[Guillermo Cabrera Infante, Escritos de cine, DeBolsillo, 2021, págs. 1144]
El cine es un arte serio. En 125 años de historia
ha demostrado más vitalidad creativa que ningún otro arte en ese mismo tiempo.
Si alguien lo duda, esta triple reedición de los escritos cinematográficos de
Cabrera Infante vendría a revalidar la tesis imprimiéndole, además, un giro significativo.
“Un oficio del siglo XX” es la versión modernista de las relaciones cinéfilas
del autor con el arte cinematográfico, muy atento a la Nueva ola francesa, el
neorrealismo italiano y la revolución permanente del cine americano. “Arcadia
todas las noches” constituía un primer viraje crítico hacia el cine entendido
como arte de masas. Y “Cine o sardina” la versión pop y camp que el cine admite
también sin desdoro de su esplendor artístico, acaso más minoritario.
Todos los lectores del maestro cubano saben que su
caso, como el del doctor Jekyll y su abominable avatar el señor Hyde, es muy
especial: el primer crítico de cine que ha pasado a la historia de la
literatura por su extraordinaria innovación narrativa y estilística. Cabrera Infante comenzó a ejercer de crítico de
cine en la revista Carteles en 1954
con el seudónimo G. Caín, ingenioso nombre de guerra inventado para burlarse
del poder que pretendía silenciarlo. Pero no fue hasta 1963, al publicar como
libro una selección de sus críticas escritas hasta 1960 bajo el título “Un
oficio del siglo XX”, cuando aparece en escena el genio excepcional y festivo
de Cabrera Infante. La singularidad del libro no reside tanto en la
inteligencia analítica de su visión de las distintas películas y, por tanto,
del cine como arte paradigmático del siglo XX, sino en la transformación del
crítico en cínico personaje de ficción, un ente imaginario que muestra así su
carácter de ficción política y cultural. Este memorable compendio que recopila
sus críticas y retrata con humor la carismática figura de G. Caín (reverso
tenebroso y simétrico de Abel G., nombre sintético del director francés Abel
Gance) puso las bases de su concepción cómica de la narrativa y supuso una
primera tentativa de desestabilización de la lengua y la cultura canónicas.
“Arcadia todas las noches”, publicada por primera
vez en 1978, es la recopilación de las conferencias que Cabrera Infante, ya sin
máscara protectora, dedicó entre la primavera y el verano de 1962 a glosar las
virtudes del quinteto de cineastas americanos que entonces le importaban más
que su vida, en peligro de verse anulada por un régimen castrista que había
empezado a considerarlo un peligroso disidente. Releídas hoy, estas conferencias
permiten ahondar en la grandeza del cine clásico de Hollywood y poner en duda la
supuesta sumisión de sus creadores a las leyes del mercado. Orson Welles abre
el libro como muestra genial de la ostentación barroca y la desmesura fílmica y
Vincente Minnelli lo clausura entre la felicidad de sus musicales, el genio
amable de sus comedias, la fuerza de sus melodramas y la nostalgia universal por una Arcadia mítica que solo
existe en la pantalla de cine por un puñado de horas. En medio, con un despliegue de humor y erudición
incomparables, Cabrera Infante retrata a directores tan fundamentales como
Alfred Hitchcock, maestro total del arte cinematográfico, o tan divergentes
como Howard Hawks, modelo paradójico de un cine viril, y John Huston,
obsesionado por el fracaso y los antihéroes.
Los cinco magníficos del cine americano se ven reunidos en este estupendo libro bajo la inteligente idea de Valéry sobre Leonardo que Cabrera Infante se apropia para elevar el cine a la condición de gran arte: “para ellos el cine hace las veces de la literatura, del filosofar y de la poesía”.
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