[Lars Iyer, Éxodo,
Pálido Fuego, trad.: José Luis Amores, 2016, págs. 286]
La literatura británica actual vive un momento sorprendente.
Entre las viejas glorias agotadas y las fieras aún por clasificar, emerge una innovadora
fauna de escritores de mediana edad que se encuentran entre los más creativos de
la literatura europea del momento. Pienso, desde luego, en las grandiosas
fabulaciones de David Mitchell, la polifonía multicultural de Zadie Smith, la
ficción híbrida de Tom McCarthy, el imaginativo historicismo lesbiano de Sarah
Waters y la inteligente sátira kunderiana de Adam Thirlwell, pero también en las ingeniosas
gamberradas de Stewart Home y Lars Iyer.
Las travesuras irónicas y bromas dialécticas de
Iyer, por cierto, tienen una sutileza intelectual y una pertinencia histórica
que ya las quisieran para sí tantas figuras egregias y maestros en bancarrota de
la literatura y el pensamiento occidentales que comenzaron hace tiempo, en plena
orgía de descomposición cultural, una siesta senil tediosa, una suerte de
comatosa vida mental a la que están arrastrando a la mayoría de lectores aún en ejercicio de sus funciones.
“Éxodo” clausura a lo grande la hilarante trilogía
inaugurada con “Magma” y seguida por “Dogma” sobre la que ya escribí que
constituía, en su conjunto, una autopsia en vivo del cuerpo putrefacto de los
grandes ideales europeos, su espíritu absoluto, su historia milenaria, su museo
inabarcable o sus grandes cánones musicales, filosóficos, artísticos y
literarios.
La metáfora bíblica del título de esta tercera
entrega aludiría, en principio, a la calamitosa situación profesional de la
filosofía en la universidad durante esta catastrófica reconversión de su inutilidad
en rentabilidad económica y a la propuesta de una posible solución al desastre
que prevé para la educación y el pensamiento en su fase de claudicación ante
las imposiciones mercantiles del capitalismo. El diagnóstico no puede ser más
demoledor: “van a
orientar la universidad al libre mercado, igual que están orientando todos los
sectores de los servicios públicos al libre mercado. Van a entregar la
filosofía a las fuerzas del capitalismo”.
Esta estimulante novela se compone como una burlesca
misa de réquiem por la filosofía concelebrada por las dos marionetas grotescas
de siempre, el sarcástico Lars y su ubicua sombra el malogrado W., mediante las
que el ventrílocuo Iyer teatraliza su discurso hasta transformarlo en una
comedia beckettiana sobre el fin de los tiempos.
En el curso de este velatorio carnavalesco de
ideas muertas y nombres difuntos, sus dos peleles realizan un periplo agónico por
los centros universitarios desahuciados del saber y el pensar del Reino Unido (Newcastle,
Essex, Middlesex, Londres, Oxford, Manchester, Edimburgo, Plymouth, etc.),
convocando en cada estación una nómina de importantes filósofos (de Platón,
Kant, Marx y Kierkegaard a Badiou, Deleuze, Debord y Žižek), a fin de demostrar,
no sin malicia, que la salvación de la filosofía está en abandonar las mediocres
servidumbres de los departamentos académicos y emprender la travesía del
desierto capitalista en busca de la tierra prometida por el pensamiento libre a
través de la historia.
Esta nueva aventura dialógica de los antihéroes enmascarados
de Iyer sucede antes del Brexit, pero es profética en sus predicciones sobre las
secuelas políticas del neoliberalismo insular y la regresión al provincianismo
ideológico de los súbditos de su majestad británica.
Una novela que concluye con la palabra Utopía,
después de que sus dos payasos filosóficos hayan puesto en marcha una
repetición del “mayo del 68” y liderado una desesperada revolución
universitaria para restituir la filosofía a su lugar en el mundo, más allá de
la farsa y la tragedia del acontecimiento, solo puede significar una cosa. El
humor y la inteligencia representan la verdadera salvación de todos los
peligros y amenazas. El apocalipsis anunciado no sucederá mientras perviva el
espíritu irónico que se celebra en estas páginas como un aquelarre de la risa
inteligente.
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