miércoles, 10 de diciembre de 2014

LA SALVACIÓN DE LA LITERATURA


 [A. M. Homes, Este libro te salvará la vida, Anagrama, 2007, pág. 394]

Conviene andarse con tiento antes de concluir cuál pueda ser el designio de esta nueva novela de Homes, entre otras cosas por el fácil equívoco inducido por el título y la flagrante contradicción con que el lector se encuentra, sin haberla previsto, en el catastrófico desenlace. Lo más sorprendente, en todo caso, es que tras la escritura de esta novela deslumbrante Homes sintiera (en su nuevo libro, “La hija de la amante”, inédito aún en español) la necesidad de adentrarse en los territorios más descarnados de la autobiografía para poner en orden su pasado y recuperar la turbia memoria de su madre biológica. Tratándose de Homes era inevitable que esa revisión fuera conflictiva y la recuperación afectiva más bien problemática. No es Homes una escritora a quien se pueda exigir la función pacificadora y la amabilidad moral que muchos esperan hoy de la narrativa.
La literatura de Homes, por el contrario, tiene la inteligencia de transformar en música extremadamente refinada los acordes y desacordes de nuestro sistema nervioso central, y la valentía de desnudar y arrancar los nervios y ligamentos íntimos que nos conectan al mundo y acoplarlos a un instrumental lingüístico capaz de producir en serie estremecedoras verdades sobre nosotros y nuestro modo de vida. Sólo una prosa brillante y seductora haría admisible para muchos lo intolerable de sus motivos habituales.
En esta quinta novela Homes ajusta su voz singular y su estilo clínico a las derivas de un hombre corriente, Richard Novak, que tras sufrir una mañana un amago de infarto comienza a experimentar una modificación sustantiva de sus complicadas relaciones con el exterior. Estamos en Los Ángeles, una de las capitales del siglo XXI. El viaje físico de la ficción llevará a Novak de una lujosa vivienda en las colinas a una mansión marítima en Malibu. El viaje metafísico, en cambio, lo trasladará de la indiferencia y la apatía anímicas en las que vive instalado a la bondad, la simpatía y la resignación ante su anodino destino como individuo.
Admitiendo la ironía de la comparación, es como si Homes hubiera reescrito “Los últimos días de Pompeya” ambientándola en el caótico entorno californiano y sustituyendo su desfasada visión decimonónica por una estética contemporánea más afín a David Lynch y Paul Thomas Anderson que a Joan Didion y Bret Easton Ellis. Una narración que transita sin escándalo entre el “minimalismo” alucinado de las percepciones y las descripciones y el surrealismo hilarante de las situaciones y las conductas. Por esto, abundan en esta crónica de la “vida líquida” lúcidos análisis sobre la absurda racionalidad del consumo y la mentalidad corporativa, la ideología dominante del “sálvese-quien-pueda”, o la bancarrota familiar y conyugal en un mundo regido por los valores del éxito y el fracaso, la posición profesional y la fortuna personal. Por otro lado, realidades excluidas como la naturaleza, el azar, el deseo o la fantasía irrumpen de improviso para poner en cuestión el orden de la realidad dado por cierto. En este sentido, Homes crea una fábula que es también un acertado modelo de representación de la compleja realidad del nuevo siglo.
No hay salvación en este libro, por tanto, ni en ningún otro (convendría releer “Cosas que debes saber”, su libro anterior, para recuperar esta idea subversiva sobre la inexistencia de textos maestros). Del mismo modo que no la hay, como evidencia su cómico final, para un modo de vida instalado en una frontera tan frágil que su derrumbamiento resulta imperceptible. Lo terrible es que el Apocalipsis con que Homes decide clausurar su mundo narrativo es lo único que le da sentido. Este final devastador no es tanto la oportunidad de un nuevo principio, más bien utópico, como una condena mordaz a toda una cultura. Una sentencia contundente que, irónicamente, queda suspendida, o casi, como la vida del protagonista. Tras la catástrofe que arrasa Malibu en las últimas páginas, Novak permanece flotando en el océano Pacífico, como el Ismael de “Moby Dick”, agarrado para no perecer a una precaria tabla de salvación que podría o no ser esta novela de título ambiguo y corrosivas intenciones. 

1 comentario:

julian bluff dijo...

Hola a todos. Hola a Juan.

Ya, unos años antes, Echenoz se había cargado Marsella, unos cuantos barrios por lo menos, de un terremotazo.

Eso mola de ser escritor. Que la bouillabaisse no sabía a nada y el maitre era un listo, le pegamos una repasadita a Marsella. Que la playa estaba llena de desperdicios, la habitación de hotel que reservamos no era para tanto y en la piscina proliferaban los niños gritones y los padres pedorros, le hacemos a Malibú una aguadilla en condiciones.

Luego resulta que es mentira, pero mientras permaneces abstraido delante de la pantalla, impartiendo "justicia" a tu santa voluntad, te lo tienes que pasar divino. Nunca mejor dicho.

Trataré de leer algo de Homes. Con Zadie no puedo, me resulta opresivamente pija. Hasta en el estilo ¡Qué tiene güevos!