miércoles, 20 de noviembre de 2013

CEGADORA LUCIDEZ LIBERTINA

El primer escándalo de Las relaciones peligrosas (el clásico libertino de Choderlos de Laclos reeditado por RBA este mismo año) reside en eso, precisamente. En aplicar la inteligencia más aguda a los asuntos menos inteligentes, aquellos que confunden más la inteligencia con su irracionalidad e inconsciencia. Las cosas del amor y sus derivados vulgares, los ronroneos del corazón, los maullidos sentimentales, el arrullo de las pasiones. Suprema sabiduría libertina: “el amor, que nos pintan como la causa de nuestros placeres, no es, cuando más, sino el pretexto”. Así instruye la marquesa de Merteuil, ese paradigma de un libertinaje de signo femenino, a su cómplice venéreo, el vizconde de Valmont, con el que mantiene a lo largo de la novela una connivencia hecha de admiración personal y rivalidad erótica. Y luego viene todo lo demás. La sociología, la historia, la religión, la política, la psicología y hasta el psicoanálisis, si se quiere.
 
 
En esta novela insuperable, Laclos comete el atrevimiento genial de proyectar la lucidez libertina, de una parte, sobre el libertinaje y los libertinos mismos, desnudando sus imposturas de clase superior, la vieja sociedad condenada a desaparecer en la historia con su contingente de valores caducos, sus privilegios y lujos feudales, aún atractivos y fascinantes. Y, de otra, sobre la nueva sociedad, la que se perfilaba ya en el horizonte de la revolución burguesa en ciernes. La diabólica sutileza de los libertinos sobre la comedia social y el trasfondo sexual del poder, la inteligencia estratégica de su escritura, repleta de disimulos y simulacros, audacias y fingimientos, sirven a Laclos, en suma, para iluminar el juego social de su tiempo desde un enfoque original en un período de grandes cambios. Un enfoque de clase, sin duda, con el conflicto nuevo en el escenario entre la clase emergente (la burguesía) y la clase en vías de disipación histórica (la aristocracia), y un enfoque ideológico, por tanto, con un nuevo mundo de valores (el dominante hoy, desde luego, con todas sus mutaciones) ocupando el proscenio como reacción a la decrepitud e inmoralidad del antiguo régimen aún vigente: el sentimiento, el culto a la naturaleza, la inocencia y la decencia, la mística del amor, la ilusión lírica, etc., como fachada presentable del culto al dinero y a la propiedad privada, el comercio y el matrimonio monógamo, el patrimonio y las finanzas, etc.
La condición epistolar de la novela no solo redunda en la polifonía narrativa, por la cual vemos cómo se construye la trama al pie de la letra, nunca mejor dicho, desde todos los puntos de vista implicados, ya sean sujetos u objetos de la seducción, sino que participa directamente de las acciones de corrupción emprendidas, siendo instrumento de la voluntad de poder de los libertinos (Valmont y Madame de Merteuil) como de la sumisión y engaño de las supuestas víctimas de sus maquinaciones (la presidenta de Tourvel, Cécile de Volanges y el caballero Danceny). Hay una escena memorable en la que se cifra toda la ironía del mecanismo epistolar con que Laclos urde su equívoca venganza. Valmont, tras pasar una noche orgiástica con Emilie, una actriz de la Ópera, emplea el cuerpo desnudo de esta como “pupitre” para escribirle una carta de amor, sembrada de alusiones mordaces a los carnales instrumentos de su redacción, a la devota y mojigata viuda de Tourvel, pero se la envía antes a la Merteuil, cómplice de todas sus licencias y desenfrenos, para divertirla con el contraste entre el fingido tono de exaltación sentimental del texto de la misiva y el relato paralelo de las obscenas circunstancias de su escritura.
 
 
En este sentido, otra cualidad fatal del dispositivo novelesco es su ambigüedad, precisamente, y la malicia con que Laclos calcula, desde el prefacio, los efectos de su recepción para burlar la censura y engatusar al público, haciéndole creer en las buenas intenciones de esa escabrosa selección de ciento setenta y cinco cartas cuya procedencia real se declara pero no se esclarece nunca. Si el bando de los libertinos, ejerciendo el dominio aparente sobre las situaciones, las estratagemas de seducción y las apuestas en juego, acaba siendo derrotado por la confabulación de sus enemigos morales, es no solo una demostración de su debilidad, o de su ocaso manifiesto, sino también una necesidad narrativa. Sin esa debacle ideológica, la mirada implacable de Laclos no lograría irradiar ese grado de pesimismo cáustico sobre cualquier orden social, presente o futuro, comunicando al lector a través del juego cervantino de la ficción los infundios del naciente ideario racionalista fundado en la ilusión de progreso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Francisco, me encanta su blog y soy un fanático de su obra, me parece sugerente y divertida, quizás lo que más me entusiasme sea su especial sentido del humor. Abusando de su generosidad y teniendo en cuenta su buen gusto literario en relación a esta entrada me gustaría preguntarle que novelas y películas que tratan el noble arte de la seducción considera usted mejores o imprescindibles y cual es su personaje seductor preferido en cine y literatura. Muchas gracias.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Gracias por tus palabras, aunque agradecería más aún conocer y reconocer al menos tu nombre.
No soy nada original. Mi personaje de seductor favorito es, sin duda, Don Juan en todas sus versiones conocidas (Tirso, Moliére, Mozart-Da Ponte, etc.) y luego Valmont, entre los clásicos. Y, entre los modernos, personajes de Kundera como Tomás (en La insoportable levedad) o de Roth como David Kepesh y Mickey Sabath. A Don Juan ya le dediqué un post en este blog con motivo de la publicación del libro de Baricco. Puedes verlo aquí: http://juanfranciscoferre.blogspot.com.es/2013/02/don-juan-explicado-las-ninas.html

Y de los otros, sobre todo Kepesh, puedes encontrar referencias aquí: http://juanfranciscoferre.blogspot.com.es/2008/10/lecciones-de-placer.html

Y no me olvido de Philippe Sollers, seductor real y de ficción, según la leyenda parisina: http://juanfranciscoferre.blogspot.com.es/2008/12/quantum-of-sollers.html

Ni de Cabrera Infante, mi fauno favorito: http://juanfranciscoferre.blogspot.com.es/2008/11/la-siesta-de-un-fauno-tropical.html

Gracias otra vez. Un abrazo.