viernes, 12 de mayo de 2023

LA GUERRA EN LA CABEZA


  [Louis-Ferdinand Céline, Guerra, Anagrama, trad.: Emilio Manzano, 2023, págs. 160] 

          Hay muchas guerras en esta “Guerra” que ha revolucionado la comprensión de la obra celiniana. Una obra que parecía ya encerrada en coordenadas críticas muy bien cartografiadas. Y, sin embargo, he aquí que salen de la nada, como si de un capítulo del “Quijote” se tratara, una maleta de manuscritos robados al final de la Segunda Guerra Mundial del domicilio parisino de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) entre los que se encuentran esta novela inacabada y espléndida, un borrador redactado con mano maestra y escritura febril en 1934, y su continuación aún más procaz, “Londres”, que los lectores franceses ya conocen y disfrutan desde octubre pasado.

          La experiencia de la guerra es la fisura en el cráneo creativo de Céline, abierta como una brecha por la que las voces del mundo penetran después de recibir un balazo en el brazo y estampar la cabeza contra un árbol durante un episodio insignificante de la Primera Guerra Mundial. Tras padecer en carne viva el horror de la guerra y la miseria moral de la hospitalización y la retaguardia, Céline estaba en condiciones de convertirse en el novelista francés más importante del siglo XX y uno de los grandes creadores de la forma novelesca moderna. Mientras Proust se encerraba en los salones decadentes con sus aristócratas y burgueses a respirar el oxígeno viciado de sus vidas asfixiantes, Céline se convierte en el profeta vociferante y provocador de la edad de las masas.

Esta novela póstuma tiene la originalidad de ser una secuela anómala del “Viaje al fin de la noche” (1932). Autobiografía y ficción, al mismo tiempo. Crónica de las vivencias del doble de Céline, ese Ferdinand narrador que le sirve para dar voz a los instintos más primarios, el ánimo melancólico, la negra hilaridad y una visión de la vida exacerbada hasta el paroxismo libidinal y morboso. Y poderosa fabulación, en la parte final, como si Céline se sintiera de pronto arrebatado por las posibilidades narrativas del mundo caótico puesto en escena y se dejara arrastrar por las tentaciones de una trama tan picaresca como utópica.

La narración en primera persona comienza bruscamente, respondiendo a las páginas faltantes del manuscrito y a la violencia que ha abatido al protagonista, hiriéndolo en el cuerpo y en el alma para siempre. Los escabrosos episodios en el hospital, con las relaciones eróticas con la enfermera L´Espinasse, que goza atendiendo a los heridos más graves, y la escabrosa amistad con Bébert-Cascade, un proxeneta parisino que se alistó para huir de un crimen y se ha autolesionado en un pie para ser licenciado, como luego denunciará su mujer, la prostituta Angèle, como focos explosivos del relato de lo vivido por Ferdinand en esta parte central.

Si esta novela puede sumarse al canon celiniano como una pieza significativa es debido, fundamentalmente, a la parte final, donde la narración se desliza de la biografía grotesca y truculenta a la ficción carnavalesca sin alterar su estilo y visión del mundo. Fusilado su amigo Cascade, Ferdinand es instruido por Angèle, la viuda prostituta y pelirroja irresistible, en las artes de la cetrería de militares británicos de alta graduación y fortuna, tan viciosos como generosos. El viaje a Londres en pos de una nueva vida, con su dulce promesa de placer y riqueza, alegoriza la salida del laberinto histórico y patriótico que conduce a la aberración y estupidez de la guerra. A ese estilo de vida hedonista y desprejuiciado, Ferdinand lo llama “la felicidad del mundo” y cabe pensar que era el ideal libertario que Céline tenía en mente a pesar de todo el ruido y la furia con que trató de negarlo.

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