sábado, 27 de octubre de 2018

PRESUPUESTOS



[Publicado en medios de Vocento el martes 23 de octubre]

            La filosofía entiende de presupuestos. Quizá por eso sobrevive arrinconada por las leyes educativas mientras la religión, esa ciencia superior, campea en los institutos con una insolencia digna de otros tiempos. Antes de pelearse por el conocimiento y la inteligencia de los escolares andaluces, habría que preguntarse si un país no tiene mucho que perder dando privilegios a las ideas más atrasadas y marginando el pensamiento libre y crítico. No hago filosofía barata, me remito a las pruebas históricas.
Así las cosas, hemos pasado de la discusión sobre la tesis fraudulenta al acuerdo sobre los presupuestos “podemitas” con un mágico chasquido de dedos del doctor Sánchez. Los presupuestos del tándem Sánchez-Iglesias son políticos, no económicos. Es lógico que la oposición se cabree. Han perdido la palanca de la propaganda y el voto y eso duele. Su pataleta europea no sirve de nada. Los polémicos presupuestos son una apuesta arriesgada contra la banca del casino nacional. Un programa publicitario diseñado para exhibirlo como cebo electoral. Es evidente que el PP preferiría que los presupuestos se pactaran con los altos directivos del IBEX 35, los dictadores de la economía española que revalorizan sus sueldos como los futbolistas galácticos. Esta sería la forma definitiva de entregar la democracia al plebiscito de los mercados y no al de las urnas, más incontrolable. Entre tanto, nadie parece darse cuenta de cuál es la jugada ganadora de Sánchez. Quemar la imagen de su contrincante Iglesias en misiones imposibles de correveidile con “indepes” y “anticapis”. Como siga en ese plan, los votantes de izquierda van a tener muy claro a quien colocar en el chiringuito de la Moncloa.
Pregúntenle, si no, a un niño andaluz de 7 años. A esa edad, aquí, se las saben todas. En Andalucía, la comunidad número uno en esto, hay 11.500 niños y niñas con “altas capacidades” intelectuales. En las tierras de Susana Díaz ahora todo es posible, desde el genocidio de mentes geniales por falta de empleo e innovación a la implantación anticipada de una utopía científica del siglo XXII. Diga lo que diga el informe Pisa, un dislate estadístico, los niños y niñas andaluces, a los 10 años, ya han aprendido a hacerse los tontos, el único medio de prosperar en un mundo jurásico de listillos y trepas sin estudios. Por eso los políticos hablan de cualquier cosa menos de educación pública. No tienen ni idea de cómo mejorarla sin empeorar aún más la situación. Les entra pánico en cuanto alguien menciona el tema. Se acuerdan de todo lo que no tuvieron tiempo de aprender. Mejor callarse. La mala educación de siglos no se cura con medidas mediocres. Y en Andalucía, como saben los niños y niñas con superpoderes cognitivos, hasta la inteligencia artificial más avanzada entraría en bucle si tuviera que decidir a quién votar en las próximas elecciones.

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