«Menos que cero» (1985). El deslumbrante debut. Ellis se convierte de la noche a la mañana en una celebridad mediática y, por si fuera poco, en millonario. Cualquier novela sobre jóvenes alienados en el entorno familiar o social a pesar de su opulencia material palidece al lado de esta crónica desapasionada de un descenso a los infiernos de la vida urbana en plena era Reagan. El relato del final de la adolescencia de una pandilla de pijos angelinos y sus amorales ritos de afirmación de clase. Mucho más autobiográfica de lo que parece, se trata de la primera novela protagonizada por maniquíes de escaparate, sólo pendientes de una nueva dosis de droga o una renovación estética duradera o una última adquisición de ropa de marca para sentirse vivos. La literatura y la vida compartiendo las mismas reglas confusas, según reza el epígrafe anónimo inscrito al comienzo como un grafiti: “Este es el juego que cambia cuando lo juegas”. La tumultuosa vida o “movida” de los ochenta no ha encontrado mejor cronista de su degeneración.
«Las leyes de la atracción» (1987). Un paso adelante en la descripción del nihilismo cosmético de toda una generación. Más fama y más dinero para su autor. Una sofisticada comedia de equívocos sexuales y sentimentales ambientada en el campus de una universidad imaginaria de New Hampshire donde los tres protagonistas (Sean, Paul y Lauren) persiguen a ciegas el placer, la compañía, el amor o el olvido. Todo el mundo sabe que la experiencia universitaria americana es, sobre todo, una oportunidad para experimentar en grado máximo los desmadres que la vida posterior irá restringiendo por motivos familiares, profesionales o sanitarios. Ellis extrema con humor negro esta premisa existencial y se ve obligado a recurrir a escenas imaginarias, vivencias ambiguas, monólogos dementes y un principio y un final abruptos para mimetizar las vidas a la deriva de sus descarriados personajes.
«American Psycho» (1991). Con esta novela llegó el escándalo a su vida de triunfador. El componente sensacionalista que le faltaba para completar el lote. Había metido el dedo en la llaga de
«Los confidentes» (1994). Tras «American Psycho» era imposible que Ellis pudiera producir una obra nueva. Sin embargo, rescató un puñado de textos escritos en la misma época de «Menos que cero» y montó con ellos esta espléndida novela disfrazada de libro de relatos sobre un período ya muerto de su vida. La pluralidad de narradores y la presencia de sexo perverso y asesinatos truculentos y personajes vampíricos la convertirían en una combinación remasterizada de todas sus ficciones anteriores. La modelo promiscua y enferma de sida que, tras contagiar a todos, consume sus días en la playa soñando con que el sol la sanará es una de las más potentes metáforas concebidas por Ellis sobre la decadencia de un mundo y el envejecimiento moral y físico de sus privilegiados habitantes y su deseo de desaparecer. El ocaso de los ochenta escenificado como una “ronda” infernal de sexo enfermizo y muerte segura.
«Glamourama» (1999). Una obra maestra de lectura obligatoria para entender el régimen espectacular dominante en nuestras sociedades. Ellis alcanza la excelencia narrativa al tiempo que se sumerge sin filtros morales en el mundo divinizado del glamour, la moda y la celebridad. Imaginemos el rodaje de una película donde modelos publicitarios de ambos sexos organicen una orgía mundial de atentados terroristas a fin de imponer la belleza como alternativa radical al mal gusto generalizado de la clase media. Eso es, en un cierto nivel, «Glamourama»: una perversa trama de ficción que vuelve análogos, en su escenificación fílmica en la mente de Victor Ward, su aturdido protagonista, el desfile de modas y el atentado terrorista, las últimas colecciones de temporada y la masacre indiscriminada de ciudadanos, la alta costura y el alto coste en vidas humanas. Esta novela magistral representaría el triunfo de la voluntad estética como voluntad de poder y exterminio de quien se deja seducir por la promesa de belleza inconsecuente y felicidad narcótica del sistema. La seducción de la belleza absoluta como reverso de la muerte individual y la destrucción colectiva. Nunca Ellis se acercó tanto a las categorías literarias de DeLillo: el mal surgiendo de la banalidad de la vida cotidiana como subproducto ineludible de la sociedad del espectáculo y el funcionamiento del capitalismo y el consumo globalizado.
«Lunar Park» (2005). Por una vez, Ellis hace de Ellis, aunque se hace llamar “Bret”, y este juego exhibicionista con la propia imagen del autor no podía resultar más terrorífico. Un grotesco escenario poblado de fantasmas privados y espectros públicos, inquietantes acosos y misteriosas desapariciones, sensaciones de pánico post 11-S y catástrofes inminentes, que satiriza sin compasión un período especialmente traumático de la historia americana. Para resolver sus problemas mentales con el fantasma del padre, Ellis necesitará crearse un simulacro de vida familiar donde ejercer como marido y padre desquiciado, pero también mostrar la complicidad del escritor y su lugar problemático y marginal, a pesar de la fama mediática y el dinero, en la realidad contemporánea. En suma, una gran novela política.
«Suites imperiales» (2010). Tras adentrarse en los turbulentos mundos de los ejecutivos y los modelos a través de los asesinatos en serie y el terrorismo “fashion” ya era hora de que Ellis se atreviera con Hollywood, la mítica factoría de sueños masivos, sin abandonar ninguna de sus constantes estilísticas y estéticas. «Suites imperiales» no existiría quizá si Ellis no hubiera escrito con anterioridad el guion de «The informers», adaptación cinematográfica de su homónima serie de relatos. A nadie que haya visto esta fallida película se le escaparán las perturbadoras relaciones entre la historia real de su producción y la ficción de esta novela ambientada en el mundo del cine. En cualquier caso, Ellis ratifica con esta obra menor su condición de gran novelista de costumbres de este tiempo o destiempo mediático.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo con este brillante artículo.De American Psycho lo que es realmente magistral es que por primera vez nos coloca a un psicópata delante de las narices sin haber tenido transtornos en la infancia ni gilipolleces de esas tan manidas.El psicópata lo es simplemente por el vacío ideológico de su época.Alarmante.
No tiene nada que ver,lo sé,pero la grandísima obra de J.G.Ballard me parece una de las más esenciales de nuestro tiempo,donde sus personajes se adaptan plácidamente en el desastre.Su estado psicológico les viene muy bien.Creo ver en Ballard el siguiente paso que marca Ellis en su obra.
Un cordial saludo.
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