martes, 8 de junio de 2021

RASTROS DE CELULOIDE


 [Guillermo Cabrera Infante, Escritos de cine, DeBolsillo, 2021, págs. 1144] 

El cine es un arte serio. En 125 años de historia ha demostrado más vitalidad creativa que ningún otro arte en ese mismo tiempo. Si alguien lo duda, esta triple reedición de los escritos cinematográficos de Cabrera Infante vendría a revalidar la tesis imprimiéndole, además, un giro significativo. “Un oficio del siglo XX” es la versión modernista de las relaciones cinéfilas del autor con el arte cinematográfico, muy atento a la Nueva ola francesa, el neorrealismo italiano y la revolución permanente del cine americano. “Arcadia todas las noches” constituía un primer viraje crítico hacia el cine entendido como arte de masas. Y “Cine o sardina” la versión pop y camp que el cine admite también sin desdoro de su esplendor artístico, acaso más minoritario.

Todos los lectores del maestro cubano saben que su caso, como el del doctor Jekyll y su abominable avatar el señor Hyde, es muy especial: el primer crítico de cine que ha pasado a la historia de la literatura por su extraordinaria innovación narrativa y estilística. Cabrera Infante comenzó a ejercer de crítico de cine en la revista Carteles en 1954 con el seudónimo G. Caín, ingenioso nombre de guerra inventado para burlarse del poder que pretendía silenciarlo. Pero no fue hasta 1963, al publicar como libro una selección de sus críticas escritas hasta 1960 bajo el título “Un oficio del siglo XX”, cuando aparece en escena el genio excepcional y festivo de Cabrera Infante. La singularidad del libro no reside tanto en la inteligencia analítica de su visión de las distintas películas y, por tanto, del cine como arte paradigmático del siglo XX, sino en la transformación del crítico en cínico personaje de ficción, un ente imaginario que muestra así su carácter de ficción política y cultural. Este memorable compendio que recopila sus críticas y retrata con humor la carismática figura de G. Caín (reverso tenebroso y simétrico de Abel G., nombre sintético del director francés Abel Gance) puso las bases de su concepción cómica de la narrativa y supuso una primera tentativa de desestabilización de la lengua y la cultura canónicas.

“Arcadia todas las noches”, publicada por primera vez en 1978, es la recopilación de las conferencias que Cabrera Infante, ya sin máscara protectora, dedicó entre la primavera y el verano de 1962 a glosar las virtudes del quinteto de cineastas americanos que entonces le importaban más que su vida, en peligro de verse anulada por un régimen castrista que había empezado a considerarlo un peligroso disidente. Releídas hoy, estas conferencias permiten ahondar en la grandeza del cine clásico de Hollywood y poner en duda la supuesta sumisión de sus creadores a las leyes del mercado. Orson Welles abre el libro como muestra genial de la ostentación barroca y la desmesura fílmica y Vincente Minnelli lo clausura entre la felicidad de sus musicales, el genio amable de sus comedias, la fuerza de sus melodramas y la nostalgia universal por una Arcadia mítica que solo existe en la pantalla de cine por un puñado de horas. En medio, con un despliegue de humor y erudición incomparables, Cabrera Infante retrata a directores tan fundamentales como Alfred Hitchcock, maestro total del arte cinematográfico, o tan divergentes como Howard Hawks, modelo paradójico de un cine viril, y John Huston, obsesionado por el fracaso y los antihéroes.

Los cinco magníficos del cine americano se ven reunidos en este estupendo libro bajo la inteligente idea de Valéry sobre Leonardo que Cabrera Infante se apropia para elevar el cine a la condición de gran arte: “para ellos el cine hace las veces de la literatura, del filosofar y de la poesía”. 

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