Texto leído en la presentación de Madre de corazón atómico en el Centro Cultural La Malagueta el pasado jueves 16 de mayo.
Gracias a Txema Martín y a Virginia Quero, estupendos anfitriones, y a Agustín Fernández Mallo, no menos estupendo invitado.
[Agustín Fernández Mallo, Madre de corazón atómico, Seix
Barral, 2024, págs. 239]
Así es. Padre Ciencia y Madre
Naturaleza, y no de otro modo, como sanciona la última página del libro, cuando
la historia de amor de sesenta años de sus padres revela al autor no solo la
verdad de la vida y la verdad del amor, sino la verdad de su ser como hijo de
ambos. Es el ser del artista. El hijo novelista, tal como lo entiende el padre,
sin mucho aprecio por esa actividad. Esta es también la historia de amor de un
hijo por su padre y, en un momento dado, también la historia de amor del hijo
por su madre centenaria. No podía ser de otra manera, nos dice, por mucho que
la historia del padre pueda eclipsar en apariencia a la de la madre. Padre,
madre e hijo, la sacrosanta trinidad de la vida y la cultura. La naturaleza, la
ciencia y el arte. La cuadratura del círculo, lo particular se hace universal.
Es un mito cultural, un relato antropológico
primordial lo que este libro nos cuenta barajando los datos de la memoria y los
documentos disponibles con un lenguaje riguroso y depurado al límite por la “navaja
de Ockham” de los tropos y los conceptos, como pretendía Wittgenstein, uno de
los héroes intelectuales de Fernández Mallo, un lenguaje pulido que busca la
exactitud verbal y prescinde del adorno superfluo. El libro constituye un
auténtico ejercicio de purgación, en todos los sentidos del término, en el que
el hijo demuestra al padre, más allá de la muerte, la utilidad del arte para la
vida y la identidad de fondo, cerebral, entre las ideas del arte y las ideas de
la ciencia.
El padre de Fernández Mallo era veterinario y eso
permite al hijo, poeta y científico, abrir las puertas de su libro a los
animales (vacas, cerdos, gatos, canarios y garrapatas, en especial) y hablar de
la relación con el animal, el animal que somos en el fondo y el animal que
criamos y cuidamos, como si no fuera lo mismo, en cierto modo. Las vacas y los
ojos de las vacas ocupan un lugar destacado en el libro. En la portada, citando
con ironía la portada vacuna del disco homónimo de Pink Floyd (Atom Heart
Mother; 1970), donde
aparece el disfraz de una vaca colgado a secar de la cuerda de un tendedero
frente al paisaje montañoso de cumbres nevadas. Y, por extensión semántica, en el
título, donde se invoca a la madre real y a la madre naturaleza, tomado en
préstamo del título de la suite reproducida en la cara A del quinto disco de
Pink Floyd, inspirado a su vez en la anécdota periodística sobre una mujer
embarazada que sobrevivía gracias a un corazón radiactivo. Naturaleza y
artificio, binomio esencial del libro.
Existe una ley kafkiana del artista que dice que,
cuando el padre ha realizado al máximo las posibilidades de la acción entendida
como actividad útil, engendrará un hijo inclinado al arte, a la realización de
la inutilidad simbólica en su máxima potencia. Así el padre de Fernández Mallo,
veterinario que viajó en 1967 a Estados Unidos en busca de una veintena de
vacas y las trajo en un avión de hélice a la Galicia de entonces sobrevolando
el Atlántico, días antes del nacimiento de su único hijo varón. Así Fernández
Mallo, quien ha escrito este libro personalísimo para darle vida y cuerpo de
nuevo al padre difunto a través de la evocación “postpoética” de esta insólita
hazaña.
Y, por otra parte, está el misterio cifrado en el
corazón del libro, la intriga esencial sin resolver. En un momento crítico, el
hijo descubre una contradicción entre el relato oral que el padre le ha hecho
del episodio clave del libro y el relato escrito guardado en una de sus
carpetas de documentos. El desliz se refiere al ganado transportado, cerdos en
lugar de vacas. El hijo, paralizado, prefiere no desentrañar el secreto de ese
error. Cerdos o vacas, vacas o cerdos, ese gran misterio crea la incertidumbre
del libro, relato poético hecho por una mente científica, o relato científico
hecho por una mente poética. Ese enigma construye además la idea de la
existencia de un orden de realidad, la escritura, donde todo encuentra su
lugar. Un lugar paradójico, en definitiva, donde el arte y la ciencia, lo
objetivo y lo subjetivo, lo real y lo imaginario, laten al mismo ritmo musical
y se reconocen en las mismas imágenes. El pudor filial no le impide comprender
que su padre, en el fondo, le acaba de entregar un don precioso. La fabulación.
El poder de fabular. Qué mejor regalo para un novelista.
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