Sí, una mala noticia. Ha
muerto Brian. ¿Brian? Sí, Brian Griffin (sniff, sniff). Ha muerto el Diógenes canino del degradado
hogar americano de este siglo, el filósofo doméstico de la estupenda teleserie Padre de familia. De pelaje tan blanco como la droga
dura que lo concibió en un arrebato de ingenio, Brian era la mascota estupefaciente y culterana de una estrambótica familia
de parias descerebrados de un arrabal de Rhode Island (los Griffin). El
miembro menos cínico y agresivo de la “secta del perro”, como tildaban despectivamente
los atildados atenienses de su siglo a los seguidores callejeros del provocador Diógenes.
El ilustrado Brian no era un chucho con conciencia de especie inferior sino un humanista comprometido
en conferir dignidad intelectual y elevación espiritual a las grotescas peripecias
de sus amos suburbanos, con el retorcido y malicioso Stewie como antagonista infatigable.
El pobre Brian no era, sin embargo, un autodidacta. Aprendió todo lo que sabía en las aulas de la vecina Universidad
de Brown. No le sirvió de nada. Ha muerto como un perro, atropellado en la
calle por un conductor frenético. Nada le enseñó a morir de otro modo menos
perruno. Es una lección sarcástica. Una muerte más propia de Buñuel que del
ideológico canal FOX. Además de matarlo sin compasión, el cachondo Seth MacFarlane (creador
de otra criatura irresistible como Ted, un peluche cínico, procaz y deslenguado)
le ha consagrado este obituario audiovisual, con los acordes del intermezzo de
la Cavalleria Rusticana como fondo emotivo
de los flash-backs de la vida de
Brian en blanco y negro (doble guiño irónico a Toro salvaje).
Alas,
poor Brian! A fellow of infinite jest, of most excellent fancy...
1 comentario:
Me sumo al duelo por Brian.
Sin más, esperemos que como todo personaje de ficción que se respete, resucite al tercer día.
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