[Noah
Cicero, Pórtate bien, trad.: Teresa Lanero, Pálido Fuego, 2015, págs. 222]
Me quedé
allí pensando, mientras ella se comía las algas, que los escritores son todos
unos hobbesianos tremendos. Puedes hacer cosas lockeanas con la gente: darles
dinero, incentivos, beneficios, trofeos, pero eso no es más que poner queso
delante del ratón. Sin embargo su naturaleza real es hobbesiana. Todos quieren
que se les diga qué hacer, todos necesitan una motivación externa (el queso),
no les preocupan los asuntos políticos, lo único que les importa son las
mamadas, fumar maría y gilipolleces estúpidas. La mayoría de ellos ni siquiera
saben de dónde vienen las carreteras y la electricidad. En cuanto se desata el
caos empiezan a matarse entre sí…
-Noah Cicero-
Noah Cicero no es Harmony Korine. Y Pórtate bien, una suerte de manifiesto
generacional disfrazado de crónica de una degeneración nacional, apenas
comparte actitud con el nihilismo intransigente de Spring Breakers:
un tratado de histeria revolucionaria destinado a toda clase de sujetos
bipolares de ambos sexos y pacientes de otros síndromes aún sin diagnosticar, la
respuesta desesperada a un estado de cosas tan banal como inaceptable.
Pese a sus notorias diferencias, Cicero comparte
ciertas afinidades emocionales con Lena Dunham, creadora de la gran teleserie
generacional femenina Girls. Cicero
procede de una familia católica italoamericana de Ohio, tiene propensión a
juzgar la vida desde una combinación paradójica de pasión filosófica y abulia
existencial, sostiene posiciones políticas radicales y, como escritor de
ficción, tiene un hambre de realidad insaciable, un voraz deseo libidinal de
apropiarse de lo real y los signos de lo real que no le impide ser hilarante,
cáustico y, al mismo tiempo, una de las voces más sinceras (si esto no
significa un truco retórico, una impostura biográfica o un compromiso subjetivo
con el artificio rentable de la identidad) de la literatura norteamericana más joven.
Cicero pertenece a una generación de
treintañeros veteranos de todas las guerras urbanas que sobreviven sin
escándalo entre las ruinas del sueño americano transfigurado en parque temático
de la anomia y la amnesia. En medio del último desecho sintético del vertedero de todos los
sueños democráticos y pesadillas clasistas engendrados por el imperio americano
en su propio territorio. Una realidad social devastada sin contemplaciones por el
neoliberalismo de mercado, la forma lógica de capitalismo más depredadora o
desaprensiva que ha existido nunca en el planeta tierra.
Esa generación literaria, nacida entre 1980 y
1985, se identifica como estética bajo las ambiguas siglas Alt Lit: literatura alternativa o literatura del alt, en alusión a la tecla informática
que permite modificar los menús del sistema y alternar programas. Así funciona
esta literatura en el sistema programado de la realidad contemporánea:
menudeando entre niveles, estableciendo conexiones imprevistas y enlaces de
comunicación inexistentes. Entre sus representantes conspicuos, Tao Lin sería
el más famoso y aburrido (de lectura) mientras Cicero sería lo bastante célebre, pese a
todo, como para que no deje de sorprendernos su ingenio y brillantez al opinar
a lo largo de la novela sobre política, psicología, sociedad, educación,
economía, religión, sexo, drogas, historia, etc.
Ya solo por este compendio de digresiones sutiles
y agudos comentarios merece leerse esta novela cómica organizada alrededor de
una anécdota trivial: un alocado viaje a Nueva York del narrador Benny Baradat (el
heterónimo aliterativo apenas encubre su identidad real, fichada por la policía
de varios estados...) para participar en el reportaje de una prestigiosa revista cultural
sobre un grupo de escritores jóvenes cuyas afinidades electivas se revelan,
además, efectivas de cara a la publicidad y la fama pero no al dinero.
Los renovadores recientes de la novela americana
(Wallace, Franzen, Lethem, Eggers) ya están instalados en el sistema literario como
figuras reconocidas y domesticadas y sus artefactos narrativos se juzgan
demasiado complejos o fastidiosos para una generación de licenciados universitarios
que solo encuentra un horizonte laboral de trabajos basura encadenados como los (malos) rollos de una noche, las auto-fotos incesantes, los chats interminables, las
borracheras rutinarias, la intimidad instantánea exhibida en redes sociales, las
fiestas tediosas, los tuits de cotilleo, el sexo sin orgasmo, las largas madrugadas
de hastío, los suicidios aplazados y los amaneceres sin sentido.
Durante un dialogo delirante en un restaurante asiático
al final de una velada desquiciada, el narrador Baradat se reconoce partidario
de la ironía descarnada como estilo de vida acreditado y confirma la pertenencia de sus colegas
a la Generación Irónica: “La ironía es cuando tu culo le dice a tu cara que hay
amor en el universo”. Este sarcástico aforismo de Cicero (una muestra reciclada de cinismo callejero a lo Bukowski) sintetiza la estética literaria y la ética peculiar de
una generación desencantada, sin dramas sentimentales ni tragedias morales ni
gestos grandilocuentes, aunque la ironía como recurso defensivo-agresivo contra las ofensas y agravios de la vida no sea exclusiva de su generación.
La vida es una comedia tan fugaz e insustancial como
para tomarla demasiado en serio. Puro aburrimiento, como concluye Cicero esta irónica
diatriba contra la decadente vida contemporánea y como cantaban las abúlicas hermanas Pierce no hace
aún ni una década…