente utilizo la palabra "sexo"- femenino.

Con el auge apabullante del porno gratuito en el mundo de los varones -debido, como es lógico, amén de a la gratuidad, al anonimato- y la aproximación al mismo, en la intimidad de sus hogares, y como rito de complicidad, de la mujer "común y corriente", el producto "novela porno-rosa-girlie" estaba a punto de caramelo para que pegara el bombazo.

Más que un fenómeno literario, o de marketing, "50 Sombras de Gray", es un fenómeno social, de "visibilidad" por parte de las mujeres adeptas a la novela rosa, a las que han venido a sumarse, por mor de la popularidad del libro, nuevas lectoras interesadas en otro tipo de literatura, de género, en la que igualmente se presenta a la mujer como víctima sentimental, siempre presta a salir adelante a base de autoconmiseración y amor. No se por qué, pero a las chicas les entretiene lo suyo comentar, entre sí, lo fastidiadas que se sienten. Si lo miramos bien, hasta la Sagan ¡hasta Margeritte Duras! son escritoras de autoayuda para chicas ;-)

¿El por qué le ha tocado el gordo a E.L James? No sé... Tal vez porque ella misma esté "gorda". Y lo digo completamente en serio. Por su "normalidad". Si la autora tuviese una pinta demasiado sexual, su imagen probablemente habría echado para atrás a un buen número de lectoras. Pero así, como es, "de andar por casa", da la imagen ideal para que las "chicas" piensen: "si ella ha sido capaz de escribirlo ¿cómo me va dar a mí "cosa", leérmelo?".

Pero vaya... que novelas I-DÉN-TI-CAS a la de Grey, se han debido escribir en la segunda mitad del siglo XX, como tropecientas mil, pasando todas ellas completamente desapercibidas.

Salvando las distancias, y trasponiendo el fenómeno a las pelis porno para tíos ¿Por qué "Garganta Profunda" y no cualquiera de las otras que se rodaron por aquella época? ¿Quién lo sabe? Lo cierto es que su conversión en mainstream posibilitó que se decidieran a verla un montón de hombres a los que, de no haber adquirido esa fama la película, les hubiera dado corte entrar en una sala de cine X.

¡Un abrazo!

Anónimo dijo...

Interesante, ¿pero que opinión te merece a tí la trilogía?

Reduciéndolo someramente: ¿no se puede interpretar como una especie de venganza hacia el hombre por lo de mujer-objeto?

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Aclaro, por si algún despistado malentiende las palabras del amigo Gracq, que el suyo, mira por dónde, no es uno de mis seudónimos acreditados (no suelo usarlos nunca, por si acaso)...

En cuanto a la pregunta amigo anónimo (ya está bien de tanta timidez, hombre, por favor), mi respuesta es sí, con algunos reparos que no hacen al caso. De todos modos, como discípulo perverso de Walter Benjamin, le diré que en la sociedad democrática es el número de lectores y/o espectadores el que produce el aura artística, ese objeto obsesivo de deseo para todos los estetas en ejercicio. Líbreme, pues, el dios de los mercados de vilipendiar o denigrar una obra transfigurada en mito por la mirada húmeda de millones de mujeres en todo el mundo!!!...

julian bluff dijo...

¡Ojo, Ferré! Qué también Pedro abjuró (en usted intuyo un juramento previo, íntimo, favorable a mi impudicia) de Cristo y miré, usted, como terminó la cosa. Y también Marito, en círculos íntimos, ha eludido elegantemente a Isabel, e imaginémonos (no hace falta demasiada imaginación) en que puede acabar, idem de idem, todo ese "artístico" ninguneo.

Mejor haría por tanto, compadre, en no apostatar, con ese calculado desahogo, de mis opiniones que no es que sean tan disparejas con las suyas, no vaya a ocurrir que, al final, opte usted por cantar la gallina, y confesar en público este inofensivo doppelganger. Es más, fíjese lo que le digo, su artículo sobre M.Houllebecq lo suscribiría sobrio. De hecho, me ha encantado. Ya diré algo por allí cuando esté un poco menos sobrio ¡Bonne nuit a tous!

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Nada de abjuraciones ni apostasías, amigo Gracq, esas traiciones se las dejo a otros, yo solo pretendía que, dada nuestra gran coincidencia en este punto, no creyeran mis lectores que había empezado a opinar bajo otra máscara que la mía, fíjese que estrategia tan cómplice en el fondo...