jueves, 31 de octubre de 2013

MASTERS OF SEX

1. Acabo de ver en salas la maravillosa La vie d´Adèle y estoy enganchado a la estupenda teleserie Masters of Sex. Un tema en común que es el tema común de todo el mundo. El sexo. El abrazo de los cuerpos. El tema más fascinante aún hoy, en esta época de regresiones vergonzosas, corrección política, libertad devaluada, cursilería rampante y miedo, mucho miedo a representar/figurar/tratar el sexo. Sin idealismo ni romanticismo. Un motivo tabú tanto para el ideario puritano (católico, protestante, islamista, etc.) como para el socialdemócrata o progresista. Kechiche me parece valiente, en este confuso contexto. Sus escenas sexuales no gustarán a las feministas dogmáticas ni a las lesbianas livianas ni a los machos emasculados por la culpa o la frustración (que acusan a otros, con el dedo flácido, de “machistas camuflados”) ni a los machistas-leninistas, desde luego, pero sí a las mujeres sin prejuicios y a sus cómplices en el juego libertario del amor. El sexo, sí, los cuerpos, la carne, la pasión o el deseo, pero sobre todo el placer dado y recibido, como decía el gran Paul Léautaud. Eso es lo que comparten Adèle y Emma por un tiempo, con una intensidad extraordinaria, aunque no pueda durar siempre, por desgracia. Es la ley del deseo. Lo que brilla con tanto fulgor no está destinado a perdurar. Ni falta que hace. Nada perdura, ni siquiera los valores rocosos que se intentan imponer por la fuerza de la costumbre, el programa o el credo. No hay problema con eso. Celebremos, en lo posible, la escandalosa intrascendencia de la vida, la fugacidad de los placeres del cuerpo. Paradise Lust
 
2. Hace unas semanas, metidos en un taxi de regreso del Museo Nacional de Antropología, Rafael Chirbes y yo nos pasmamos, como Acteón, con las nalgas esculturales de la Diana cazadora que preside con sus curvas y volúmenes afrancesados (un vago Boucher, un tenue Courbet) la avenida Reforma de la Ciudad de México. Cada uno de nosotros ensayó, en el breve lapso en que lo tuvimos a tiro, una reflexión precipitada (toda eyaculación, ay, es precoz) sobre la fenomenal belleza de ese culo erguido en lo alto del pedestal como un homenaje de la piedra a la carne pasajera y al turbador enigma encerrado entre tan mullidos almohadones. Ayer volví a pensar en ello, viendo la secuencia en que Emma y Adèle visitan el Museo de Roubaix y recorren con la mirada de la cámara la desnudez dorsal de algunas esculturas femeninas y se admiran con los desnudos pictóricos antes de entregarse la una a la otra, en cuerpo y alma, con hambre refinada por una cultura y un arte erótico que han celebrado el misterio de la vida del cuerpo, la atracción mutua, la posesión carnal. Chirbes me susurra entonces: nadie podrá decirme nunca que entrar en la intimidad de un cuerpo es un acto como cualquier otro. Asiento desde el asiento contiguo y, sin embargo, no estoy seguro de que el verbo adecuado sea entrar. No. Es demasiado masculino. Demasiado prisionero de la veneración al orificio. Emma no entra en Adèle, ni Adèle en Emma. Es otra cosa. Quizá la piel, el tacto, la fricción, el roce. O los labios, la boca, la vulva, la lengua, el clítoris. Hace muchos años aprendí la lección de algunas lesbianas. Es la mejor escuela. La cosa se parecería más a una cartografía incisiva que a una excavación minera. 

3. Y Masters of Sex, la nueva serie de Showtime sobre los famosos sexólogos Masters & Johnson (William Masters y Virginia Johnson), por una de esas ironías con que mi vida urde una segunda trama superpuesta a la primera, me remite a la obra más jugosa de William Gass (Willie Masters´ Lonesome Wife; 1968), donde el gran experto en la “vida sexual de las palabras” (Will Gass) le daba una lección secreta al supuesto experto en la vida sexual de los individuos y las parejas (Will Masters) y no solo al otro maestro palabrero (Will Shakespeare), como muchos han creído desde su publicación. En la misma época (finales de los sesenta) en que se hicieron públicos los resultados de los estudios de Masters & Johnson, Gass contesta a su colega científico de la Universidad de Washington (St. Louis, Missouri), recordándole que se le ha olvidado una dimensión fundamental de la experiencia: las relaciones entre el verbo y la carne, el verbo que se hace carne en la vida y la carne que se hace verbo profano en la literatura y en la novela, retornando así al origen del bucle cultural que nos define. Con su diseño original, sus juegos gráficos, tipográficos y pornográficos y sus páginas de colores y tonos replicando mesetas de excitación, grados de ardor y orgasmos constatados, Willie Masters´ Lonesome Wife plantea la lectura, en un tropo atrevido, como la posesión por una multitud de hombres y de mujeres del cuerpo desnudo de la solitaria esposa protagonista. El objeto de deseo de la lectura era tan promiscuo e impuro que Gass, por precaución, recomendó en vano al editor que incorporara un profiláctico al libro para evitar que el lector contrajera la “Infección Verbal” ("Verbal Disease"). El mismo Gass, según reconoce, la habría contraído tiempo atrás leyendo a ciertos maestros inconfesables (Chaucer, Rabelais, Joyce, entre los más probables). El verdadero designio del híbrido artefacto (narración paródica y ensayo estético a partes iguales) es la reivindicación de una literatura tan contaminada de impurezas mundanas como caracterizada por una dicción deslenguada e irreverente, el “estilo democrático” demandado por los nuevos tiempos culturales: “Full of the future, cruel to the past, this time we live in is so much in blood with possibility and dangerous chance, so mixed with every color, life and death, the good and bad homogenized like milk in everything we think –new men, new terrors, and new plans-  that Alexander now regrets his love to drink; Elizabeth, that only Queen, paws for her wig to seek employment; and the swift Achilles runs against his death to be here. It´s not the languid pissing prose we´ve got, we need; but poetry, the human muse, full up, erect and on the charge, impetuous and hot and loud and wild like Messalina going to the stews, or those damn rockets streaming headstrong into stars. YOU HAVE FALLEN INTO ART-RETURN TO LIFE”.
 
La última frase parece dedicada a Adèle, a la actriz Adèle Exarchopoulos y no solo al personaje que encarna con sensualidad y gracia infinitas. De hecho este post, como homenaje al gran Rohmer, podría haberse titulado, sin cambiar de orientación sexual, La bouche d´Adèle

1 comentario:

Unknown dijo...

La temporada uno fue bastante buena. Elegante, sutil, inteligente, emotiva, divertida son algunos de los adjetivos que me vienen a la mente cuando pienso en esta serie. Espero que Masters of sex 2 regrese con mayor intensidad.